Podría presumir de haber cumplido en fecha esos objetivos que se marcó antes de rebasar la treintena. Pero no, tan sólo se siente un joven afortunado. Carlos Arenas, alicantino de 28 años e ingeniero de telecomunicaciones, disfrutó la pasada semana de algunos días su sol y de su playa antes de regresar a París, la ciudad en la que vive desde 2010.

Con la constancia como actitud, Carlos regresa a la rutina parisina, centrado en su trabajo en una consultoría internacional. "Quería trabajar fuera de España, pero buscaba una empresa internacional, para volver pronto a mi país. La primera llamada que recibí para trabajar cumplía mis expectativas. Ahora, seis meses después de empezar, ya soy indefinido". Su regreso, sin embargo, parece que se aplazará algún tiempo. "Mis planes pasaban por terminar la carrera, venirme a París, mejorar el francés que aprendí con siete años, buscar alguna ayuda económica mientras me ubicaba en la ciudad, encontrar trabajo en mi sector y volver en unos cuatro años, para 2014". Pero la actual crisis económica le ha cambiado el paso. "Visto lo visto, no tengo prisa, aquí estoy satisfecho con mi trabajo".

Carlos comenzó la carrera en el año 2002, en pleno "boom" de las telecomunicaciones. "Estaba entre tres opciones: Ingeniería de Telecomunicación, Medicina y Periodismo. Al final, me decidí por la primera, por aquel entonces el futuro estaba asegurado en este sector". De su etapa universitaria sólo se arrepiente de una decisión: no haber cursado la beca Erasmus. "Por la experiencia, claro. Aunque en su momento, no tuve casi alternativa, ya que compatibilizaba una carrera exigente con jugar en un equipo de balonmano de mi ciudad. Así que no tenía tiempo para mucho más. Ahora, con perspectiva, sí que me hubiera gustado hacerla, creo que creces más rápido como persona al alejarte de las comodidades de tu casa".

Su primera experiencia en el mercado laboral, aunque todavía bajo el amparo de las prácticas universitarias, le llevó un año a trabajar para un operador multinacional de telefonía en Alicante. "Aprendí mucho, porque la carrera es muy teórica y las prácticas te permiten entrever qué hay fuera de la universidad". Y tras entregar el proyecto final, "el 20 de junio de 2010, no olvido la fecha", Carlos empezó a preparar su nueva vida, lejos de los apuntes y de su hogar. Lo tenía claro. No buscaba un país anglosajón, "porque el inglés es un idioma de trabajo, así que buscaba tener otro más". Y qué mejor que perfeccionar ese francés que aprendió en su etapa en el Liceo. "Mi intención era llegar a París y perfeccionar el francés que aprendí hasta los siete años en el colegio. También quería buscarme algún trabajo para empezar a ingresar dinero. Y así lo hice. Mi hermana, que estaba de Erasmus en París, me buscó un alojamiento para un mes, por lo que al llegar tenía varias tareas: buscarme un piso definitivo, confeccionar un currículum para trabajar en eventos y mejorar mi francés". En dos semanas, ya se manejaba con el idioma, aunque admite que los primeros días lo pasó mal en las conversaciones. "Creía que sabía, pero luego te ponías a hablar con los franceses y... ¡buf!".

Sus clases de francés, el diseño y entrega del currículum y la búsqueda de piso pronto empezó a combinarlas con la morriña. "Llegué en verano y echaba de menos la luz de Alicante, la playa, mi gente... Me preguntaba: '¿por qué estás aquí?, pero se me pasaba enseguida". No tardó en familiarizarse con su entorno, ni tampoco en encontrar alojamiento y un trabajo temporal en el Salón de la Moda de París. "Podía haber apostado por buscar en las telecomunicaciones, pero preferí asentarme en la ciudad". Tres meses después, ya se decidió. "En enero de 2011, me llamaron para una entrevista en una consultoría. Cuatro días después, me ofrecieron trabajo. Y hasta hoy". Con un contrato indefinido, Carlos explica su negativa a trabajar en España. "Se han puesto en contacto conmigo varias empresas, pero sé que no merece la pena. Cobraría un salario más bajo, pero sobre todo tendría una enorme inestabilidad laboral". De hecho, en estos dos años en París, ya ha arrastrado a varios compañeros de carrera hasta la capital francesa. "Les animo a que se vengan, siempre y cuando tengan nociones del idioma". También le han ofrecido trabajo en Asia, "pero hay que valorar la calidad de vida europea y el poder estar cerca de casa".

Desconoce cuándo regresa definitivamente a España, pero sí sabe que hay fechas de obligada visita. "Intento ir a Alicante en Hogueras y en verano y a Madrid, donde vive parte de mi familia, en Navidad".

París, reconoce, le sorprende cada día y ya ve abiertos a los parisinos. Al principio, no quería amigos españoles, para facilitar su integración. Ahora, sin embargo, ha formado una "Roja" en París para jugar al fútbol.

"Se puede trabajar en Madrid y Barcelona, pero si quieres crecer debes salir del país"

"Los ingenieros, hace unos años, negociaban su primer contrato laboral. Ahora, la situación es muy diferente. Se puede trabajar en Madrid y Barcelona, aunque si quieres crecer es conveniente que salgas de España. Y eso que el sector de las telecomunicaciones, en mi opinión, aún no ha tocado fondo en nuestro país", asegura Jesús Ruiz, compañero universitario de Carlos.

Instalado en Madrid, donde trabaja para una consultoría internacional, Jesús recomienda que los jóvenes licenciados aprovechen los primeros años laborales para conocer otros países y otras formas de trabajo. "Creo que es una experiencia enriquecedora para todos y, sobre todo, para los ingenieros. Recomiendo a los recién licenciados que busquen oportunidades en Francia y Alemania, dos países punteros en el sector de las telecomunicaciones, aunque sé por Carlos lo difícil que resulta dejar atrás a la familia y a los amigos", concluye Jesús.