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Cuando el despiste va a más

Monge, con la familia de un enfermo. Áxel álvarez

Hace un año que Rosa y Ana (nombres ficticios) se dieron cuenta de que las cosas en casa no iban bien.

«Mi padre, con 66 años, tenía descuidos a diario. Al principio no le di importancia, porque él siempre había sido muy despistado, pero me asusté al ver que poco a poco iba perdiendo la habilidad para hacer y relatar cosas», señala Rosa. El médico de cabecera les derivó al servicio de Neurología del Hospital General, donde le hicieron una serie de pruebas iniciales. Ante la sospecha de que detrás de estos síntomas pudiera haber un alzhéimer, «pedimos el consentimiento para realizar una punción lumbar» que confirmó el diagnóstico, señala José Antonio Monge.

Desde el primer momento, la familia ha estado muy concienciada con la situación y el paciente ha puesto mucho de su parte. «Todos los días lee el periódico y hace el resumen de una noticia, también hace muchos crucigramas e incluso sudokus, porque desde el principio nos dijeron que hiciera muchas actividades cognitivas y ejercicios de memoria», explica Ana. Gracias a las técnicas de diagnóstico precoz, la enfermedad se ha detectado en un estadio muy precoz. «Hace 4 años esto no hubiera sido posible», explica Monge.

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