¿Me va a querer así? ¿Cómo va a mirarme o a tocarme? Son miles las mujeres que se hacen estas preguntas tras haber superado un cáncer de mama y haber perdido por el camino el pecho o, en el mejor de los casos, el pelo. En cualquier tipo de cáncer es fundamental el apoyo de familiares y amigos. En el de mama, además, según los especialistas, la forma como reaccione la pareja a los cambios físicos, es básica en el proceso de recuperación. A tenor de las declaraciones de los tres hombres que aparecen en este reportaje, se trata, sin embargo, de un temor infundado ya que ellos dan mucha menos importancia a esos cambios que sus mujeres. En lo que sí difieren es en la forma de enfrentarse a la enfermedad, conscientes de que su actitud es básica para ayudar a la enferma.

Para María del Mar Baldó, la positividad y optimismo de su marido, Fernando Sentana, han sido fundamentales. "Yo soy muy miedica y él ha sido la base de mi recuperación". María del Mar se notó un bulto en un pecho hace dos años. "Me dijeron que era cáncer y que había que quitar todo el pecho y me lo tomé muy mal", cuenta esta mujer de 47 años. "Yo quería que me dejaran algo de pecho para no sentirme tan vacía pero el médico consideró que era mejor quitarlo entero". Aunque María del Mar pretendía hacerse una reconstrucción lo antes posible, "no pudo ser mientras me daban radio y ahora estoy pendiente de tres tumores que me han salido en el otro pecho". Ella pretende reconstruirse el pecho en cuanto sea posible, aunque Fernando no es partidario "porque es posible que pierda algo de movilidad en el brazo y no vale la pena". Fernando asegura que no le importa en absoluto que a su mujer le falte un pecho y, de hecho, "él sigue regalándome ropa interior bonita y no nos ha afectado para nada aunque yo quiero reconstruirme el pecho por mí porque soy muy joven". A él, la cuestión estética no le preocupa. "Me preocuparía si hubiera metástasis pero lamentarse por un pecho es una tontería", dice. La pareja, junto a su hija Claudia de 18 años no para de salir y viajar al margen de la enfermedad que sufrió María del Mar. "Él siempre está proponiendo cosas. De hecho, antes de operarme, en la puerta del quirófano me dijo: ¿Quieres que nos vayamos de viaje? Y nos fuimos los tres de crucero". Cuentan, además, que lo primero que hicieron tras recibir el alta del hospital fue "irnos los tres a comer a un restaurante". Fernando considera fundamental salir. "Hay que estar positivos y llenar los días con la familia y los amigos y con las cosas que a uno le gusta para no darle tantas vueltas a la cabeza. A nosotros nos gusta viajar y lo hacemos cuando podemos". A María del Mar asegura que también la ha ayudado mucho la práctica del tai chi y su participación en otras actividades a través de la asociación contra el cáncer de Alicante. ¿Y en los momentos malos? "Pues estar ahí y hablarlo pero no paralizarse", señala Fernando, para añadir que "no es que yo sea optimista, es que soy realista y a las cosas hay que darles la importancia que tienen, pero no más".

No todos los hombres, sin embargo, pueden llevar con tanta positividad la enfermedad de su pareja. A Francisco Hérnandez se le cayó el alma a los pies cuando a su mujer, Manoli Rebollo, le detectaron hace ya nueve años un bulto en una mamografía rutinaria. "Para mí fue un mazazo porque además una amiga mía había muerto hacía poco de lo mismo". A Manoli, que ahora tiene 61 años, no le quitaron el pecho, sino sólo las glándulas afectadas, "pero la quimio y la radio me sentaron fatal. Adelgacé 8 kilos, perdí las uñas, pero me recuperé y aquí estamos". Francisco asegura que siempre ha sido algo aprensivo con los hospitales y además "yo creía que Manoli se iba y fue muy duro para mí, hasta el punto de que cogí una depresión". Francisco , con todo, decidió estar junto a su mujer en todo el proceso. Cogió ocho meses de baja en el trabajo para estar con ella, la acompañó a todas las sesiones de quimio y de radio "pero a veces se agobiaba y se salía. Él es muy sensible y le afectó mucho", dice Manoli, quien contaba también con el apoyo del resto de la familia, entre ellos sus hijos, "aunque el mayor que ya tiene 40 años al principio se acobardó y lo veías con lágrimas en los ojos, pero luego se animó". En cuanto a las secuelas del tratamiento, Manoli no tuvo problemas. Francisco cuenta que "no me importaba verla sin pelo. Yo la veía graciosa y bromeaba diciendo que parecía un pepón". Superado el proceso ahora la pareja colabora en la asociación contra el cáncer de Alicante donde a los familiares de los enfermos les recomienda, "que muestren cariño al enfermo, que le escuchen y que estén ahí".

Tampoco a Paco Martínez le preocupa que su mujer Marcela Sánchez no tenga ninguno de sus pechos. Esta familia eldense se ha enfrentado a dos operaciones. A Marcela, de 72 años, le quitaron una mama hace 17 años y la otra hace 3. "Yo el primer cáncer lo llevé bien porque es una enfermedad normal, pero el segundo me lo tomé peor porque yo asumía que cada persona tocáramos a uno y no entendía por qué a mí me pasó dos veces". También a Paco le afectó más el segundo cáncer que el primero. "Yo creo que ella me ayudó más a mí que yo a ella", dice. Marcela ríe al señalar que "los hombres para estas cosas no son tan fuertes y tanto mi marido como mis hijos se vinieron abajo en un principio, pero luego, muy bien. Una vez me tapé el pecho ante uno de mis hijos después de operarme, mientras que antes no lo hacía y me riñó, pero es que verte sin pecho al principio es muy fuerte". A Paco, sin embargo, esto le da igual. "Yo sin pelo la veía aún más guapa", dice. En cuanto a una posible reconstrucción de pecho, Paco nunca he querido que se opere. "No quiero que se meta en una mesa de operaciones por una tontería".

La aceptación de Paco fue fundamental para Marcela. "Creo que todo esto nos ha unido más como pareja", dice, al tiempo que habla de la necesidad para los enfermos de contar con el apoyo de la familia. "Lo importante es sentir que están ahí tanto cuando se ríe como cuando se llora".

"La familia debe dejar al enfermo expresar todos sus miedos"

Beatriz Galván, psicóloga y coordinadora del departamento del vountariado de la AECC de Alicante, considera que "lo mejor que puede hacer la familia es escuchar, dar la posibilidad al enfermo de que exprese sus miedos, dejarles hablar con libertad y que digan todo lo que quieran o que lloren con libertad". Según indicó la psicóloga, "decirle

a un enfermo de cáncer que no piense en eso o impedirle expresar sus miedos es un error. No se puede responder con frases hechas a una persona que teme por su vida. Hay que hablar con esperanza pero no negarle al paciente la posibilidad de soltar todo lo que tiene por la cabeza". Lo que los afectados necesitan además de que les escuchen, es "tener claro que los seres queridos van a estar ahí, que cuentan con el cariño y el apoyo de la familia y de los amigos". En cuanto a la actitud de la familia, Galván considera que depende de cada persona. "Hay casos en los que en la familia se aborda el tema incluso con humor y les va bien, pero a otros les molestan las bromas porque no se las creen y pueden pensar que los suyos están fingiendo o que no es el momento de hacer fiestas. En cualquier caso, siempre hay que llevar el proceso con optimismo".