«He llegado a decir a los encargados hasta que tengo un hijo siendo mentira, pero ni aún así me dan nada». Este testimonio de un «ni-ni» da idea de la desesperación que empieza a arraigar en un colectivo cada vez más amplio de la población, los jóvenes entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan, que alcanzan ya una tasa del 24%, la mayor de Europa, según el último informe de la OCDE. Un grupo muy heterogéneo del que padres y educadores echan en falta un completo estudio sociológico, que crece día a día por la crisis y el paro, y que está alcanzando cifras alarmantes hasta el punto de que los expertos hablan ya de generación perdida en un país con un 50% de paro juvenil.

Ainhoa Carmen Lorenzo tiene 23 años y odia el apelativo «ni-ni», una etiqueta que se eligió años atrás para los jóvenes que no daban palo al agua por voluntad propia. En la provincia hay 70.000 jóvenes alicantinos, según datos el Instituto Nacional de Estadística, que ni estudian ni trabajan, mientras que hay 23.000 que compaginan un empleo y siguen formándose. «Una cosa es quedarte en paro por la crisis, como la mayoría, y otra vivir de la cara. No me gusta estar en casa sin aportar nada, ni la idea de aprovecharse de los padres. Hay que independizarse, aunque la situación está mal. No podemos seguir así». Ahora está sin trabajo, y piensa volver a estudiar aunque dejó los libros a los 16 años. «Quiero hacer cursos o sacarme el graduado, por aprender y por formarme más como persona. Y trabajar como dependienta o cuidadora de personas mayores pero de momento ni lo uno ni lo otro», explica. Las cosas no han sido fáciles para ella porque, relata, trabajó siete años para una empresa pero solo figuran cuatro días cotizados en su vida laboral, y estuvo de interna con una señora mayor también sin cotizar. «Cobraba 600 euros y si quería salir el domingo tenía que pagarle a una chica para que se quedara con la señora».

Desesperado está también Abdelkader Saidani, de 29 años, un argelino que vivió el boom de la construcción y padeció el pinchazo de la burbuja. Cuando llegó a Madrid estuvo en la obra pero también fue electricista, camarero, montador de máquinas tragaperras, pintor industrial e incluso trabajó en un bingo. En 2006 se vino a Alicante por consejo de un familiar que le dijo que aquí había mucho trabajo, «y llevo seis años aburrido», dice. «Me considero un currante. Antes se llamaba ni-nis a los vaguillos bajo el ala de mami y papi, pero en mi caso me llevo buscando la vida desde los 17 años». Saidani está interesado en un curso de buceo para desarrollarse profesionalmente en ese ámbito, «pero cuesta 600 euros y ahora no tengo ese dinero. Aunque lleve sangre pirata nunca he robado ni he hecho nada de lo que pueda arrepentirme, y quiero seguir así».

¿Quiénes son los culpables de lo que está sucediendo con una generación abocada a la desesperanza? El sociólogo de la Universidad de Alicante Raúl Ruiz, que pertenece también al Observatorio de Inserción Laboral, afirma que la responsabilidad de estos resultados pertenece a todos, «incluso a los que se horrorizan con este fenómeno». Ruiz habló de generación presentista, alimentada, dijo, por el cortoplacismo, y el «aquí y el ahora», el «carpe diem» y con un gran colchón afectivo en la familia, que se ha encontrado con una situación de incertidumbre y con el final de la movilidad social ascendente: ahora es muy complicado que los jóvenes mejoren el bienestar que consiguieron sus padres pese a estar más formados.

Decadencia

«Muchos han sido preparados para el éxito, pero se dan de bruces con una realidad que no es satisfactoria. Baudelaire, en su obra ´Las flores del mal´, habló del desasosiego, el tedio, y el sinsentido vital de las almas de las sociedades decadentes, y esto es lo que puede estar ocurriendo», apuntó. Sin embargo, el sociólogo destacó que, en el polo opuesto, también hay muchos «sí-sí», jóvenes que trabajan y se forman al mismo tiempo, muy cualificados. Y aquí entra otra consecuencia de la crisis: la fuga de cerebros, con más de 300.000 el último año. «Muchos se están yendo, se marchan del sistema. Si somos uno de los países de la OCDE con más paro juvenil, ésta es una consecuencia lógica».

