"La familia sería lo único que nos haría volver a España. No todo es dinero, pero es imposible que las oportunidades laborales que nos está ofreciendo Estados Unidos las podamos tener en España", asegura Javier Fernández, doctor en Biología por la Universidad Complutense de Madrid, que trabajó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid y en el Instituto de Neurociencias de Alicante.

Ahora, a los 38 años, Javier vive junto a su mujer, Vanesa, y su hijo, Marcos, en Nueva York, donde trabaja como investigador en la Universidad Rockefeller, a la que están asociados una veintena de premios Nobel en la historia.

En la ciudad que nunca duerme nació el pequeño Marcos, que en breve cumplirá dos años de vida. "Le pusimos un nombre español, pero él pronuncia Marcos con acento americano. Estamos encantados, en casa hablamos en castellano y en la guardería, que es de la universidad, le hablan en inglés, así que Marcos será bilingüe. De hecho, ya enseña palabras en inglés a su abuelo José Antonio", explica un orgulloso padre, quien admite que regresar a su país es, en todo caso, una opción a largo plazo: "Ahora no me lo planteo, no tengo ninguna ilusión debido al terrible estado del país y a la casi nula inversión en investigación en España. No obstante, tengo bien claro que las condiciones para investigar en España nunca serán como las que ofrece este país. Es impensable".

Javier estudió la licenciatura de Biología en la Universidad de Alicante. "Fue por vocación, desde pequeño me gustaban los animales y las plantas, y aunque me dijeron que la Biología no tenía futuro laboral, decidí estudiar esa carrera para no arrepentirme el resto de mi vida. De más mayor, mi sueño fue dedicarme a la investigación, llegué a idealizarla", explica Javier desde su apartamento en el recinto universitario, poco después de dejar a su hijo Marcos en la guardería, también perteneciente al centro educativo.

Acabada su formación en la universidad de Alicante, Javier consiguió una beca e inició el camino hacia el doctorado en Madrid, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Tras cinco años en la capital, Javier regresó de manera temporal a Alicante. "Antes de venirme a Nueva York, estuve un año en Alicante, trabajando como becario en el Instituto de Neurociencias", señala el científico alicantino.

Javier nunca tuvo dudas sobre su destino laboral. "Siempre tuve claro que me quería dedicar a la investigación, aunque al principio me tocó malvivir en Madrid con una beca que apenas me permitía mantenerme. Supe desde el principio que la investigación no es un camino fácil y que exige mucho sacrificio". De hecho, Javier recuerda el temor con el que emprendió en el año 2001 su camino a Madrid: "Era la primera vez que salía de casa y tuve bastante reparo".

Ahora, sin embargo, admite que la nostalgia dura un tiempo. "Añorar España me duró un par de años en Nueva York, no más. Es un sentimiento que nace con fuerza pero que se diluye con el paso del tiempo. Nueva York, además, te acoge enseguida y en el campus de la universidad estamos muy unidos porque la mayoría tiene también la familia muy lejos".

De su experiencia, Javier subraya que en Estados Unidos se "valora" al profesional, "mientras que en España tienes que dar las gracias a diario si te dan un trabajo". Y no sólo se refiere a la situación actual de crisis... "Forma parte del carácter del país", matiza.

Y si habla de la ciencia, aún peor. "En España, por lo general, siempre se ha vivido mal de la ciencia, y la tendencia va a peor. Se te quitan las ganas de plantearte volver a tu país. Los amigos que han estado en el extranjero me dicen que no volvamos, que nos quedemos en Nueva York todo lo que podamos", señala. ¿Y la familia? "Nos apoyan, dicen que ya habrá tiempo de tenernos en casa", añade Javier, que importaría a Nueva York el clima de Alicante.

De paseo por Central Park

Pero Javier no está solo en Nueva York. "Llegué seis meses después que él y el idioma, de inicio, fue un choque. Crees que sabes inglés, pero cuando aterricé y empezaron a hablarme no me enteraba de nada". No obstante, Vanesa apenas necesita el idioma para sentirse independiente. Ella, filóloga hispánica, empezó su carrera laboral en Estados Unidos como profesora de idiomas. "Aquí piden muchas clases de español. En estos años, he trabajado en el Reina Sofía y en el Cervantes... No obstante, en un futuro me gustaría dar clase en la ONU o en alguna universidad". Ahora, mientras retoma su profesión, disfruta de los primeros años de vida de su hijo.

"Tras renovar los papeles, he vuelto a trabajar. Javier consiguió la green card con varias cartas de recomendación de la universidad. Con ese permiso de residencia permanente, tanto mi marido como yo podemos trabajar en Estados Unidos", recalca Vanesa, que recuerda con una sonrisa su embarazo en Nueva York: "Mi familia estaba lejos, pero Javier estuvo muy cerca de mí. Por suerte, teníamos un buen seguro médico que nos cubrió todo el proceso, porque mi madre tuvo una úlcera en una de sus visitas y, de no ser por un seguro de viaje que se hizo, habría tenido que pagar 30.000 euros por la atención sanitaria".

Licenciada en Filología Hispánica y con un máster en Biblioteconomía, Vanesa ni se plantea establecerse de nuevo en España. "Siempre piensas en volver, pero mis actuales condiciones de trabajo como profesora de español y el reconocimiento laboral que tengo aquí serían inigualables en España, y menos con la crisis".

Por tanto, la pareja alicantina piensa más en recibir visitas que en hacer las maletas. "Cada poco tiempo viene la familia. Si no es mi madre, son los padres de Javier o su hermana... Nos gusta que vengan a vernos, sobre todo por Marcos. Él, por esa parte, es el gran damnificado, porque está perdiendo el contacto diario con sus abuelos y el resto de la familia. Y ese tiempo no lo recuperará".

Todo lo demás es positivo en Nueva York. "Si echo la vista atrás, alucino. ¡Quién me iba a decir hace diez años que un domingo iba a disfrutar del buen tiempo paseando con mi hijo por el mítico Central Park!", explica Vanesa, quien destaca las infinitas oportunidades de Manhattan: "Tienes todo el ocio. Aunque luego acabas viviendo una vida de barrio".

De Alicante, admite que le sorprende los cambios que aprecia cada vez que regresa. "Cuando voy veo más y más locales cerrados. A veces le digo a los amigos de ir a un bar o a una tienda y me advierten que va a ser imposible porque ya ha cerrado. El pasado verano, me sorprendió el ambiente que hay por la calle Castaños, ¡estaban todas las terrazas llenas!".

"Cambié la fecha para que vengan a mi boda"

Ángel Fernández, hermano de Javier, se casa en breve, y a todos los preparativos de la boda tuvo que añadir uno más: elegir bien la fecha para que su hermano, su cuñada y su sobrino pudieran estar presentes en un día tan especial. "Tuve que hacer encaje de bolillos para compaginar mi trabajo en la hostelería con el ritmo de mi hermano. Mi idea era casarme en otra fecha, pero al final la cambié para que vengan todos ellos a mi boda", explica Ángel Fernández, quien admite que echa "demasiado de menos" a su sobrino Marcos: "Cuando vi en vídeo cómo empezaba a andar, no pude evitar unas lágrimas".