"Estaba en casa de un amigo y actualicé mi cuenta de correo electrónico para comprobar si había llegado algún mensaje nuevo. Lo hice con ansia, aunque sin mucha esperanza. Pero me encontré con una oferta de trabajo al otro lado del mundo. Contesté de manera inmediata, sin consultarlo con nadie. ¡Por fin iba a poder cumplir mi sueño: volar!". Martín Martínez, ilicitano de 29 años, trabaja desde 2009 como piloto comercial en Yakarta, la capital indonesia y una de las ciudades más pobladas del mundo.

"Ya aceptada la oferta, llegué a casa y lo primero que hice fue preguntarle a mis padres dónde estaba Indonesia. ¡No sabía ni por dónde caía! Pero me daba igual, yo quería trabajar y ya estaba desesperado de tanto buscar... Aclarada la duda, les dije que en tres semanas, el 20 de agosto, tenía que estar en Indonesia".

Pero el camino hasta Yakarta no estuvo exento de turbulencias, desde que decidió ser piloto hasta que firmó su primer contrato laboral.

Martín, un apasionado de los aviones desde pequeño, encontró respuesta a sus dudas el primer día de Selectividad. "En la UMH, entre examen y examen, leí un cartel que decía: 'Hazte piloto de líneas aéreas'. Enseguida llamé a mi madre y le dije que pidiera información. Ya sabía hacía dónde quería enfocar mi futuro laboral, hasta ese momento dudaba entre ser controlador aéreo o estudiar Arquitectura".

La escuela de pilotos estaba en Alicante. Así que su sueño empezaba a gestarse cerca de su Elche natal. Aunque los nubarrones pronto se hicieron presentes. "Aprobada la parte teórica, la empresa bajó la persiana y nos dejó sin la posibilidad de sacarnos la licencia. Así que, sorteando problemas, acabé en Madrid. Después de un año parado, en el que me inicié a dar clases de pádel, tuve que repetir los catorce exámenes y completar las 190 horas de vuelo. Así, en diciembre de 2008, por fin conseguí la licencia de piloto".

Y entonces pensó: "¡Ya está, ahora a trabajar!". Pero no. Pronto empezaron a surgir más inconvenientes: "Las compañías pedían experiencia, así que poco margen de movimiento tenía". De hecho, pensó en tirar la toalla, renunciar a su sueño de volar. "La desgana me hizo estar a punto de dejarlo todo y volver a dar clases de pádel. Pero, al final, seguí echando currículums. Hice un curso en el que prometían trabajo en Bulgaria, pero al final no salió. También me dejaron colgado en Marruecos, donde una supuesta oportunidad laboral se convirtió en dinero tirado, ya que me quedé con el billete comprado y sin nada de trabajo".

Y así, golpe tras golpe, llegó julio de 2009. "Estaba muy ansioso, cada pocos minutos miraba el correo por si me llegaba alguna oferta. Y al final, llegó. Me ofrecían un año de contrato en Indonesia, pero me requerían estar allí en tres semanas". Aceptó sin pensárselo un segundo. Luego ya se lo dijo a sus padres...

"Fueron unos días muy estresantes, pero ilusionantes. Tuve que hacer muchos papeles, ponerme vacunas...". Y, tras dos escalas -Milán y Abu Dhabi- y un día completo de viaje, Martín llegó a Indonesia.

"El inicio fue duro por la adaptación y muy aburrido, porque llegué en el mes del Ramadán y no había nada que hacer. Además, necesitaba hablar mi idioma y no conocía a ningún español, aunque pronto descubrí que un compañero estadounidense era de origen cubano. Fue mi salvación. Ahora comparto casa -tan espaciosa como asequible al bolsillo- con él y con dos alicantinos más a los que animé hace unos meses a que se vinieran aquí a trabajar. Indonesia necesita cada año unos 300 pilotos extranjeros".

Tres años en Yakarta le han bastado a Martín para ampliar currículum, echar de menos Elche y valorar un posible regreso a Europa. "Ya hablo indonesio, el idioma de este país en el que la corrupción está a la orden del día y el tráfico es un caos. La empresa me ha ofrecido el ascenso a capitán en tres años. Si cumplen, veremos, si no, me acercaré a casa, porque echo de menos a la familia y algo tan insignificante como tomar un aperitivo en una terraza".

"Lo he pasado muy mal, pero sé que él lo ha pasado mucho peor"

"Lo he pasado muy mal, pero sé que él lo ha pasado mucho peor. Cuando me dijo que se iba a Indonesia, el miedo se apoderó de mí", asegura Ana Serrano, madre de Martín, quien admite que ver a su hijo "feliz" compensa el sufrimiento de todos. "Se fue solo, con una maleta y confiando en una oferta que le llegó por internet. Pero aquí estaba mucho peor y veía que al final iba a caer en una depresión por no poder cumplir su sueño de volar".

La madre, que tiene a otra de sus hijas trabajando en Croacia gracias a una beca europea, admite que el peor momento de la ausencia de Martín llegó en la Navidad de 2009. "Es la única que ha pasado fuera de casa, y tuvimos que conectarnos a través de internet para sentirnos más cerca. También es duro cuando fallece algún familiar cercano y él sufre por no poder estar aquí, con nosotros. Pero confío en que se acerque pronto a Europa y poder disfrutar más de él", afirma.