Pasadas las once y media de la mañana, cuando estaba previsto que el tranvía de la Línea 2 arrancara desde la estación de San Vicente del Raspeig cargado de periodistas, técnicos y políticos con el presidente de la Generalitat a la cabeza, más de 150 personas portando pancartas y banderas, se sentaban en las vías frente al tranvía dispuestos a impedir su paso y a aguar el viaje inaugural. Ni la Policía, ni la Guardia Civil, ni los antidisturbios que llegaron en unos minutos, disuadieron a los manifestantes en su propósito ni acallaron sus gritos contra la corrupción, los recortes y el gobierno del Partido Popular.

Entre tanto, los cargos públicos que esperaban a Alberto Fabra en una esquina de la parada para realizar el viaje hasta Alicante, empezaron a plantearse que, si había que ir a la plaza de los Luceros, tendría que ser en coche. «No es cuestión de cargar contra los manifestantes así que haremos la inauguración en Luceros y ya está», señalaba la consellera de Bienestar Social, Asunción Sánchez Zaplana, pendiente de la llegada de Fabra, junto al rector de la Universidad de Alicante, Manuel Palomar; el vicepresidente del Consell, José Císcar; y la alcaldesa de San Vicente, Luisa Pastor, entre otros cargos. Así que cogieron sus coches, oficiales en su mayoría, mientras un miembro del equipo del presidente avisaba a Fabra por teléfono de que fuera directamente a Luceros y no se le ocurriera acercarse por la parada de San Vicente.

Peor lo tuvieron la treintena de periodistas convocados para realizar el viaje inaugural y que de pronto se encontraron colgados, sin coche que los recogiera y con las prisas de llegar a tiempo a Luceros para presenciar el encuentro entre Fabra y la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, y ver si la frialdad entre ambos se evidenciaba o, como finalmente ocurrió, mantenían las apariencias con besos y aparente cordialidad pese a que Castedo era reacia a inaugurar la línea tras tres años de espera.

En San Vicente, y mientras los políticos se subían en sus coches y los periodistas se buscaban la vida, los manifestantes seguían increpando al presidente del Consell y a todo el PP entre pancartas de EU y del PC, banderas republicanas y carteles de protesta bajo la mirada de las fuerzas del orden.

Ya sobre las once de la mañana, una decena de personas, con el coordinador de EU de San Vicente, Juan Rodríguez, a la cabeza, esperaban pacientes a Fabra con sobres vacíos en la mano para agitarlos a su llegada en alusión al caso Bárcenas. Frente a la parada, otro grupo desplegaba una gran pancarta contra la ley Wert, pero estas tímidas protestas quedaron eclipsadas media hora después al llegar por las vías un gran y heterogéneo grupo procedente de la Universidad con carteles contra los recortes sociales y contra la corrupción: «Los discos (de Bárcenas) eran tan duros como vuestra cara», se podía leer en un cartel. «No falta dinero, sobran ladrones», se leía en otro. Y, entre tanto, sentados sobre las vías frente al tranvía, coreaban consignas: «Fabra, cabrón, trabaja de peón», «No es un gobierno, es una mafia», gritaban, ante la mirada impasible de los antidisturbios. Así un rato hasta que, al saber que no iba a haber viaje inaugural se dispersaron. «Es que es una vergüenza inaugurar esto después de tres años parado», señalaba uno de los manifestantes, mientras otro mostraba su satisfacción: «Por lo menos les hemos aguado la fiesta».