Conciliador, dialogante, cercano y con una cabeza bien amueblada. Un par de horas de conversación con el rector de la UA son suficientes para comprobar que responde a lo que cuentan de él quienes le conocen bien, y que tiene madera. Madera, ambición y ganas. Asegura, rotundo, que ahora centra su atención en la política universitaria. Pues eso, será ahora. Pero el tiempo dirá si Manuel Palomar no salta a la política con mayúsculas. A la de partidos, a la que puede situarle en un cargo desde el que tomar decisiones para cambiar las cosas. Es legítimo. En cualquier caso, él niega que sea su intención. Sin embargo, deja claro que como rector pretende ser una voz de referencia, comprometida, independiente y solidaria en la sociedad de la provincia. Y desde luego, participar, participa. Donde hay que ir, va. Ya sea como jurado de la Bellea del Foc, de invitado relevante en un acto empresarial o de asistente a un recital, lo que se tercie. Además de ocuparse de la gestión de la Universidad con nuevos proyectos, de lidiar con la agonía continua del dinero que no llega y de su propio currículum, despliega una actividad impresionante sin ir acelerado, o al menos no lo aparenta. El secreto, según cuenta, es que cuando se dedica a algo se entrega a ello por completo: "Si hago de rector, pues soy rector. Si estoy con mis hijos, juego con ellos. Si vivo las Hogueras, vivo ese mundo...".

Y lo de ser equilibrista, debe salirle de dentro, algo natural, porque tiene una gran capacidad para nadar y guardar la ropa. Ni una palabra contra los responsables del Gobierno autonómico, al contrario, pero sí mensajes en los que deja caer opiniones críticas, ya sea veladamente o a las claras, en función del tema y de su proximidad a los receptores a las mismas. Quiero decir que el gobierno central le queda más lejos que el Consell. Sabe que tiene que pactar acuerdos y evita el enfrentamiento y la tensión.