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Cien años de sabiduría

Llanos Moya, una alicantina centenaria, repasa cómo ha cambiado España en el último siglo

Cien años de sabiduría

«Si supieras como estoy desde el día que no te veo, ni mis ojos tienen luz ni mi corazón consuelo» recita Llanos, más que lúcida a sus cien años, los que cumple mañana y que celebrará rodeada de la mayor parte de su familia: cuatro hijos, ocho nietos y seis bisnietos. Algunos vendrán de Francia, hasta donde emigró una de sus hijas.

«Tiene muchas poesías, dice que le salen cuando se despierta y las escribe. Es muy romántica», explica su nieta Pilar mientras mira embelesada a Llanos, quien tiene en casa la foto de su primer marido. Se casaron a los 22 años, un matrimonio que solo duró tres meses: le mataron en la guerra. «Nací un domingo, poco antes de que estallara la Primera Guerra Mundial. Y tuve un novio cuando tenía 15 años, con el que me casé un 26 de septiembre de 1936. El 1 de octubre se lo llevaron al frente. Recuerdo que nos dejaron ir a visitarles y fuimos casi todas las esposas a Alfambra, en Teruel. La primera noche tocaron las sirenas y a medianoche, todos liados en mantas, nos encaminamos al refugio. Ya no lo vi más. Lo hirieron, lo llevaron a Castellón y murió».

Hasta entonces vivió en Mahora, su localidad natal. «Hasta los 22 años fui muy feliz en mi pueblo. Mis padres eran de campo. Fui al cole pocos años, porque tenía ocho o nueve cuando lo dejé para ir a recoger y sembrar con mi padre». Sin embargo, afirma su nieta, es una mujer sabia. «Si hubiera nacido en esta época, mi abuela habría sido alguien porque es muy inteligente, superautodidacta, se ha enseñado ella sola, a leer y a escribir, ha leído y hecho punto hasta que perdió la visión de un ojo, llamaba a todos los concursos de la radio y le encantan los libros de historia y las biografías de Reyes». Su favorita es Isabel La Católica, y el que menos le gusta, «ese Urdangarin. Si hubiera sido un pobrecito estaría pudriéndose en la cárcel», responde, con carácter, la centenaria. Pese a todo, el rey le parece buena persona, y la reina más.

Porque Llanos sigue las noticias en la tele, y no solo los cotilleos del corazón, también la actualidad. «Me he llevado un chasco muy grande con este gobernante, que decía una cosa y hace otra», afirma sobre Rajoy. «Todos son iguales», opina sobre políticos y banqueros, «unos sirvengonzones». Lo dice sobre todo «cuando le tocan la pensión», añade uno de sus hijos. Toda su familia ríe cuando ella afirma que se queda con Franco, por la seguridad. «Dejábamos las puertas abiertas y no entraba nadie. Y cuando volvíamos tarde por la noche llamábamos al sereno y te abría. Nadie se metía contigo».

Llanos tuvo cuatro hijos, Rafa, Juanjo, Pepi y Llanis, con su segundo marido, al que conoció en Albacete, donde emigró al enviudar del primero. Trabajó cuidando de una señora mayor, luego se casó y puso un bar con su esposo en Hellín. Cuando ella tenía ya 45 años, la familia decidió venirse a Alicante, que le gustó «más que ahora» sobre todo por el mar, que ya conocía gracias al verano que pasó en Torrevieja con la señora que cuidó. Aquí vivieron durante años en la calle Villavieja, donde reservaron varias habitaciones para huéspedes a los que preparaba la comida. «Conoció a mucha gente de Madrid que hasta hace poco le felicitaban la Navidad», explica su nieta, que incide en lo mucho que ha sufrido y trabajado, tanto que ni siquiera ha subido al Castillo pese a que vivió al lado.

Llanos, que enviudó de nuevo con 50 años, destaca que el tiempo ha pasado volando. «Llevo cien años viviendo y ni yo misma me lo creo. La juventud se me pasó pronto. A veces me digo qué pinto aquí pero luego sigo». Y eso que piensa que la vida «antes era mejor porque había menos rencores».

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