El linde entre una dimisión y una destitución en toda regla es móvil. A menudo depende de si la carrera hacia el micrófono para anunciar el cese la gana el implicado en el escándalo de turno (dimisión) o la bala que le dispara el superior (defenestración). Otras veces está en función de los términos en los que se pacte la salida. En todo caso, son contadas las dimisiones de miembros del Consell servidas como tales en los 17 años y cuatro meses de gobiernos del PP.

El primer contratiempo le llegó a Eduardo Zaplana en plenas Fallas de 1998. El 15 de marzo, dimitió su conseller de Obras Públicas, Luis Fernando Cartagena, el hombre que se jugó con Zaplana a cara o cruz liderar desde el sur el asalto al poder del PPCV. Abandonó tras conocerse, por un informe del Instituto de Robótica, que era titular de casi un millón de euros en cesiones de crédito del Banco de Santander no declaradas a Hacienda. Cartagena fue condenado en 2002 a cuatro años de prisión, de los que apenas cumplió 3 meses. No por las cesiones de crédito -asunto que cría malvas en un juzgado- sino por apropiarse de más de 8 millones de pesetas (49.000 euros) que en abril de 1993 le entregó, siendo alcalde de Orihuela, la hermana Bernardina, de las carmelitas descalzas. El dinero era el remanente de un asilo se le entregó al alcalde para fines sociales. Fue escondido en un piano y acabó en el bolsillo de Cartagena. La segunda dimisión de un conseller del PP fue la de José Emilio Cervera, titular de Sanidad, el 19 de mayo de 2000. Fue una renuncia "irrevocable", forzada por Zaplana, tras el escándalo relatado por las polémicas adjudicaciones de proyectos informáticos a la empresa en la que trabajaba su mujer.

El más ilustre dimisionario por asuntos turbios fue Francisco Camps. Tiró la toalla el 21 de julio de 2011, tras negarse a ir al juzgado a pagar la multa y declararse culpable de recibir trajes regalados por la trama Gürtel. El 25 de enero de 2012, el jurado popular lo absolvió de la acusación de cohecho impropio. La cuarta dimisión lleva el nombre de José Manuel Vela.