La inestabilidad del grupo popular en las Cortes se ha convertido en un quebradero de cabeza para el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, pero también para la cúpula nacional del PP. En la calle Génova se han encendido todas las alarmas después de una semana en la que, a la nómina de siete imputados que, de momento, puebla la bancada popular en el hemiciclo autonómico se ha sumado la situación judicial de Rafael Blasco por su supuesta implicación en la trama de las ONG y el espectáculo de la propuesta para prohibir las manifestaciones políticas en actos deportivos que el PP de la Comunidad trasladó a Madrid y que fue rechazada por los propios diputados populares en el Congreso. "Envían a un imputado -en referencia a David Serra, encausado en Gürtel- para defender una iniciativa que, con la que está cayendo, no tiene sentido", coincidieron las fuentes consultadas.

En las filas del PP son conscientes de que, a día de hoy, la formación vive en la Comunidad su peor momento desde que llegó a la Generalitat en 1995. Hasta Madrid no llega ni una sola noticia en positivo sobre la escena política valenciana: casos de corrupción, deuda desbocada, dificultades económicas, parálisisis institucional... Los sondeos, a tres años vista, es cierto que sólo marcan tendencias. Pero apuntan a una caída sostenida del PPCV que pone en riesgo la mayoría absoluta de la que disfruta desde los comicios de 1999. Por vez primera, notan un cierto desgaste que afecta directamente a la figura del jefe del Consell. Pero también entienden en Génova que Fabra tiene un margen de tiempo todavía suficiente como para darle la vuelta a la situación. Y el grupo parlamentario en las Cortes Valencianas se ha convertido en el principal núcleo de desestabilización de la figura del actual presidente de la Generalitat.

Una vez que se acabe resolviendo sobre la posible imputación de Blasco, algo que podría ocurrir en un mes, Fabra estará obligado a tomar posición y preparar una importante remodelación en la dirección del grupo en las Cortes que, al final y como avanzó este periódico, podría tener su traslación al propio Consell. Y los principales notables del PP ya se están situando. El vicepresidente José Císcar apuesta por colocar a Antonio Clemente como relevo de Blasco mientras que el secretario regional del PP, Serafín Castellano, prefiere la opción de Alicia de Miguel, alternativa muy criticada por dirigentes como Alfonso Rus que recuerdan su pasado zaplanista. Para Fabra, una posibilidad sería recurrir al propio Castellano y remodelar el Consell, como baraja para finales de julio, pero, sin embargo, el hasta ahora titular de Gobernación prefiere quedarse ocupando un sillón en el banco azul.

Dirigentes del PP entienden que Alberto Fabra debe dar un golpe en la mesa para volver a meter en cintura al grupo en las Cortes, órgano institucional que sustenta la acción del gobierno y que también marca la réplica a la oposición. Fabra, hasta ahora, está respondiendo a los casos de corrupción que afectan al Consell pero se muestra incapaz de resolver el desaguisado en las Cortes. Y en la cúpula del PP opinan que el presidente de la Generalitat debe elegir un síndic capaz de enderezar a sus diputados.

Campaña de bajo perfil de Císcar y las comidas de la vieja guardia

Queda justo un mes para el congreso provincial del PP en el que José Císcar tomará las riendas y, de momento, el vicepresidente del Consell está desarrollando una campaña interna de perfil bajo. Este proceso previo al cónclave, aunque Císcar no vaya a tener rival, es más importante de lo que parece. Le debe servir para atar cabos y encajar todas las piezas del partido. Acelerará, aseguran desde su entorno, después de que se elijan los compromisarios a final de mes. El anodino proceso interno, con pocos nombres y sin ninguna idea, se rompió esta semana con una comida de vieja guardia del PP -Julio de España, Carlos Alcalde, Joaquín Galant, Vicente Buades..., entre otros- dejándose ver para el congreso local de Alicante. P. r. f.