José Císcar Bolufer, natural de Teulada-Moraira y vicepresidente de la Generalitat, tomará hoy el mando del PP en la provincia de Alicante con el reto de marcar el rumbo y de mantener a flote un barco que tiene abiertas importantes vías de agua con la severa crisis económica que sufre la Comunidad Valenciana, con las investigaciones por corrupción que azotan a cargos populares y con el desgaste que empieza a acusar el PP después de 17 años de gobierno en las principales instituciones. En un congreso que se celebrará en el Paraninfo de la Universidad de Alicante, Císcar cogerá las riendas del partido, sin embargo, en una situación interna completamente diferente a la de hace cuatro años. Es la única carta que tiene a su favor.

Durante el cónclave celebrado en Orihuela en 2008, el PP acabó fracturado en dos mitades con Joaquín Ripoll venciendo por la mínima -cinco votos- a la candidatura de Manuel Pérez Fenoll, apadrinada por Francisco Camps. Fue el momento más tenso de un pulso que ambos arrastraban desde 2003, cuando uno se atrincheró en la Diputación; y el otro llegó al Consell para instalarse en la cúpula del PP de la Comunidad. Ni Ripoll -ahora presidente del Puerto después de dejar la cúpula provincial del PP tras las elecciones generales del pasado 20-N y que ha declinado la invitación para asistir al congreso de hoy-; ni tampoco Camps están ya en escena arrastrados por los efectos, respectivamente, de Brugal y de Gürtel. Así que muerto el perro, se acabó la rabia.

De esta manera, los populares alicantinos, durante el congreso que se celebrará en el Campus de San Vicente del Raspeig, pondrán punto y final a ocho años de batallas internas con una nueva cúpula de integración encabezada por Císcar y que tendrá como segundo de a bordo a José Juan Zaplana, uno de los principales colaboradores de Luisa Pastor. Protagonista de una de las carreras más fulgurantes de la historia del PP que, en apenas nueve años de militancia, le ha llevado de una formación independiente con la que logró la alcaldía de Teulada a la cúspide de la sala de mandos popular, el número dos de Fabra en el Consell deberá consolidar el camino de "unidad" iniciado durante el efímero mandato de apenas siete meses de Miguel Ortiz, alcalde de Altea y ahora uno de los vicesecretarios de la nueva cúpula regional del PP.

Una estructura compacta es la única garantía que tiene Císcar para afrontar las turbulencias a las que se tienen enfrentar los populares hasta 2015, cuando se celebren las próximas elecciones municipales y autonómicas. Todo lo demás serán complicaciones y dificultades. El PP tiene ahora menos problemas internos pero, por contra, los tiene que afrontar en la calle, algo que no le había ocurrido desde que llegó a la Generalitat desde 1995. La papeleta de Císcar, por eso, no es sencilla. Es el portavoz del Consell y, por tanto, la imagen de un gobierno en bancarrota; sumido en los impagos; que, hoy sí y mañana también, tiene que recortar servicios básicos para pagar a los bancos; y que tiene la losa de 600.000 personas sin empleo. Un desgaste que, admiten fuentes del PP, deber minimizar con "pedagogía" y explicando a los ciudadanos las decisiones del Gobierno de Rajoy para que las "entiendan".

Pero los populares, además, tienen inoculado otro virus que, unido a la crisis, extiende la infección: las investigaciones por corrupción. Una situación que, por ejemplo, condiciona el futuro de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, pendiente de la decisión que toma el TSJ sobre su posible imputación en el supuesto amaño del PGOU. Císcar "limpiará" su ejecutiva de imputados. Seguirá la estela de Alberto Fabra y aplicará a rajatabla los Estatutos. "Pero los ciudadanos -reflexiona un dirigente- están muy firmes en este tema. Junto a la crisis -apunta- puede ser letal". Evitar eso es el gran reto de Císcar.