­Comprar unas longanizas o unos filetes de lomo a cualquier hora en la carnicería que regenta Pedro Leal en el barrio de Benalúa es tan fácil como introducir dos euros en la ranura de la máquina expendedora que han instalado en la fachada, seleccionar el número situado bajo la bandeja de carne que se desea comprar y esperar a que caiga en el cajón para cogerlo. La tecnología es similar a la de las máquinas expendedoras de refrescos, aperitivos o tabaco, pero hasta ahora no se había visto en las calles de la ciudad una que dispensara productos cárnicos. «Es la primera de la Comunidad. Los primeros días costó un poco que los clientes se atrevieran a utilizarla, pero ahora se venden entre 60 y 70 bandejas cada fin de semana», comenta la propietaria, Reme Seva, quien señala que «durante los sábados por la noche y los domingos, cuando todo está cerrado, es cuando más se usa».

Seva sostiene que descubrieron que en el norte del país una carnicería había comenzado a utilizar una máquina similar y, tras estudiarlo, se animaron a realizar la inversión. Su marido, Pedro Leal aclara que se decidieron «porque queríamos ampliar la clientela y no podíamos competir con los horarios de las grandes superficies». Ahora, la inversión está dando sus frutos: «Da servicio de calidad a la clientela, aunque sea a horas intempestivas, y únicamente nos supone un gasto en luz». Reme Seva bromea asegurando que «es un empleado barato y no tiene vacaciones».

Ambos inciden en que la calidad de los productos que se dispensan en la máquina es la misma que los que venden en el mostrador de su carnicería. «Los productos están envasados al vacío y tienen fecha de caducidad», señala Seva, quien esgrime que, no obstante, «cada dos días cambiamos el género para que esté lo más fresco posible». En cuanto al precio, los propietarios de la carnicería aseveran que son similares a los del interior y que el género de cada bandeja se pesa para que vengan a costar entre los dos euros y los dos euros y medio.

Entre los productos se puede encontrar prácticamente de todo: hamburguesas, longanizas, lacón, filetes de lomo y hasta chuletas de sajonia. «No es para realizar una gran compra», pero las bandejas que expende la máquina «pueden sacar de un apuro, por ejemplo, a alguien que llegue tarde de trabajar y no tenga nada en la nevera para la cena».

Mientras que la carnicería está abierta, la mayoría de los clientes siguen prefiriendo el trato directo, aunque tengan que esperar su turno. Por ello, es durante las noches y los fines de semana cuando más actividad tiene la máquina, que da a la calle para facilitar su uso a los clientes. Es una fórmula de desafiar a la crisis que les permite ampliar las ventas sin tener que trabajar más horas, aunque los fines de semana deben estar pendientes para reponer el género del interior de la máquina si se agota.

Junto a las bandejas de carne envasadas al vacío, también se han reservado algunos compartimentos para refrescos. Y es que, como recuerda Seva, la tecnología es similar a la que se emplea en otras máquinas expendedoras más habituales. La diferencia radica, según explica, en la temperatura porque «debe ser lo bastante fría para garantizar el mantenimiento del producto».