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90.000 niños alicantinos víctimas de la pobreza

El drama afecta al 27% de los menores de la provincia y los hospitales detectan casos de pequeños con desnutrición

Un grupo de personas, con sus hijos, esperando ante un supermercado de Cáritas. ANTONIO AMORÓS

El bocadillo mágico: «Pan con pan, y yo me imagino lo que lleva dentro». El anuncio de la ONG Educo que pasan por televisión con una niña sin nada para cenar más que un trozo de pan refleja la realidad de miles de niños españoles, algo impensable hace unos años. La misma ONG afirma que, cada 3 minutos, un niño cae en riego de pobreza en España y que 1.800.000 están malnutridos. Terrorífico. La provincia de Alicante no se escapa a esta lacra cada día mayor. Sólo hay que tener en cuenta los casos atendidos por Cruz Roja. Hace dos años la entidad ayudó a 2.108 menores que vivían en familias sin recursos o con menos de 500 euros al mes. El año pasado, ya eran 4.854 los niños a los que Cruz Roja facilitaba alimentos, ropa o material escolar. Pero es que esta cifra se ha elevado a los 7.500 y no parece que vaya a quedarse así dado que los informes sobre la situación de la infancia, tanto de entidades solidarias como de los organismos oficiales, apuntan a que en la provincia hay 89.800 menores viviendo en el umbral de la pobreza, 16.000 de ellos en la ciudad de Alicante, nada menos que el 27,7% de los niños según los datos del Instituto Nacional de Estadística.

Los datos fríos no ayudan a imaginarse el drama que afecta a los niños que viven en familias que no llegan a fin de mes, que no tienen para comer o que han de recurrir a la caridad para conseguir unas zapatillas de deporte nuevas para el chaval. La situación empieza a ser tan grave que enfermeros de hospitales de la provincia han detectado casos de niños con desnutrición. Francisco Cazorla, secretario provincial de Satse, indicaba recientemente a este diario que «hay niños que se llevan a casa las galletas que les dan para merendar en el colegio para tener algo que cenar en casa».

El aumento de la pobreza en la infancia se percibe especialmente en los centros escolares, sobre todo los de los barrios más vulnerables. Jaime Quiñonez director de un colegio de la zona Norte de Alicante considera que «el problema es endémico en algunas área de la ciudad, pero no es exclusivo de ellas». Los profesores de colegios e institutos se encuentran con que «cada vez hay más niños que empiezan el curso sin libros y los van comprando poco a poco». También aumentan las familias con problemas para completar la aportación de las becas del comedor escolar y, en muchos centros, se recoge ropa y se reparte entre los críos más necesitados. Pero lo más sangrante es la falta de comida. «Hay familias que nos dicen que no tienen para dar de cenar a sus hijos que sólo toman la comida completa del mediodía en el colegio». La imposibilidad de muchas familias de alimentar correctamente a sus hijos se resalta igualmente desde Cáritas. «Hay muchos casos de niños que van al colegio sin desayunar o sin nada para el almuerzo. También detectamos necesidad de zapatos y ropa por parte de muchos niños, y nos encontramos con casos de niños que a diciembre aún no tienen los libros de texto porque sus padres no pueden pagarlos», señala Maite Sánchez de la entidad solidaria .

Si la falta de dinero para la comida y ropa de los niños es grave, aún lo es más la imposibilidad de muchas familias de tener a sus hijos con ellos. Desde la Plataforma del sector de Menores de la Provincia de Alicante se ha denunciado el aumento de los casos de peticiones de ingresos en los centros de menores debido a la crisis. «Hay padres que optan por entregar a sus hijos temporalmente por falta de recursos, pero en ocasiones no pueden sacarlos de allí». Indicaba el trabajador de uno de los centros de menores de Alicante. Hay casos sangrantes, «como el de una familia que no puede sacar ni siquiera a sus hijos del centro los fines de semana porque ellos están viviendo en la calle y no tienen donde llevarlos». Además desde estos centros, que acogen en la actualidad a unos 700 menores en la provincia, se ha señalado que «la crisis está provocando un aumento de los actos delictivos de los padres que pierden así la tutela de los niños».

Carencias

Pero, ¿cómo asumen los niños la situación de pobreza de sus familias? Según el informe de Unicef «La Infancia en España 2012-2013», algunos de los impactos más graves en los menores son cambios de domicilio forzados por la situación económica, con desahucios de la vivienda, no poder pagar el comedor escolar, no poder tener ropa nueva ni acceder a juguetes y tecnología que otros niños sí disfrutan. Desde Unicef se considera que «la reducción en gastos educativos, en deporte, ocio y tiempo libre, actividades que pueden resultar prescindibles para muchos adultos, tienen sin embargo un importancia mucho mayor para los niños», niños que, en muchos casos, provienen de familias de «clase media» que se han visto golpeadas por la crisis y que han tenido que modificar radicalmente su estilo de vida. En los centros educativos privados de la provincia, por ejemplo, se está detectando la salida de alumnos porque sus padres, al perder el empleo, ya no pueden seguir pagando las mensualidades, y lo mismo ocurre con muchas actividades extraescolares.

Unicef en su informe alude también a la percepción de los niños que ven aumentar el estrés en sus padres y en muchos casos «se sienten culpables de la situación que les genera miedo e inseguridad». Además, la crisis «modifica las expectativas de los propios niños y de los padres sobre su futuro» al considerar que hay menos oportunidades para los jóvenes lo que afecta a los resultados académicos, «ya que los resultados educativos están muy ligados a las expectativas de los alumnos y sus familiares».

Y luego está la falta de equidad. Uno de los efectos de más calado de la crisis es la distancia cada día mayor entre los ricos y los pobres. A muchos niños les cuesta entender por qué ellos no pueden acceder a la última videoconsola ni ir de vacaciones a Euro Disney como su compañero de pupitre. Además, esta conciencia de la situación que atraviesa la familia les lleva en ocasiones a avergonzarse. «Nosotros hemos dejado de organizar muchas excursiones y salidas del centro porque hay niños que no pueden pagarlas», indicaba en este sentido Jaime Quiñonez, quien, con todo, considera que «no todos los niños tienen una percepción clara de lo que ocurre porque la mayoría de familias tratan de dejar a los niños al margen para que no sufran, algo detectado igualmente por Maite Sánchez desde Cáritas: «En las acogidas intentamos que nunca entren los niños, saben que las cosas no van bien, pero los padres evitan que les oigan lamentarse».

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