¿Qué encontrará el lector en "Oquedad: una historia de hoy"?

Encontrará un cúmulo de sucesos inexplicables, suspense, motivación, crítica y matices que no ha visto antes. Además, descubrirá un enfoque nuevo y fresco aplicado a una realidad evidente, en la que priman los excesos, la corrupción y la falta de expectativas. Digamos que he intentado combinar la ficción con una dosis de rabiosa actualidad. Por tanto, considero que cualquier persona podrá identificar una parte significativa de sus pensamientos, sus opiniones, sus necesidades e incluso de sus propios comentarios habituales en una marea de circunstancias que suceden vertiginosamente a través de un día a día del todo creíble.

¿Se ha basado en hechos reales?

Me he basado en una realidad que es de dominio público y me he inspirado en la infinidad de noticias, artículos y otros sucesos que han inundado los cientos de titulares de los medios de comunicación en los últimos tiempos. Con ese punto de partida, he procurado transformar esa actualidad en un compendio de acontecimientos cargados de suspense que obligarán a tomar aire en más de una ocasión. Ahora bien, las desapariciones insólitas de una misma persona, los abusos, la desazón y la apoteosis de acontecimientos escabrosos que han de afrontar los personajes principales son meramente ficticios. En realidad, las circunstancias que he abordado en el libro no coinciden con un hecho en particular, pero sí resultarán familiares para quienes hayan vivido en un radio de 2.000 kilómetros durante estos últimos cinco años.

Habrá tenido muy en cuenta los múltiples casos de corrupción que están azotando el país.

Efectivamente. Han incidido de forma muy considerable en la historia. Me han servido como fuente de inspiración, no tanto particularizados y en la faceta en que resultan conocidos, sino sobre todo como escenario y caldo de cultivo en el que tienen lugar muchos de los hechos relevantes que configuran la trama. Sin embargo, la línea argumental va más allá de la pura insistencia sobre lo que nos indigna cada día, puesto que la orientación que se genera con la historia adopta un cariz inesperado.

En el libro también habla de la falta de expectativas laborales de la juventud. Como profesora, ¿qué ambiente palpa en clase?

Mis alumnos me han ayudado a comprender los efectos que se generan con la falta de perspectivas. Sus valoraciones y comentarios me han permitido trasladar al plano de la ficción cómo percibe el futuro un estudiante sumamente preparado que, por lo general, encontrará pocas opciones en el mundo profesional. Sin duda, en la Universidad de Alicante luchamos para que nuestro bien más preciado, constituido por el alumnado en tanto que factor humano y fuente de nuestro orgullo, vea compensado su esfuerzo y traslade a la vida cotidiana su talento. Por desgracia, el ambiente general que se palpa resulta bastante desalentador.

Se trata de su primera novela. ¿Cuándo decidió escribirla? ¿Y por qué?

Pues se trata de una primera novela muy meditada que empezó a gestarse precisamente con los albores de esta situación convulsa que nos aqueja en la actualidad. Hace aproximadamente unos dos años y medio descubrí que aquello que siempre se había dado por supuesto empezaba a perder su sentido. Igualmente, detecté que se estaba perfilando un agujero real y ficticio en todos los ámbitos de la vida.

Como ciudadana, ¿qué le parece la clase política española?

Como la mayoría, creo que necesita un giro de 180 grados por una cuestión eminentemente práctica, pues considero que la ciudadanía en general comparte el mismo sentir de desazón y falta de confianza en quienes supuestamente les representan. Hoy por hoy, son pocos los ciudadanos de a pie los que se enorgullecen de pertenecer a un partido determinado, sea cual sea, probablemente porque los ideales se han desdibujado en un entorno asfixiante y desmoralizador. Además, los abusos evidentes cometidos por miembros de todas las formaciones políticas conllevan una impresión de desasosiego generalizado, cuya única solución pasa por el sentido común y el apoyo a la cultura del esfuerzo. En mi opinión, la única posibilidad que tenemos como país consiste en propiciar el bien común y favorecer que disciplinas como la educación, la investigación y los derechos fundamentales se adueñen de la actualidad. Por otra parte, pienso que la única opción para los políticos como medida de conservar su estatus es replegarse hacia la reflexión y ceder ante una cuestión de pura inteligencia. Deben prepararse incansablemente en función de sus responsabilidades y aprender que no pueden destruir el entorno del que se nutren.