"Estaba en el paro desde hacía meses y sin derecho a la prestación por desempleo porque había estado trabajando sin contrato. Me encontraba bastante perdida y no sabía hacia dónde tirar. Me atraía México, aunque me daba pánico no encontrar nada". Pero de un día para otro, tomó la decisión: "Saqué el billete y a los doce días ya estaba México DF". Marina Pastor, una alicantina licenciada en Turismo y con un máster en Cooperación Internacional y Desarrollo, ya conocía su destino. De hecho, había pasado dos etapas de su vida en el país americano. "Y pensé si a la tercera iba a ser la vencida. Me vine hará dos meses, a buscarme la vida, sin nada fijo", explica la joven, que ahora trabaja en el área de ventas de una empresa nacional de arte, diseño y artesanía. "Me dedico a tender puentes entre artesanos y diseñadores mexicanos que no cuentan con las herramientas para darle el valor real a sus trabajos, y ponerlos así a disposición de clientes, tanto empresas como particulares", matiza Marina, encantada con su cometido actual de "revalorizar el arte mexicano".

Experta en turismo y cooperación, insiste en que México es "un país que concede oportunidades a quien realmente las busca", y continúa: "Sí, hay inseguridad, pero no como se piensa en España. Allí sólo llegan noticias muy negativas, pero yo aquí vivo muy tranquila: entro, salgo, viajo en metro, voy en autobús... Sé que hay muchos españoles que no vienen porque creen que es un país extremadamente peligroso. Y no es así", subraya la joven, que vive ahora su tercera etapa en el país, tras dos periodos previos que sumaron cinco años.

Desde su último regreso a España, en 2012, Marina nunca perdió el contacto con México. "Se me acabó una beca que me permitió durante dos años ser responsable de prensa de la Oficina Española de Turismo en México. Una de las mejores experiencia de mi vida, que me enganchó al país en el que había residido de pequeña. Así que al volver a casa, siempre estuve pendiente de posibles oportunidades". Y mientras en España no se movía nada, el "espíritu de supervivencia" -como lo califica la propia protagonista- la devolvió al continente americano: "Quería seguir adelante, no estancarme. Es muy fácil contagiarse del ambiente pesimista que se respira ahora en España. Quise darle una oportunidad a mi país, porque tenía ganas de estar en mi casa, con mi gente. Pero esa oportunidad nunca llegó, y en cambio sí me la ofrecieron en México".

Así, debido a que nunca se rompió su vinculación con su actual país de residencia, Marina se vio envuelta en dos procesos de selección de trabajo, lo que le hizo volver a cambiar de aires. "Por aquí todo va lento y estar en persona es muy importante para cualquier trámite. Ahí fue cuando decidí venirme. Y a los cinco días de llegar ya tenía trabajo. Ahora vivo modestamente, controlando el gasto, aunque mi situación comparada con la media nacional es buena. Además, en este país he comprobado que se reconoce el trabajo bien hecho, no como en España", explica Marina.

En México, está feliz, como reconoce la propia joven alicantina. "Mi familia se olía que antes o después me volvería. Es evidente que me gustaría tenerles más cerca, igual que ellos a mí. Pero me reconocen que, desde que regresé a DF, me ven más contenta", relata Marina, quien marca en rojo, con un toque de melancolía, otra fecha: "¡Aquí celebré otro cumpleaños más lejos de mi familia!".

De Alicante no sólo echa de menos a su gente. "Me acuerdo del mar y de las Hogueras. Siempre que puedo hablo de nuestras fiestas, de la pólvora, los trajes... Este año, no podré ir a las mascletás con mi madre ni salir en la Ofrenda con mi padre, y me da mucha pena porque lo disfrutábamos mucho. Era muy emocionante para mi familia", concluye.