Probó fortuna en Madrid y Palma de Mallorca, antes de tomar rumbo hacia Alemania. Pau Vicedo, ingeniero en telecomunicaciones, ya conocía el país de su etapa universitaria, cuando estuvo durante un curso en Stuttgart como estudiante Erasmus. Llegó a Hamburgo el pasado mes de mayo, atendiendo a la recomendación de un joven alemán al que conoció en su etapa en la capital balear. Le comentó que una empresa de Hamburgo buscaba a un consultor con su perfil profesional. No se lo pensó. Desde hace nueve meses vive en Alemania.

Tampoco lo dudó su hermano Joan. Arquitecto de profesión, decidió en abril del pasado año cambiar de aires. Aquí no había conseguido cotizar ni un sólo día y la crisis de la construcción no arrojaba luz sobre su futuro laboral. Eligió Alemania, a donde llegó con el objetivo inicial de aprender el idioma. En Berlín tenía un primo, al que le preguntó si podía acogerle durante unos días. Allí se quedó casi tres meses, tiempo en el que estudió y trabajó como camarero, hasta que su hermano Pau, ya instalado en Hamburgo, le invitó a compartir piso.

Unos meses después, en septiembre, Jordi llegó a la segunda ciudad más poblada de Alemania, sólo superada por la capital, Berlín. Jordi, hermano mayor e ingeniero informático, trabajaba como profesor en la universidad, pero sin plaza fija. En la empresa de Pau, que se dedica a los cruceros de lujo, buscaban a un experto en programación. Pau recomendó a su hermano, y poco después aterrizó en Hamburgo. Jordi llegó con su mujer y sus dos hijos. Tras pasar un trimestre en la ciudad y a la vista de las facilidades que ponías los jefes para trabajar a distancia, la familia optó por regresar a Alcoy. Antes de Navidad volvieron a casa, donde les esperaban sus padres, Vicent y Xelo, que durante unos meses vieron cómo sus tres hijos -Jordi, Joan y Pau- dejaban atrás España para buscar una oportunidad en Alemania.

Todo empezó hace unos diez meses, cuando Vicent recomendó a su hijo Joan que probara fortuna fuera de España. "Al terminar la carrera, había colaborado con el estudio de arquitectura de un familiar, pero veía que el futuro no pasaba por ahí. Sentía impotencia, al haber estudiado tanto y ver que apenas se construía. Así que tras hablar un día con mi padre y leer en la prensa que la crisis iba para muy largo, me decidí. Ya había pensado antes en irme, pero es más cómodo seguir en casa", explica Joan, que llegó a Berlín tras hablar con un primo suyo, filósofo, que residía en la capital alemana: "Le dije si me podía quedar un tiempo en su casa".

Su etapa en Berlín duró tres meses. "Empecé a estudiar alemán, que era mi primer objetivo y al final, por casualidades, acabé trabajando de cocinero, lo que nunca había hecho en Alcoy".

Un día de mayo, al poco de que su hermano Pau aterrizara en Hamburgo, hizo las maletas. "Al llegar, fui a visitarle. Me ofreció quedarme y le dije que no. Pero al mes, me lo pensé mejor y pensamos que lo mejor sería vivir juntos", matiza Joan, que ya había comprobado que Berlín no era una ciudad fácil para los arquitectos: "Había buscado trabajo en mi sector y no había encontrado nada... En Hamburgo, en cambio, en una semana me llamaron para una entrevista y me contrataron. Ahora trabajo para ellos. Tuve suerte, lo reconozco. Pero también debo admitir que los arquitectos españoles estamos muy bien vistos en Alemania, aunque el idioma es un obstáculo para estar al mismo nivel que los profesionales nacidos aquí".

Hasta Hamburgo llegó por su hermano Pau, ingeniero de telecomunicaciones. "Conocí a un chico alemán durante el tiempo que trabajé en Palma y me comentó que su empresa buscaba a un profesional con mi perfil. Yo por aquel entonces ya era autónomo, así que me vine a Alemania en la misma situación laboral", relata Pau, quien antes de dejar su Alcoy natal rumbo a la Europa central, trabajaba como consultor freelance. Al poco de llegar a Hamburgo, tuvo que dejar a sus antiguos clientes, ya que el ritmo de trabajo era inaguantable. "Llegué a dedicar 18 horas al día al trabajo... y eso no es sano", apunta.

Su idea inicial pasaba por estar dos meses en Alemania, conocer el ritmo de su empresa y luego regresar a casa, para trabajar a distancia. "Pero todo cambió. Me pidieron que me quedara aquí y me pusieron todas las facilidades, piso incluido. Viendo que mis condiciones en Alemania nada tenían que ver con las que vi en España, opté por seguir aquí".

Hoy, ocho meses después de iniciar su aventura en Hamburgo, Pau no sabe hacia dónde mirará su futuro. "No sé si quedarme aquí, pero de lo que no tengo idea es de volver a casa", argumenta Pau, quien, no obstante, destaca el trato recibido durante este tiempo: "Me gusta el carácter de la gente, los jefes son accesibles, los horarios flexibles al máximo, se preocupan por tu descanso...".

De Hamburgo subraya el encanto de la ciudad, la red de transporte y el uso de la bicicleta. "Lo que peor llevo es el clima, y eso que soy de una zona de frío como Alcoy. Pero no tiene nada que ver... También echo de menos más horas de sol al día y a la familia, es fundamental", indica.

Esa sensación no difiere mucho de la que explica el arquitecto. "De Alemania me sorprendió el carácter de su gente, tenemos demasiados prejuicios sobre ellos. Sí que es cierta la dificultad del idioma, cada palabra que entiendes parece una pequeña batalla ganada... pero la guerra es dura. Eso sí, sales de España con mucho optimismo, pero pronto compruebas que Alemania no es fácil. Ahora, una vez aquí, España no pasa por mi cabeza, esta experiencia va para largo", concluye Joan.