Junto a su padre, Pablo Rossi abrió un restaurante de cocina alicantina en 2007. Pero la crisis no les dio tregua. "El negocio iba muy bien, hasta que al año llegaron los primeros problemas con una caída de la facturación del 50 por ciento. En 2010 tuvimos que bajar la persiana. La crisis acabó por ganarnos el pulso", relata el joven, que vio entonces una oportunidad para cambiar de aires y buscar nuevas oportunidades laborales.

Licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Alicante, Pablo dio sus primeros pasos en el mercado laboral con trabajos poco cualificados, "como la mayoría de los universitarios". "Trabajé como camarero, descargando camiones, en una pizzería, como encargado de un pub... Un poco de todo", explica Pablo, quien tuvo el primer contacto profesional con su sector al llegar al ecuador de su carrera. "Tuve una oportunidad en una empresa que se encargaba de la publicidad exterior. Allí estuve un año y medio, un tiempo que me sirvió para coger experiencia y conocer a mi próximo jefe, que era cliente".

Esa segunda empresa, en la que Pablo se desarrolló como ejecutivo de cuentas, fue la que años más tarde le dio la oportunidad de viajar hasta México para coordinar la expansión de las franquicias de Vellísimo, una empresa del sector de la belleza. "Surgió la inquietud de hacer cosas juntos. Yo estaba receptivo y parece que les llamó la atención mi forma de trabajar".

Él sabía que no se iba a aburrir, pero a los dos años de empezar hizo un alto en el camino. La familia le reclamaba. "En 2007, mi padre y yo abrimos un restaurante de carácter moderno y basado en la gastronomía tradicional de Alicante". El proyecto obligó a Pablo a dar un cambio a su vida laboral. "Nunca me aparté del todo de la empresa, pero sí quería apoyar en todo a mi familia, así que me volqué en el restaurante". Allí hizo de todo, no sólo cuestiones ligadas a su preparación académica. "Me ocupé de la imagen, de la estrategia de comunicación, pero también servía mesas, fregaba platosÉ". El restaurante nació con buen pie. "El primer año nos fue muy bien, pero en 2008 llegaron los problemas, con una reducción a la mitad de la facturación". Hasta que en 2010, el restaurante cerró. "Ahora, con la perspectiva del tiempo, me quedo con el aspecto más positivo: trabajar junto a mi padre".

Así, en 2010, Pablo intentó volver a la vida que dejó tres años atrás. "Me puse de nuevo al servicio de la empresa, y me surgió la posibilidad de un proyecto internacional. Les dije que podían disponer al 100% de mí". Y en junio de 2010, ya estaba en México. "No le di mayor importancia al hecho de irme tan lejos, me apetecía enfrentarme a nuevos retos. Tampoco me preocupaba la soledad, porque siempre he sido muy independiente. Pero, al principio, lo pasé mal".

Pablo llegó a la capital mexicana para dirigir un centro. Ahora, dos años después, la marca está en doce países del continente americano. "Cogí un proyecto que era un bebé y ahora ya está muy crecidito. Me encargo de coordinar el equipo de expansión, hago funciones de director de marketing".

Pablo, cuya base de operaciones está en México, viaja a lo largo de todo el continente. "Aquí se vive muy bien, pero tienes que asimilar algunos detalles". Entre esos detalles, sobresale la seguridad. "Excepto los fines de semana, el resto de los días siempre voy acompañado -de su guardaespaldas-, aunque al final te acostumbras. En este tiempo, he sido testigo de situaciones complicadas, aunque por fortuna no he sido protagonista de ninguna".

Él mismo reconoce que da el perfil para ser objetivo de las mafias. "Al vestir de traje, parece que tengo dinero. Así que nunca te puedes relajar, los secuestros están en México a la orden del día. Para evitar sustos, intento no aparentar nada, todo lo contrario, pasar por un ciudadano de perfil bajo. Te delata hasta el acento, así que cuanto menos hables, mejor".

Pero Pablo, que convive con una joven mexicana, no duda en subrayar los encantos de su país de residencia. "Es un lugar maravilloso. La capital ofrece muchísimo ocio, nunca te puedes aburrir. ¡Hasta he aprendido a bailar salsa! Y el país tiene unos rincones maravillosos. Aunque echo de menos a los míos. Ojalá pudieran venir con frecuencia. A mí siempre me han acusado de ser muy frío, pero aquí me han salido todas las lágrimas".

No se ve de vuelta en España, aunque ahora está pasando en Alicante unos días de vacaciones. "Me veo trabajando en Estados Unidos o en otro país, pero no creo que sea en casa. Adoro España, pero no creo que vaya a regresar, al menos en un corto periodo de tiempo. Ojalá me equivoque, España mejore a buen ritmo y pueda volver pronto". De la crisis, eso sí, extrae algunos aspectos positivos: "Me ha permitido conocer a mi novia y un continente maravilloso".

"Los primeros seis meses fueron los más duros, ahora ya estamos contentos"

Pablo no lo duda: "Jordi [Gómez] es mi mejor amigo". Desde Alicante, Jordi admite que en la distancia lo pasó mal durante un tiempo, coincidiendo con el inicio de la aventura en México. "Lo más duro para él fueron los seis primeros meses, luego poco a poco se fue haciendo al país y a sus costumbres, además de que lo profesional también le ayudó, después de empezar totalmente desde cero en un país nuevo", explica Jordi, para quien las nuevas tecnologías "ayudan mucho a mantener el contacto": "Imagino que hace quince años todo hubiera sido mucho más complicado. Ahora, entre las redes sociales, el móvil... estamos muy bien comunicados. Aunque se le extraña en el día a día".

De volver a verlo por Alicante, al margen de periodos vacaciones, Jordi es más escéptico. "Creo que ya tiene la vida hecha allí. No sé si algún día volverá, pero de hacerlo, no creo que sea en menos de diez años. Con la crisis, ¡qué va a hacer aquí!".