­Nerea repela la pata de jamón que tiene en la cocina, apenas hueso ya, en lo que parece un reflejo de la economía de guerra que sufren cada día más familias alicantinas debido a la crisis, una crisis que, en mayor o menor medida, ha modificado los hábitos de consumo de la mayor parte de ciudadanos tal como reflejan varias familias alicantinas de diferentes barrios y situación económica.

De las familias con las que hemos hablado, la de Nerea es la que peor lo está pasando. Vive en un piso de Colonia Requena con su marido Juan Pedro y tres hijos. Tanto ella como su marido están en paro. Juan Pedro trabajaba en la construcción «y ganaba unos 1.600 euros al mes», relata Nerea, «incluso nos planteamos comprar un piso mejor, pero entonces lo despidieron». La familia vive ahora con los 750 euros que cobra él del paro «pero en menos de un año se le acaba y no sé qué vamos a hacer si no encontramos algo». El matrimonio paga 180 euros de alquiler y de momento aguantan recurriendo a veces a la ayuda de Cáritas «porque en gastos fijos se nos van unos 600 euros».

Nerea cuenta que los que peor lo llevan son los niños. «El mayor de 13 años tiene una videoconsola que compramos en los buenos tiempos, pero ni siquiera pide juegos porque sabe que no se puede. El problema es el pequeño de dos años que no entiende que tengo problemas hasta para comprarle un huevo Kinder porque con eso tengo para 4 barras de pan». Nerea añora la época en la que Juan Pedro estaba en la obra. «Llevábamos una vez al mes por lo menos a los niños a cenar fuera y nosotros también salíamos a veces con los amigos. Ahora nada, y nuestros amigos tampoco porque andamos todos mal». En verano la familia viajaba a Salamanca de donde ella es originaria, «pero ya no podemos, así que vamos al parque o a la playa, que es gratis». ¿Caprichos? «Ninguno, no se puede. La ropa nos la pasamos de unas amigas o familiares a otras o recurro al mercadillo, pero lo mínimo. Y lo peor es que no sé cuándo vamos a encontrar algo. Yo estoy dispuesta a limpiar, cuidar niños o ancianos, cocinar, lo que salga...».

Juan José Navarro y Lourdes tienen un perfil distinto. Ella es funcionaria y él comercial. Los dos trabajan y no han sufrido una reducción significativa de sus ingresos desde que empezó la crisis pero, sin embargo, reconocen que han cambiado sus hábitos. «Es inevitable. Por una parte gastas menos porque todo ha subido, pero el mayor problema es el miedo. Nos pasa a nosotros y hemos notado que también a quienes nos rodean. Hay miedo a gastar por lo que pueda ocurrir». En el ocio es donde más ha cambiado su rutina. «Antes salíamos a cenar todos los sábados con un grupo de amigos y ahora quedamos en tomar algo después de cenar u organizamos cenas de sobaquillo en la casa de alguno». La ropa es otro de los sectores en los que esta pareja, que vive en una de las nuevas urbanizaciones del PAU 2, ha cambiado sus hábitos, y es que, como señala Lourdes, «hace ya mucho que no me gasto más de 50 o 60 euros en un vestido mientras que antes no tenía problemas en gastar 200 o 300 euros si algo me gustaba mucho».

La necesidad de ahorrar también está condicionando a la familia de Francisco Javier que vive con su mujer y sus dos hijos en la playa de San Juan. «Yo he cambiado todas las bombillas de casa por otras de bajo coste porque con las de antes gastaba un montón en luz», señala, añadiendo que «en mi urbanización, la comunidad ha decidido apagar la mitad de las luces por la noche para ahorrar en los gastos de la comunidad, y nos estamos planteando sustituir tramos de césped por otros de grava para no gastar tanta agua». Tampoco en su caso ha habido una reducción de ingresos pero «hay miedo a gastar. En otro momento yo habría cambiado ya el coche o habría pintado la casa, pero ahora no nos atrevemos porque no sabemos qué va a pasar con el trabajo ni con el país», señala, para añadir que «tampoco vamos a viajar este verano como hemos hecho otras veces, porque nos puede la incertidumbre».

Las familias con las que hablamos son reacias a dejarse fotografiar. «No quiero que nadie sepa lo que pasa en mi casa», indicaba Rosa, una dependienta, ahora en paro, que vive con su marido, su padre y dos niños en un piso de Carolinas y que asegura que la crisis le ha cambiado la vida. «Tenemos la suerte de que mi marido sigue trabajando, pero yo me quedé en el paro hace dos años y ya he acabado el desempleo». Con los 1.300 euros que gana su marido en un taller de reparación de coches y la pensión de su padre, se apañan bien, «pero el problema es que nos acostumbramos a vivir con los dos sueldos y ahora se nota mucho». Rosa dice que «hemos tenido que prescindir de las clases particulares de inglés de los niños y ahora vigilo mucho más lo que gasto. Yo antes no tenía problemas en comprarme un bolso o un suéter y ahora me lo pienso dos veces y al final no me lo compro».

Juan y Renata también miran mucho el bolsillo, y eso que son jubilados y no temen por su pensión. «No, no creo que nos la quiten ni la bajan mucho. Ya sería lo último», apunta Juan. El problema es que el matrimonio también limita sus gastos «porque tenemos que ayudar a mi hijo que está en paro». Esta pareja de San Blas ha indicado que «ahora buscamos las ofertas en el supermercado y los regalos a los nietos son más pequeños». Además, tal y como confiesa Renata, «llevamos dos veranos quedándonos en Alicante, porque ¿cómo te gastas el dinero por ahí estando tu hijo sin trabajo?».

BARÓMETRO DEL CIS

Un 70% de los españoles ahorra en ocio y un 41% en comida

Al 90% de los españoles la recesión económica les ha afectado en su situación personal y, de ellos, a un 25,9% les ha afectado mucho. Así se desprende de los resultados del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de diciembre en el que se abordaron los cambios en las costumbres de consumo debido a la crisis. Los elevados índices de desempleo y la incertidumbre sobre el futuro hacen que los hogares españoles estén recortando en muchos de sus gastos. Así, según se refleja en la encuesta del CIS, el 69,8% de los ciudadanos están controlando el gasto en agua, electricidad y gas en mayor medida que antes de iniciarse la crisis. Casi el 70% reconoce que ha modificado sus hábitos de ocio, y un 66% ha variado la forma de pasar sus vacaciones. El ahorro también afecta en la cesta de la compra al 41,2% de los ciudadanos, casi la mitad señalan que han variado su medio de transporte y más del 64% de los españoles aseguran que ahora gastan menos que antes de la recesión en la compra de prendas de vestir y calzado. Los datos recabados por el CIS revelan que hasta la salud se ha visto afectada por el tijeretazo, de forma que un 23,9% de los encuestados señalaron que habían aplazado algún tratamiento médico o dental debido a la incertidumbre económica y al empeoramiento de sus condiciones laborales desde el inicio de la crisis en 2008.