María Teresa vio cómo, hace justo un año, su hija Davinia, diplomada en Magisterio, empezaba una nueva vida en Irlanda, a donde llegó para trabajar como niñera [au pair] y en busca de una oportunidad en el sector de la educación infantil. Poco después, el pasado mes de octubre, otra de sus hijas, la "pequeña" Encarni, también seguía el camino de su hermana Davinia, aunque con un destino algo más lejano, México. Al país americano, Encarni llegó con la idea de hacerse camino en la gerencia de establecimientos de moda, siguiendo así la preparación académica que inició en España con un máster en Decoración de Tiendas, Visual Merchandising y Escaparatismo.

Davinia, que acaba de cumplir 28 años, siempre tuvo claro que su profesión iría ligada a los niños. "No sabía qué estudiar, pero sí sabía que los pequeños me encantaban. Así que me acabé decidiendo por Magisterio Infantil", explica desde Dublin. Pero como la nota de corte no le permitió empezar su formación académica en Alicante, Davinia dedicó sus 18 años a trabajar en una tienda. "Hice tiempo para volver a intentarlo en la selectividad. Al final, me cogieron en Valladolid... Y allí que me fui", señala. Esa experiencia le marcó: "Fue la primera vez que me iba de casa... Y encima me tocó combatir con el frío y con el carácter de los castellanos", añade Davinia, quien regresó a casa con 23 años, ya diplomada y tras haber probado el mercado laboral con esporádicas clases particulares.

Ya en Alicante, empezó la búsqueda de trabajo. Su vuelta al Mediterráneo coincidió con el inicio de la crisis, allá por 2008... Y desde el principio, ya empezó a notarlo. "Estuve un mes en una tienda y seis meses en un parque infantil, hasta que lo cerraron. Luego en una escuela infantil en San Vicente, en mi primera experiencia en mi sector, y a continuación en otra guardería, ya en Alicante", relata Davinia, quien en septiembre de 2011, tras encadenar contratos de todo tipo, acabó engrosando las listas del paro. "Después de dos años en la escuela infantil en Alicante, me vi fuera porque había bajado el número de niños matriculados. Y lo peor es que no me lo esperaba. Así que me encontré en la calle y siendo consciente de que el mercado laboral estaba más que complicado", explica la joven profesora, que empezó una prácticamente infructuosa búsqueda de trabajo. Le ofrecieron un contrato en una empresa de tiempo libre y ocio. "Fueron tres meses, con pocas horas a la semana y aún menos dinero... Por ahí no estaba el futuro. Ese tiempo fue más que suficiente para darme cuenta", añade.

Entonces, se encontró con un anuncio en Internet. "Vi que buscaban au pair... Y me llamó la atención, así que envié mi currículum y a los cinco minutos me llamaron. Me dijeron que si estaba interesada, en enero ya podía estar trabajando. Fue estresante, pero creí que era la mejor oportunidad. En España no salía nada y las pocas oportunidades que había, siempre pedían un buen nivel de inglés, que yo no tenía. Así que era la ocasión para trabajar, y así sentirme útil, mejorando un idioma cada vez más importante en el mundo", asegura.

Su nivel de inglés no era el mejor para trabajar en ese idioma, pero no le importó. "De hecho, las primeras conversaciones con la familia tuvieron que ser por correo electrónico, ya que por teléfono era casi imposible entendernos", apostilla Davinia, que acabó en una familia con tres niños, con edades entre 0 y 5 años. "El inglés me daba mucho miedo, pero la gente me ayudó mucho. Fue una pasada, aunque no dejas de estar sola, en otro país", explica Davinia, quien admite que, aunque le recomendaron no juntarse con españoles para mejorar su inglés a un mayor ritmo, acabó cayendo en la tentación.

Esa primera experiencia en las islas británicas acabó el pasado verano. "Me podía haber quedado más tiempo, pero pensé que con mi inglés ya podría encontrar trabajo en España. ¡Qué ilusa fui! Al final, después de mucho buscar, tuve que volver a hacer las maletas. Así que contacté de nuevo con la agencia y acabé de nuevo como au pair, aunque esta vez en Inglaterra". Pero en esta segunda experiencia, Davinia, ya con un mejor inglés, empezó a mover hilos para encontrar un trabajo en su sector, la educación. "Eché currículums en guarderías, y en dos días recibí dos llamadas. Fue increíble, después de las semanas que pasé en España", explica Davinia, quien desde hace apenas dos semanas trabaja en una escuela infantil en Dublin: "No puedo ser más feliz. Por fin he encontrado una oportunidad como profesora, y además tengo como compañeras a otras tres chicas españolas".

También acompañada por un español, aunque en este caso su novio Aridai, Encarni aterrizó en México hace poco más de tres meses, con la intención de empezar una nueva vida en el continente americano. Cuando la burocracia les deje, eso sí, trabajarán como gerente en una tienda de Calvin Klein en Distrito Federal, donde residen, y en una empresa especialista en encuestas, Ipsos Bimsa, respectivamente. Mientras tanto, conocen la ciudad: "Hemos tenido muy mala suerte con los papeles. Nada más llegar a México tuve tres entrevistas de trabajo, por lo que todo parecía marchar como esperaba. Pero apenas un mes después, cambió la ley migratoria y todo empezó a complicarse. Fue un caos. Antes servía con entrar como turista y encontrar un trabajo, para que te dieran la tarjeta de residente temporal. Ahora no. Ahora todo es más complicado y mucho más largo. Así que aún estamos en fase de solucionar los problemas para empezar a trabajar. Este tiempo de espera nos está permitiendo conocer DF, una ciudad inmensa, llena de contrastes. Hemos visto que la comida mexicana en nada se parece a la que nos llega a España, nos gusta pasear por un parque cercano a casa en las bicicletas gratuitas que ofrece el Ayuntamiento o ir al cine por apenas dos euros", relata Encarni, licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Málaga, quien admite que lo único que no echa de menos de España es "el estado anímico de la gente". "El país está en una situación de depresión colectiva contagiosa... Ver a tus compañeros de carrera perdidos como gallinas sin cabeza... No recibir una buena noticia de nadie. Todo eso acaba por hundirte", concluye Encarni.

"Todavía se me escapan algunas lágrimas"

En apenas unos meses vio cómo sus tres hijas se marchaban de casa. Una, la mayor, se marchaba a vivir con su pareja, aunque cerca de casa. Mientras que las otras dos -Davinia y Encarni- cogían sendos aviones con destino a Irlanda y México, respectivamente. "Lo pasé muy mal, no entendía por qué se tenían que ir tan lejos. Irlanda la veía en el otro mundo... ¡Imagina México! Pero ahora estoy contenta, las veo bien y eso es lo único que importa", cuenta María Teresa Morcillo, madre de Davinia y Encarni, quien admite que todavía se le escapan "algunas lágrimas".

El tiempo que le ocupa su padre, ya anciano, asegura que le sirve para llevar mejor la ausencia de sus dos hijas pequeñas. "Tener el tiempo ocupado me viene bien para pensar lo justo. Pero es cierto que ya estoy mentalizada, aunque me costó; cuando me dijeron que se marchaban, me pareció un auténtico disparate. Ahora me doy cuenta que prefiero tener a mis hijas contentas al otro lado del mundo a tenerles en casa y que estén amargadas por no tener trabajo. Creo que Encarni volverá más pronto que tarde, pero me da que Davinia, si todo le marcha bien, se acabará quedando a vivir por Irlanda, la veo tremendamente feliz por allí", concluye.