"La crisis me ha venido bien. Me empujó a Inglaterra demostrándome que soy capaz de salir adelante pese a las dificultades". A Natalia Santana, el golpe de suerte le llegó en la Navidad de 2010. Una amiga le habló de las becas Leonardo. "Eché la solicitud y me la concedieron. En febrero ya estaba trabajando aquí, en Crawley, con un contrato de seis meses de duración".

Alicantina de nacimiento, cursó un módulo superior de Turismo en el CdT de la capital, que concluyó con unas prácticas de tres meses en el Hotel Castilla. Las instalaciones de la Playa de San Juan fueron allá por 2003 su primer contacto con el sector servicios. Concluida su formación, compaginó tareas de guía turístico por el territorio nacional con trabajos en diferentes hoteles de la ciudad, hasta que en 2006, con el fin de mejorar su nivel de inglés, emprendió su primera aventura en el Reino Unido. "Era consciente que debía hablar mejor inglés para trabajar en empleos relacionados con el turismo, así que me marché dos meses. Viví con una familia y recibí un curso intensivo de inglés".

Ya de vuelta, siguió con su preparación. Se interesó por ser azafata de vuelo, estudió un módulo superior de secretariado y trabajó en un centro escolar inglés en la provincia, pero la crisis empezó a oscurecer su futuro. "Tenía 28 años, quería independizarme y no había manera. Trabajé con mi padre, que es autónomo, pero sabía que así no me acabaría ganando la vida. Siempre quise moverme en el sector turístico", explica Natalia desde la casa que comparte en Crawley.

Y el pesimismo se hizo hueco: "Me empecé a deprimir. A finales de 2010, ya en plena crisis, me veía en casa, sin hacer nada, sólo ayudando en las tareas domésticas, sin una salida clara... Y así llegó mi salvación: una beca Leonardo".

En febrero de 2011, Natalia ya estaba en la recepción del Crowne Plaza Gatwick Hotel. "Fue una experiencia muy interesante durante la que trabajé y estudié inglés, pero los seis meses pasaron muy deprisa. En verano se acabó la beca y me encontré sin saber qué hacer. Eso sí, no me planteaba volver a casa, allí no sólo estaría parada, sino que además no tendría casi posibilidades de encontrar algún trabajo".

Y así fue. En apenas una semana se empleó en una cadena de comida rápida, donde estuvo dos meses, hasta que encontró un trabajo en su sector. "Dejé un currículum en un hotel, sólo en uno, y en apenas unos días me llamaron. Mi experiencia, las referencias que dio un amigo y una prueba de dos horas me sirvieron para firmar un nuevo contrato laboral". El compromiso se cerró hace casi un año. "Y aquí estoy muy a gusto. Trabajo de camarera y, con algunas horas extras, rondo los 1.200 euros mensuales".

Su vida, relata, ha cambiado mucho en los dos últimos años. "Salí de Alicante y me siento muy satisfecha por aquella decisión. Soy independiente, trabajo en lo mío, vivo en una casa nueva -que comparte con dos escoceses y una húngara-, he progresado mucho con el inglés... Y veo que los sueños, con tiempo y ganas, se acaban por cumplir". Los suyos están cada vez más a su alcance.

Pero, con todo, Natalia no se ve muchos más años en Inglaterra. "Estoy bien, pero echo de menos mi ciudad. Mis jefes me valoran, pero cuando llego a Alicante me emociona ver el Castillo, y cuando paseo por aquí imagino que estoy en la playa. Quiero volver a España, pero no sé cuándo podrá ser, espero no tardar más de dos años".

Ya es historia el miedo que sintió al aterrizar, aunque todavía recuerda ese olor a muffins de chocolate en el aeropuerto. "Ahí supe que no había marcha atrás". Hoy, casi dos años después, la aventura no tiene fecha de caducidad, pero sabe que la tendrá. La conexión Gatwich-El Altet, por ahora, aún sigue abierta.

"Conforme está todo en España, es una alegría que Natalia esté lejos"

Su hija Natalia se encuentra a casi 1.500 kilómetros de distancia, a unas dos horas y media en avión, pero Daniel Santana se declara feliz. "Le echamos mucho de menos y todo eso que se dice habitualmente, pero yo estoy muy contento de cómo le van las cosas en Inglaterra", asegura el padre de Natalia, agente comercial de profesión. "Por mi trabajo, soy más que consciente de la situación en la que se encuentra España, así que es una alegría que mi hija esté bien lejos de aquí, aunque nos gustaría, como padres, poder disfrutar cada día de su compañía", afirma Daniel, quien resalta la progresiva aclimatación de su hija a su nueva vida en Crawley, una localidad situada 45 kilómetros al sur de Londres y conocida por albergar el segundo aeropuerto más importante del Reino Unido, el de Gatwick: "Cada día está más a gusto, más integrada, haciendo cada vez más amigos".

"Cuando nos dijo que se marchaba a Inglaterra, allá por la Navidad de 2010, tomamos la noticia con resignación. No era la primera vez que se iba -Natalia ya estuvo dos meses en el Reino Unido mejorando su nivel de inglés-, y aceptamos su decisión: era su ilusión, lo que quería hacer, y aquí en Alicante la situación era muy complicada", subraya el padre de Natalia, concienciado de que pasarán unos años hasta que su hija regrese a casa: "Ella sabe que le queda algún tiempo por allí, y nosotros también. Ahora, con las nuevas tecnologías, la distancia se lleva mucho mejor".