Las obras de la plaza Séneca han desvelado la existencia de un refugio antiaéreo de la Guerra Civil en perfecto estado de conservación hasta el punto de que el Ayuntamiento incorporará su rehabilitación al proyecto de reforma de la plaza para que el viejo recinto subterráneo que debió tener capacidad para un centenar de personas, sea visitable e incluso pueda acoger exposiciones u otras actividades culturales.

El acceso al refugio apareció el viernes pasado cuando se procedía a retirar el asfalto y las aceras de los andenes de la antigua estación de autobuses. Se trata de un pequeño agujero cuadrado por el que apenas cabe una persona que da acceso al refugio en el que hace casi 80 años se guarecían de los bombardeos los alicantinos de la zona.

Ayer el concejal de tráfico y Seguridad, Juan Seva, visitó el refugio junto con varios técnicos municipales y, ante sus dimensiones y buen estado de conservación, se ha optado por conservarlo para que pueda ser visitado por los alicantinos como ejemplo del centenar de refugios similares que hubo repartidos por toda la ciudad.

Tras bajar por el pequeño agujero y, tras sortear una montaña de escombros que obligan a acceder agachados, se accede a la nave central a cuyos lados hay una docena de cubículos en los que se agrupaban los alicantinos cuando sonaban las sirenas anunciando un inminente bombardeo.

En las paredes aún se pueden leer las recomendaciones instando a la gente a acceder al centro del refugio y no bloquear la entrada, a no fumar o a ceder los asientos a los niños y a los ancianos. En uno de los cubículos hay restos de lo que debió ser una puerta y en su interior se puede leer que se trataba de una zona «reservada», aunque no se sabe para quién porque el resto del aviso se ha borrado. En otro de los espacios que componen el refugio, hay una palangana y restos de unos viejos zapatos y en el de al lado cuelgan desde un respiradero las raíces de un árbol hasta tocar el suelo.

El calor y la humedad del interior del recinto hace imposible no pensar en los alicantinos que esperaban allí aterrorizados a que acabaran los bombardeos pese a que los técnicos municipales aseguran que «hay un techo de hormigón muy ancho y unas columnas muy fuertes que hacían prácticamente imposible que esto se viniera abajo».

La sensación de claustrofobia debía ser grande ya que apenas entra el oxígeno de pequeños respiraderos en el techo. Los usuarios del recinto al menos tenían luz eléctrica que volverá a instalarse para hacerlo visitable tal como aseguró ayer el concejal Juan Seva durante su visita. El concejal de Tráfico se puso ayer mismo en contacto con el área de Cultura para coordinar el proyecto de conservación del viejo refugio y planificar las actividades que pueda acoger en el futuro.

Esta información se ha elaborado con la colaboración de Francisco González.