Su libro recoge textos de hace varios años, en los que vaticinaba hechos que luego se han cumplido. ¿Cree que en su momento no lo tomaron en serio?

No a mí, sino a todos los que planteábamos esas cuestiones. Este libro es un homenaje a los compañeros que dijeron que la nueva Europa iba a tener un fallo cuando la inmensa mayoría de fuerzas políticas parecían abducidas y se dejaban llevar por la propaganda.

¿Piensa que no se midieron las posibles consecuencias de aquella euforia europeísta?

Creo que esas fuerzas han acabado siendo víctimas de la improvisación al servicio del gran capital. Actuaron de una forma determinada porque era la moda. Yo me opuse, pero nadie me contestaba; sólo decían que no era europeo. La situación de hoy es consecuencia de todo aquello.

Hay una parte de la población que ve justificada la política de recortes. ¿Cómo la convencería de que ésa no es la solución?

Hay un sector de la población que come todos los días, pero a quien no tiene nada se la ha acabado la paciencia y le sonará a sarcasmo oír que no hay otra solución. El descontento es creciente y cada vez hay más gente que cree que a esto hay que plantarle cara, pero todos estos procesos son lentos.

¿Qué piensa del descrédito de la actividad política?

Hay casos en los que está archijustificado; no se ha estado a la altura de las circunstancias. Pero por medio está el sentimiento filofascista de atacar al sistema en general, y eso es peligroso. El político que delinca debe ser penado con agravantes, pero no debe equipararse la política al horror.

¿Y cómo podría lograrse una mejor imagen de la política?

La suprema lección del político es el ejemplo. Debe tener el valor de decir las cosas y paciencia para explicarlas. Y ser consciente de que no tiene vida privada y ser consecuente con sus actos.

¿Qué le parece que políticos sobre los que hay serias sospechas de corrupción vuelvan a salir elegidos en unos comicios?

Cuando alguien vota a los corruptos los legitima, los justifica y los defiende. Es igual de responsable de la corrupción, le guste oírlo o no. Eso sí, hay que dejar algo claro: hay muchos políticos honestos. El problema es que los casos de corrupción brillan más.