Preparan los cócteles junto a las rocas del Meliá, en el suelo del aparcamiento de la playa del Postiguet e incluso en la parada del autobús, los colocan en una bandeja y entran a la arena a venderlos. Cobran cinco euros por la sangría y los mojitos, seis por los cubatas y 1,50 por los refrescos, precios muy similares a lo que piden los bares del paseo por tomarlos en una terraza y, sin embargo, agotan la mercancía. Los vendedores ilegales -pertenecientes a tres clanes- proliferan en las playas alicantinas y este verano en el Postiguet "es el desmadre", según denunciaron ayer los propietarios de los quioscos Puerta del Mar, Miramar y Rompeolas, que cada día ven cómo entre quince y veinte personas les hacen competencia desleal con total impunidad al vender en la arena refrescos, cócteles, fruta, sandwiches, bocadillos y hasta pizzas, previamente adquiridas en comercios de Juan Bautista Lafora, calle situada en segunda línea de playa.

"La Policía Local les requisa a menudo la mercancía (la semana pasada les retiraron más de 250 litros de sangría y mojitos, y 90 kilos de fruta en el último mes)

pero les da igual. Tienen neveras llenas de productos enterradas en agujeros en la arena y cuando ven llegar a los agentes se avisan unos a otros, las tapan con toallas y se hacen pasar por bañistas. La Policía nunca llega a descubrir todo lo que tienen porque se inventan nuevos trucos", explica María García, de la terraza Puerta del Mar.

Los trabajadores de los bares describen la impotencia de los agentes, que les imponen sanciones entre 300 y 3.000 euros, que todos saben que no pagarán porque no les llegan, ya que carecen de domicilio fijo. "Son familias organizadas, la mayoría inmigrantes y algunos duermen en furgonetas por aquí cerca. Nunca llevan cantidades importantes para evitar que los lleven a Comisaría y dicen que la fruta o la bebida es para consumo propio. Aunque la Policía ha aumentado mucho la presión, en cuanto se dan la vuelta, regresan con más bandejas y neveras", dijeron los restauradores, que agradecen las redadas diarias de las unidades policiales, encabezadas por el oficial Porfirio Martínez, herido hace un año por un vendedor ambulante.

También denuncian las escasas condiciones higiénicas con que trabajan estos clanes.

"Tienen bocadillos metidos en bolsas en papeleras, y cuando se les acaban, van, meten la mano y los sacan. Luego la gente se los come en la playa. También hemos visto preparar cócteles sobre cubos de basura", aseguraron los propietarios de los negocios. Mateo Cardón, de la terraza Miramar, indicó que van por la arena con bolígrafo y libreta, y sirven a pedido, "como las comandas de los camareros". Además, llevan carteras en la cintura para la recaudación. En ocasiones, se atreven a pedirles cambio, seguros de que no les ocurrirá nada. "Cuando nos ven haciendo fotos, pasan por delante de nosotros con la bandeja y posan abiertamente". Por su parte, uno de los vendedores ilegales indicó que actúan así para poder subsistir.

Los vigilantes avisan desde sus torres

Los vigilantes de las playas alicantinas dan aviso también a la Policía Local cuando perciben la presencia de los vendedores ilegales desde sus torres, una labor más sencilla en el Postiguet al ser una playa pequeña pero más complicada en San Juan, donde también han detectado a estos grupos organizados. También han visto cómo las africanas que hacían trencitas en la Explanada se han traslado a la playa al estar el paseo ahora más vigilado.