"Los inicios fueron duros, muy duros. Ahora, tres años después, mi vida está aquí, en Alemania". Rubén Gandolfo vivió en Alicante hasta que una chica le arrastró cientos de kilómetros hacia el centro de Europa. Más tarde, tras regresar a casa para acabar la carrera, fue la necesidad de trabajar, de sentirse útil, la que le devolvió a tierras germanas.

Estudiante de Ciencias del Deporte en la Miguel Hernández, Rubén aterrizó en Alemania allá por septiembre de 2009. Lo que iba a ser un periodo de seis meses... ya camina hacia los tres años. Hoy, con 26 años y a punto de licenciarse, presume de ser el encargado de un restaurante con evidente sabor patrio en Fráncfort: "El Español".

Rubén tomó un avión con dirección Dresde, una ciudad oriental de medio millón de habitantes. Allí le esperaba la que por aquel entonces era su novia. Ya en suelo germano, tuvo claro cuál iba a ser su primer objetivo: aprender alemán. "Sabía que era necesario para disfrutar al máximo de mis meses fuera de casa". También buscó trabajo para evitar que su colchón económico se desinflase a un ritmo excesivamente veloz. "A través de anuncios en internet, empecé a dar clases de español, repartir publicidad y trabajar de reponedor en un supermercado".

Así pasaron los primeros tres meses de Rubén en Alemania. Luego se planteó alargar su estancia. "Empecé a echar currículums en la hostelería, un sector que ya conocía por haber trabajado durante años en Alicante". Pero no todo fue tan fácil como soñaba. "Me di cuenta de que trabajar de cara al público iba a suponer un gran reto. El idioma me impedía entender y hacerme entender. Todos los días me iba a casa con mucha impotencia. Me llegué a sentir un inútil". Ese sentimiento de incapacidad, sin embargo, apenas le duró unas semanas. Rubén pronto empezó a entender todo lo que le pedían los clientes, incluso ya se hacía entender. "Más me valía, porque si al servir una mesa apuntas un plato mal, te toca pagarlo de tu bolsillo".

Por aquel entonces, Rubén meditaba la posibilidad de solicitar una beca Erasmus y continuar sus estudios en Alemania. Intentó cerrar un convenio con la Universidad de Dresde, pero la UMH no se lo puso fácil. Así, en septiembre de 2010 acabó en Fráncfort. Rubén compatibilizó cuarto de Ciencias del Deporte con los afamados a la par que controvertidos "minijobs". "Trabajaba doce horas a la semana, por 400 euros libres de impuestos".

Cursado su penúltimo año de carrera, Rubén regresó el pasado mes de septiembre a Alicante. "Quería terminar las asignaturas que me faltaban, pero pronto me desesperé. Sentí que iba en contra del mundo. La gente quería salir fuera, y yo, que estaba genial en Alemania, había vuelto. Pero como no encontraba ningún trabajo, era imposible, duré poco en casa". Regresó a Fráncfort convencido de encontrar un empleo. "Y en lo que fuera, todo me valía", matiza. Una predisposición que no cabe en la cabeza de sus amigos alemanes... "No entienden que sea feliz trabajando en algo que nada tiene que ver con mi formación".

Ahora, cuando faltan apenas unas semanas para cumplirse tres años desde que puso pie en tierra en Alemania, se encarga de "El Español", un restaurante donde productos nacionales conquistan el estómago de los alemanes. "Lo español tiene mucho tirón". Pero Rubén quiere, más pronto que tarde, cambiar el paso. "Estoy muy a gusto, pero sí que me gustaría poner en práctica mi formación en el deporte. Y quiero hacerlo aquí, en Alemania, donde las condiciones laborales nada tienen que ver con lo que viví de España. Sé que con algo más de tiempo, podré trabajar en empresas relacionadas con el deporte".

Tres años en Alemania, dos ciudades de residencia, un curso de Erasmus y varios trabajos en el sector de la hostelería le han bastado a Rubén, un alicantino de 26 años, para relegar a categoría de anécdota aquella impotencia inicial, fruto de su fría relación con el alemán. "Soy feliz, me siento satisfecho con mi trabajo y sólo pienso en España como un lugar de vacaciones. ¡Y claro que me acuerdo de Alicante! Pero mi vida está aquí". Lo dice con firmeza, y cierta nostalgia. "¿Qué me traería de España? A mi madre, sin duda", remata con un hilo de voz que intenta disimular la emoción.

"Siento envidia por la vida actual de Rubén"

"Si me pudiera ir, estaría junto a él. No me da pena, siento mucha envidia por la vida actual de Rubén en Alemania. De hecho, yo siempre le animé a irse". Así de contundente se muestra Rafael Botella, padre de Rubén. Enfermero de profesión, reconoce que su hijo está viviendo el sueño que él nunca pudo hacer realidad. "De joven estudié alemán, el país me atraía muchísimo. Así que me encanta que Rubén pueda disfrutar de todo aquello con lo que yo soñaba", asegura Rafael, quien reconoce que la situación de España es un fuerte aliciente para emigrar: "Él nunca había tenido problemas para trabajar, y cuando volvió a Alicante no encontró nada. Se vio casi obligado a volver a Alemania".