Decenas de jóvenes extranjeros han ocupado de forma ilegal un edifico entero en el centro de Benalúa, concretamente en la calle Foglietti. Hace más de un año, y ante la falta de otro lugar donde vivir, optaron por romper las puertas del inmueble, que estaba vacío, e instalarse en los seis pisos donde residen desde entonces. Cuentan que se dedican a la venta de chatarra. De hecho, uno de ellos muestra en una habitación varios montones de desechos de hierro con los que asegura que se gana la vida, pero no deben sacar mucho a tenor de las condiciones en las que viven, sin más muebles que algunos jergones o mesas destartaladas y con lonetas en lugar de cristales en las ventanas, al menos en las dos viviendas que nos enseñan cuando acudimos a comprobar su situación después de las quejas vecinales de las que han sido objeto. La puerta de acceso al bloque está rota al igual que las de los pisos; el zaguán y las escaleras se encuentran deteriorados, con pintadas en las paredes, desconchados y bolsas en algunos descansillos.

Los vecinos de la zona han denunciado la situación del edificio asegurando que «estos okupas entraron una noche a la fuerza con mazas y derrumbaron las puertas». Afirman que esto ocurrió hace más de un año y que desde entonces, «estamos aguantando música a todas horas que se oye desde la calle, a veces hasta las 2 o las 3 de la mañana; gritos, golpes en las paredes, entrada y salida de basura y cartones que van recogiendo con carritos del súper por todo el barrio», para añadir que «la gente mayor que es mayoritaria en este barrio tiene miedo en sus casas; los demás estamos hartos de que no se haga nada, de que no se les eche de la casa donde no hacen más que molestar con sus ruidos y su música y el olor a heces y orina que entra en nuestros hogares». Los vecinos de la zona denuncian además que «cogen agua con bidones de la plaza Navarro Rodrigo y también cogen la luz de algún sitio, creemos que de alguna farola». Aseguran que «intimidan a la gente y sobre todo a las mujeres, y es muy desagradable».

El encargado de un bar ubicado frente al edificio confirma que «a veces hacen fiestas por la noche y se oye la música, y también se oyen ruidos por el trasteo de la chatarra, pero yo no he visto que se metan con nadie. Una vez hubo una bronca y vino la Policía pero no he visto que haya ocurrido nada más. Los ves salir y entrar y parece que van a lo suyo».

La mayor parte de okupas que encontramos en el inmueble son de origen rumano y no hablan español aunque uno de ellos, que lo chapurrea, asegura que «nunca hemos tenido problemas con nadie en el barrio. Nosotros estamos aquí y no nos metemos con nadie». Son conscientes de su situación de ilegalidad y saben que no tardarán en ser desalojados. De hecho en uno de los pisos, dos jóvenes, nada más abrir la puerta, aseguran que no viven allí y que están visitando a unos amigos.

Se trata de un edificio de renta antigua que el propietario pretende recuperar. El tema está en los juzgados mientras llega la orden de desahucio. Entre tanto, la Policía ha acudido varias veces al inmueble ante las denuncias vecinales, pero no ha podido desalojar a la espera de la orden del juez. «Si no se les puede echar hasta que salga el juicio, lo que pedimos es que la Policía Local vigile más la zona, que limpien las aceras de alrededor de la casa porque hay veces que no se puede ni pasar, y que se meta un poco de presión para que este barrio pueda vivir y dormir tranquilo», piden los vecinos.