Las obras para la entrada del AVE en Alicante han terminado por cambiar la imagen ferroviaria de una ciudad íntimamente ligada al ferrocarril desde que hace 155 años, en 1858, el primer tren procedente de Madrid llegara al centro de la capital de la provincia. El grueso de los trabajos se ha concentrado entre el "puente rojo" de la Gran Vía y la propia estación en una historia que comenzaba el 30 de septiembre de 2011 con el derribo del antiguo silo de Harinas Magro (San Blas), y casi terminará hoy, domingo, con los últimos retoques en una estación que entra en la historia ferroviaria de la ciudad.

Trabajos no exentos de polémica, ya que no todos los agentes sociales de la ciudad estuvieron de acuerdo en la demolición de algunos de los elementos arquitectónicos que Adif proyectó derribar y que le llegaron a enfrentarse, incluso, con el Ayuntamiento, que logró salvar, por ejemplo, parcialmente uno de los viejos silos. El que hoy sirve de conexión con la terminal.

Además, se ha tratado de obras muy molestas para los vecinos de los barrios pegados a las vías que han tenido que soportar ruidos, intensa circulación de camiones de gran tonelaje y densas nubes de polvo que se metían hasta la cocina, como sucedió en el verano de 2012.

Hoy, con el AVE a punto de entrar en Alicante, falta todavía bastante por hacer. El Gobierno dio el viernes un paso adelante importante con la inyección económica de 23 millones de euros para acabar las obras de la estación y, sobre todo, ejecutar un proyecto que debía estar resuelto en 2012: la eliminación del paso a nivel de Ausó y Monzó que, al menos, ya tiene consignación presupuestaria. Y una vez llegado el AVE, todavía seguirán temas pendientes. ¿Estación intermodal? ¿Parque central? Mañana se da un paso importante, pero no el último.