Es un sentimiento general, aunque las cifras oficiales se resisten. Las últimas proyecciones decían que más de dos mil jóvenes alicantinos habían abandonado la provincia durante el pasado año. Pero la realidad va mucho más allá de los fríos números. Y basta con mirar alrededor para encontrar ejemplos y más ejemplos de chavales preparados que, forzados por el drama del desempleo en España, se han visto obligados a coger la maleta y emigrar. La situación dista de la que vivieron sus antepasados en torno a la década de los sesenta. Ahora existen las nuevas tecnologías, pero la necesidad de un abrazo seguramente no ha cambiado un ápice.

Hace justo un año, INFORMACIÓN quiso poner rostro a los nuevos emigrantes alicantinos, a través de una serie de reportajes semanales que arrancó a finales de julio de 2012 y que hoy toca a su fin. Durante estos últimos doce meses, el periódico ha recogido en sus páginas el testimonio de un total de 75 jóvenes con perfiles muy variados. La mayoría, no obstante, con currículums envidiables. Universitarios, con másteres, idiomas... y aburridos de esperar una oportunidad laboral en su país, no dudaron o sí en buscar alternativas fuera de España. Lo hicieron, aunque sabían que no era un reto sencillo. Para la mayoría, de hecho, el cambio no resultó fácil, ya que dejaban atrás toda una vida. Y pocos, como ellos mismos se encargan de subrayar, hicieron las maletas en busca de emociones fuertes, contradiciendo así las polémicas declaraciones de Marina del Corral, secretaria general de Inmigración y Emigración del Gobierno de España, quien aseguró que los jóvenes españoles salían del país por «espíritu aventurero». No es, sin duda, la sensación que se desprende tras hablar con casi dos centenares de personas, entre los propios emigrantes alicantinos, así como sus familiares y amigos.

Luis Aparisi, un arquitecto alicantino de 31 años, fue el encargado de abrir la serie de reportajes. Él, que emigró a Suiza en 2010, reconocía sentirse una persona «muy afortunada», al encontrar en el país europeo una oportunidad para desarrollarse como profesional. Sin embargo, no ocultaba la otra cara de su marcha: «He tenido bajones estos años».

La bióloga Andrea Bagur, por su parte, es hoy la encargada de poner el punto final a los testimonios de jóvenes emigrantes alicantinos, pese a que la hemorragia de la emigración aún sigue abierta. Benidormense de nacimiento, se ha visto obligada a marchar a México para trabajar en su sector, la reproducción asistida, que en España nunca le abrió las puertas.

Otros jóvenes han optado por probar fortuna en el exterior, sabiendo que de partida no iban a trabajar en su profesión. Por ejemplo, el ilicitano Eloy Sánchez, periodista de formación, que emigró en 2009 al Reino Unido, donde trabajó como dependiente, camarero, albañil..., antes de fundar su empresa de comunicación. «Yo me vine a Inglaterra sin idea de volver a casa. En España la situación está muy jodida», reconocía.

El sector de la Sanidad tampoco atraviesa por su mejor momento en España. Y fruto de ello, el sanvicentero Pepe Ato emigró a Francia en 2011. «Me da miedo atarme aquí con una pareja o un trabajo que me satisfaga y ya no volver a casa. La tierra tira mucho», explicaba el joven fisioterapeuta.

Alemania, Estados Unidos, Finlandia, Japón, Francia, Argentina, Reino Unido, México, Sudáfrica, China, Holanda... acogen a ingenieros, profesores, investigadores, publicistas, sociólogos, cocineros, geólogos, psicólogos... Buscar el perfil del joven emigrante español es altamente heterogéneo, ya que pocas profesiones se escapan al lastre de las cifras de paro. Ahora, el desempleo juvenil en España se sitúa en torno al 53%. Una cifra que no ha dejado de crecer en el último año. Hoy la serie de reportajes concluye, pero no porque falten casos por contar.