Ramón López, presidente de la Federación Provincial de Padres de Alumnos «Gabriel Miró» culpa a partes iguales a la Administración, el profesorado y los padres. «Se les imputa a los jóvenes el fracaso cuando el que falla es el sistema», afirma. «A esos ciudadanos jóvenes de hoy y posibles gobernantes de un mañana próximo se les dijo que era mucho mejor irse de albañil a los 16 años que seguir formándose. El sistema los expulsó y los padres no hicieron nada, pero miles de ellos han vuelto a casa a los 25 años. No hay ladrillos que levantar y les falta algo fundamental: la educación. Muchos lo han entendido, y las escuelas de adultos, de secundaria y de idiomas están llenas. En esta Comunidad eso no asegura un puesto de trabajo digno pero les abrirá puertas y ayudará al desarrollo personal».

Otro ejemplo de «ni-ni» que ansía convertirse en «sí-sí» (7.000 alicantinos lo han conseguido en el último año) es Tamara Misó, de 17 años. «Si pudiera estudiar me gustaría ser periodista o presentadora de televisión, pero no tenemos dinero en casa a veces ni para comer, nos ayudan de la parroquia y de la asistencia social. ¿Cómo voy a pensar en la Universidad (la subida de tasas tampoco ayuda) o en irme al extranjero, como hacen algunos jóvenes, si no tenemos?», se pregunta tras contar que su padre, que trabajaba en la obra, está en paro, y lo mismo su madre, limpiadora. Y aunque no estudia ni tiene ocupación, odia estar sin hacer nada. «Me levanto, limpio la casa, llevo a mis primos al cole y estoy arreglando los papeles del paro a ver si me cogen de dependienta en una tienda. Tengo esperanza, buena presencia, el graduado y muchas ganas. Porque lo que quiero es encontrar trabajo y ayudar en casa».

Como Mikel Gallardo, de 23 años, que estudió FP pintor, y coctelería, que ha sido albañil, mozo de almacén y carpintero, y que lleva año y medio en paro. Son seis en casa, entre ellos dos menores, y solo hay un sueldo, y además bajo. «Quiero trabajar, para qué estudiar más si no voy a sacar ningún beneficio», reflexiona. Busca «lo que sea», se ha pateado los polígonos industriales sin éxito y empieza a perder la esperanza.

«Como esto siga así va a haber un conflicto en España porque la gente necesita el pan. He pensado en irme fuera pero sin dinero y a la aventura no me decido, porque no quiero acabar mendigando por ahí tirado. Pero con un contrato me iría donde fuera. Mientras, pregunto y envío currículum pero hay días malos en los que uno se desilusiona».

Padres y docentes urgen a Educación un plan de choque

«Los jóvenes son el futuro de España, por lo que no hay que tomarse el problema a la ligera con etiquetas peyorativas como ni-ni», afirma Laura Oliva, directora del instituto Mutxamel. La educadora reclama un estudio sociológico completo de tan heterogéneo grupo por sexos, edades y formación, y la elaboración de un plan de choque a favor de su inserción desde el ámbito del empleo, los servicios sociales y la salud, porque el tema es complejo, afirma. «¿Qué no hay dinero? Hay que sacarlo de donde sea para no dejar colgada a toda una generación, con lo que eso supondría para el país. Si no es de los presupuestos, de las empresas o de la Cámara de Comercio. Es responsabilidad del que ostenta la competencia». Oliva apuntó que hay muchos centros escolares que no tienen alumnos por las tardes que podrían acoger una educación más adaptada a lo que muchos de estos jóvenes necesitan, una FP para adultos, con prácticas en empresas, que los inserte en el mercado laboral porque, según el informe de la OCDE, hay pocos titulados en grado medio. Es la solución que desearía Roberto Viznar, de 23 años, que hizo los estudios obligatorios y ha sido aprendiz de fontanero. «Me gustaría trabajar como jardinero, he llevado el currículum pero nada. Lo intenté como barrendero pero me dicen que están despidiendo gente, y estoy apuntado al paro pero somos muchos esperando. Me llamaron para un curso pero lo que quiero es trabajar», explica este chico, el pequeño de doce hermanos, varios en paro, que se ha pasado el verano vendiendo latas de refresco en la playa para sacarse unos cuartos. Es otro ejemplo de un grupo cada vez más numeroso pero desestructurado, que no protesta ni se moviliza quizá por esa falta de cohesión. Gonzalo Zaragoza, de la Federación de Padres Enric Valor, opina que en España tenemos un problema importante de capital humano, y también abogó por un plan multidisciplinar para una generación, coincidieron, sin esperanza y que puede convertirse en un lastre.