«Visité puerta por puerta todas las clínicas y laboratorios de fertilidad de Madrid, Barcelona, Valencia... y no tuve ni un ápice de esperanza de encontrar un puesto de trabajo. También envié currículums por Europa, con resultados parecidos. El panorama laboral está muy paralizado, pese a que la demanda de los servicios no ha decrecido tanto, pero las clínicas evitan cubrir los puestos que quedan vacantes», relata Andrea Bagur (Benidorm, 1983), bióloga por la Universidad de Alicante y experta en reproducción asistida. Así que cuando le surgió una posibilidad en México, no lo dudó. Fue hace apenas unas semanas y a principios del pasado mes de junio cogió un avión con destino Cancún.

El caso de Andrea tiene sus matices, ya que desde que terminó sus estudios nunca le faltó trabajo. «Aunque ninguno relacionado con su especialidad», matiza. De hecho, su último empleo en España era como responsable de seguridad alimentaria en un hotel. Y se arriesgó. «Dejé el trabajo para buscar una oportunidad como embrióloga», explica. Y la suerte le miró a los ojos después de años dándole la espalda. «Envié una candidatura por internet y en apenas una hora recibí la respuesta del director de la clínica, interesado en que formara parte de su equipo de trabajo». Hoy, Andrea ya trabaja en Cancún, con contrato indefinido.

De su llegada a México recuerda la excesiva sensación de humedad y la amabilidad de los locales. «Desde el primer momento, te acogen como si fueras parte de su familia. También me sorprendió la tranquilidad con la que se toman la vida, no se alteran por nada, Y me impactó, ya camino del hotel en Cancún, la vegetación tan frondosa y la viveza del verde», añade.

Y pese a que pasan los días, aún le sorprende encontrarse con una iguana campando a sus anchas por las calles... Desde la perspectiva negativa, aunque más a modo de anécdota, la inexistencia de aceras o pasos de peatones, «es una aventura cruzar la calle». «A México me traería a mis amigas, a las que echo mucho de menos... También algún supermercado de confianza, el ambiente de los bares al caer la noche, con sus tapitas y cervezas... También importaría las reuniones con los amigos para ver un partido de fútbol, la paella de mi abuela, mi isla de Benidorm, las playas de Altea y el Albir... ¡Ah! Y el gato egipcio de mi hermana, que me daría mucha compañía».

En España dejó a su familia y a sus amigos, que le organizaron una fiesta sorpresa, ambientada en México, antes de su marcha. «No necesito irme a 8.000 kilómetros para saber con qué gente cuento, pero la verdad que la despedida superó todas mis expectativas. Se juntaron más de sesenta personas, entre familiares y amigos. Y mi hermana montó un video en el que las personas que quiero me dedicaron un playback y unas bonitas palabras. Lo hicieron para que les recuerde a pesar de la distancia. Yo espero que vengan pronto a visitarme», explica Andrea.

Y aunque acaba de llegar, no rehuye su regreso a España. «Mi intención es volver cuando adquiera la suficiente experiencia y cuando la situación laboral en España mejore... ¡Pero quién sabe...!», reconoce la joven bióloga.

Ahora, sin embargo, no es el momento. «De mis compañeros de promoción, una minoría trabaja en la provincia de Alicante. La mayoría trabajan fuera, aunque no todos en el campo de la biología. Y algunos han emigrado, a Helsinki, Amsterdam, Australia... Pero hay muchos que se dedican a profesiones que no tienen nada que ver con nuestra preparación», explica Andrea, quien ve más que negro el futuro más inmediato de España: «La situación del país es precaria, cada vez hay más recortes en Educación, Sanidad, Bienestar Social... Lo que me hace imaginar que mi vuelta no será a corto plazo».

En México, explica Andrea, no son realmente conscientes de la tesitura de España: «A los mexicanos les sorprende la cantidad de españoles que están emigrando a su país en busca de oportunidades». Como ha hecho Andrea. Otra más.