Son jóvenes, alicantinos, titulados superiores y, ahora, residentes en Alemania. Mariano Pamies y Claudia López no solo comparten origen (ambos son de Pilar de la Horadada), sino también proyectos de futuro, por aquello de ser pareja desde hace cuatro años. Él, ingeniero de Telecomunicación, trabaja en Bonn, al oeste de Alemania; ella, licenciada en Ciencias Políticas, lo hace en Berlín, en la zona oriental del país. "El coste personal es enorme. No sólo vivimos lejos de nuestras familias, sino que tampoco podemos estar juntos. En Alemania no es tan fácil encontrar trabajo como se cuenta", explica la joven alicantina, que dejó España en 2009, recién salida de la Universidad, para estudiar un máster en Polonia, becada por el Ministerio de Asuntos Exteriores. "Todavía no he podido trabajar en mi país. Me fui con 23 años y veremos cuándo puedo regresar", se pregunta Claudia, en una reflexión similar a la que explica Mariano: "He calculado que el Gobierno ha gastado unos 60.000 euros en mi educación superior... Y ahora nos echa del país. Es inexplicable. Así, resulta imposible ser optimista".

Mariano estudió Ingeniería de Telecomunicación en Cartagena, cuando el "boom" de su sector ya era pasado. "Pese a todo, las perspectivas laborales no eran malas; mientras yo estudiaba, todos los ingenieros encontraban trabajo. Cuando empezamos la universidad, nos prometieron ser la élite; cuando terminamos, nos encontramos otra realidad bien distinta, con contratos a tiempo completo que no superaban los 800 euros al mes", relata Mariano, que pronto vio en el extranjero la "auténtica y única recompensa al esfuerzo" de cinco años de duro estudio.

En Cuarto de carrera ya empezó a mover hilos. "Pregunté a profesores y me recomendaron un centro de investigación en Alemania, uno de los más importantes de Europa". Mandó un correo electrónico, ofreciéndose a colaborar con ellos. La respuesta no se hizo esperar. "Me dijeron que me llamarían". Y así fue. "A las pocas semanas contactaron conmigo. El inglés se me daba fatal, pero creo que salí airoso de la entrevista. Me dijeron que volveríamos a hablar en un tiempo".

En la siguiente comunicación, le ofrecieron un contrato de cuatro meses como ayudante. Él aceptó, pero con una condición: "Querían mi incorporación inmediata, pero les pedí unos cinco meses para acabar la carrera". A los quince días le llegó un sobre a casa. "Lo abrí y empecé a llorar, ¡¡era el contrato redactado!!".

Y el 2 de agosto de 2008 aterrizó en Alemania. "No tuve mucho tiempo para valorar ese cambio de vida. Mis primeras horas en Bonn fueron algo caóticas, porque al llegar a la residencia estaba cerrada. Una chica, que me vio dar vueltas al edificio, me llevó a un albergue. Ahí vi la hospitalidad de esta gente". En el centro de investigación las buenas noticias no se demoraron. "Al mes de llegar, durante una reunión, mi supervisor me sorprendió diciéndome que me ampliaban el contrato un año más. No me lo esperaba. Aún andaba asimilando mi nueva vida y allí ya querían que prolongase mi estancia. Les dije que me lo pensaría, pero enseguida acepté". A su familia le encantó la idea; a su novia, menos. "Le había dicho que me iba a Alemania para cuatro meses... Y ya iba a ser año y medio. Aunque ella también tenía pensado salir pronto de España".

En el verano de 2009, sin embargo, la incertidumbre se apoderó de Mariano. "En Alemania no todo es fácil. En el centro de investigación me dijeron que tenían problemas de financiación y que a lo mejor no podían renovarme el contrato de nuevo". Una beca, no obstante, le devolvió la tranquilidad. "Me informé de ayudas y empecé a hacer el doctorado, mientras trabajaba a media jornada en el centro. A mí me venía bien porque me aseguraba mi estancia allí. En España, por el contrario, jamás habría podido optar a esa beca. Pese a terminar Ingeniería de Telecomunicación en cinco años, por mi expediente nunca me la habrían dado". Tras el próximo verano, Mariano prevé leer la Tesis.

En estos cuatro años en Alemania, asegura haberse aficionado a los aviones. "Al final, echas de menos todo, desde tu tierra, a tu gente, a tus costumbres de toda la vidaÉ Es duro tener un mal día en el trabajo, llegar a casa y estar solo, no poder compartir esa frustración con nadie. Me acuerdo de España de manera constante, casi en cada rutina. Cuando paseo por el río Rin, por ejemplo, me acuerdo del Mediterráneo, que es el agua que a mí me gustaría ver cada día".

En Alemania, pese a la nostalgia, está a gusto, "muy instalado". "Para integrarme pronto y bien, lo primero que hice fue intentar satisfacer mis dos pasiones: busqué un equipo para jugar al fútbol y una banda para tocar la trompeta. En la música siempre es más fácil entenderse, la barrera del idioma pasa a un segundo lugar. Aunque allí comprobé que los alemanes se lo toman todo en serio, hasta beber cerveza. Son estrictos para todo".

Mariano, después de cuatro años en Alemania, ya piensa en regresar a casa, pero para quedarse, no solo de visita. "Desde hace un año he empezado a mirar al mercado laboral español, aunque es desolador. Da rabia, pena, tristezaÉ Mi idea de futuro pasa por seguir investigando en la universidad, pero en España suena imposible. Los contactos que conservo en Cartagena ya me han dicho que ni lo intente, que no pierda el tiempo. Tengo unas ganas locas de volver, pero creo que aún me tendré que quedar algún que otro año por Alemania. Como mínimo, uno más".

