­El cine como industria es en sí mismo una herramienta de desarrollo económico para un territorio, por toda la actividad que lleva aparejado. Sin embargo, puede tener también implicaciones turísticas, al difundir en la pantalla los atractivos de un lugar determinado. Ésa es una de las claves que se abordan en el libro «Territorios de cine», editado por la Universidad de Alicante (UA) y que analiza la repercusión del celuloide en la promoción territorial, prestando atención a aspectos como los rodajes que se han realizado en la provincia, la contribución que han tenido -o no- al impulso económico y la imagen del sitio en cuestión que esas películas han difundido.

El volumen se presenta esta tarde en Villena, dado que uno de sus coordinadores es el director de la Sede de la UA en esta localidad, Antonio Martínez Puche. Según él mismo explica, el libro pretende mostrar cómo «el cine puede ser una actividad económica con notables beneficios para el territorio y un elemento de promoción». En este sentido, recuerda que «en otros lugares ha funcionado» esa identificación de las imágenes en pantalla con la promoción territorial, pero en la provincia de Alicante no se ha dado ese caso, pese a contar con «los mejores estudios de Europa, localizaciones e industria». A su juicio, la escasa repercusión de los rodajes en Ciudad de la Luz es «un ejemplo de reflexión» acerca de esta cuestión.

Martínez Puche comenta, al respecto, la paradoja de que haya sido una serie de televisión de presupuesto mucho más limitado, «L´Alqueria Blanca», la producción que haya repercutido con mayor intensidad en la promoción de un espacio concreto de la provincia de Alicante. Desde que comenzara el rodaje de esta producción emitida por Canal 9, el lugar donde se ambientan sus exteriores, la Colonia Santa Eulalia -entre Sax y Villena- ha pasado de ser casi un poblado fantasma a todo un foco de atracción para visitantes de toda la Comunidad Valenciana. La clave, según el coordinador del libro, son los «valores endógenos» difundidos por la serie, como «paisajes, patrimonio, lengua y costumbres», con los que «los espectadores se identifican con mucha facilidad».

Este efecto sólo es comparable, para Martínez Puche, con la imagen positiva que el cine dio de Benidorm durante el franquismo, cuando «el turismo se imponía como base ideológica, sinónimo de progreso y desarrollo». El libro recuerda el protagonismo de esta localidad en muchas películas, como «Verano 70» de Pedro Lazaga. Sin embargo, esa imagen se convertiría en un arma de doble filo décadas después, al mostrar ese paisaje como un sinónimo de «la devaluación del territorio y la cultura del pelotazo urbanístico».

El libro recuerda también otros rodajes «históricos» realizados en la provincia, como «Los siete magníficos» en Agost o «John Paul Jones» en Dénia. Hechos de los que, para Martínez Puche, «apenas se ha sacado partido» a pesar de su potencial de promoción territorial.