En Alemania, pero separados

A 500 kilómetros de distancia, en Berlín, reside su pareja, Claudia, licenciada en Ciencias Políticas por la Complutense de Madrid y máster en Estudios Europeos por la Universidad de Varsovia. Con 23 años dejó España con el objetivo de mejorar su currículum. El cambio se hizo notar, y bien. "Fue una experiencia durísima, pasé un invierno con temperaturas máximas de 20 grados bajo cero".

En 2010, con la formación académica concluida, Claudia empezó a echar currículums para introducirse en el mercado laboral. Pensó en Alemania, donde residía desde hacía dos años su pareja, Mariano. "Me ofrecieron unas prácticas en una fundación de desarrollo sostenible y participación ciudadana en Bonn, por un periodo de cuatro meses". La vinculación, ya con contrato, se prolongó seis meses más. En septiembre de 2011, dejó de convivir con su novio para trasladarse a Berlín, donde una consultoría internacional le ofrecía trabajo. Ahora Claudia es directora de proyectos en el área de Política e instituciones financieras. "Somos una generación nómada, nos toca ir donde haya trabajo, donde nos dejen trabajar", añade Claudia, muy escéptica con elevar a Alemania a categoría de ejemplo europeo: "Berlín es una ciudad más atractiva que Bonn, pero también más pobre. Aquí descubrí que el verdadero problema de Alemania no es el paro, sino la calidad de sus empleos. Muchos trabajadores necesitan ayudas del Gobierno para poder llegar a final de mes, y todo por los famosos minijobs (400 euros al mes). Alemania no es como se cuenta, ni de lejos. Muchos españoles han venido a la aventura, a buscarse la vida, y se han vuelto sin ahorros y con la sensación de haber fracasado en la última oportunidad que les quedaba".

Claudia asegura que encontrar trabajo cualificado sin un buen nivel de alemán es misión "casi imposible". "A no ser que seas ingeniero o trabajes para una multinacional. Aquí, como pasaba en España hace algunas décadas, se puede trabajar en aquello que rechazan los alemanes, pero ni aun así es fácil. Yo, por mi experiencia, recomiendo que la gente venga con un contrato cerrado", subraya Claudia, a quien le ha sorprendido de los alemanes que no se compren un piso hasta pasados los cuarenta, el buen concepto que tienen de la preparación de los españoles ("y el malo de nuestro nivel de idiomas") o la intolerancia hacia el engaño: "Me preguntan cómo los españoles toleramos una clase política tan desvergonzada y no entienden que nuestros gobernantes no dimitan cuando están involucrados en casos de corrupción. Los ciudadanos deberíamos ser más críticos porque lo que está en juego es nuestro futuro".

Ambos están dispuestos a renunciar a las condiciones laborales que tienen en Alemania a cambio de volver a casa, con los suyos. Pero al margen de deseos, la realidad no se lo pone fácil. "Queremos ser económicamente independientes, no volver a casa para depender de nuevo de nuestros padres. Bastante tienen ellos con ver cómo sus hijos, después del esfuerzo que han hecho, se tienen que marchar de España para trabajar. No valoramos la tragedia que esto supone para un país. Nosotros no queremos ser ricos, sólo tener un sueldo digno y poder estar con nuestra gente. ¿No pedimos mucho, verdad?", concluyen.

"Los jóvenes tienen que ser valientes"

Muy orgullosa de la valentía que mostró su nieto, Mariano Javier, cuando dejó su pueblo natal -Pilar de la Horadada- para emigrar a la alemana ciudad de Bonn. "No sabía alemán, pero no fue un problema para él. Demostró ser un chico muy valiente, como ahora tienen que ser todos. No les queda más remedio", asegura María Victoria Martínez, abuela de Mariano, quien subraya que su nieto no pudo elegir: "Me dijo que no tenía más remedio que irse a Alemania. Le vi ilusionado, así que su marcha me la tomé bien. Pero cuando ya se fue y dejé de verlo, empecé a preocuparme. No sabía si le iba bien, si se manejaba bien allí, si se aclaraba con el idioma...", relata María Victoria, que agradece a las nuevas tecnologías las facilidades para contactar con su nieto: "¡Son una maravilla!".

"Todo ha salido bien. Me gustaría que volviera a casa, porque cuando viene siempre está muy pendiente de mí, pero lo principal es que se sienta realizado", concluye.

"Es mi espejo, también tendré que emigrar"

Adrián López, que tiene 19 años y estudia Derecho y ADE en Murcia, ve a su hermana como un espejo en el que mirarse de cara a un futuro cercano: "Me faltan algunos años para terminar mi etapa universitaria, pero ya me planteo salir de España. Me pregunto: '¿Qué será de mi vida?'. Claudia es mi ejemplo, creo que tendré que emigrar para ganarme la vida con dignidad", asegura el joven universitario, que admite que el preocupante futuro laboral ya es un tema en las conversaciones con sus compañeros.

Desde la distancia, Adrián asegura sentirse orgulloso por la vida de su hermana en Alemania. "Es una pena que después de tanto esfuerzo tengas que irte de tu país. Pero a ella, por suerte, le ha ido bien, encontró una oportunidad y ahora tiene buenas condiciones laborales", explica Adrián, que intenta ver la obligada salida al exterior como "una experiencia de vida, una oportunidad para aprender y conocer personas, otras culturas..."