A Genaro no le gusta nada que le llamen "gorrilla". Le parece despectivo. Él dice que se dedica, simplemente, a cuidar coches sin meterse con nadie, "ni en rollos raros de droga", señala. Genaro, nombre en clave que le hemos dado a este señor de 62 años que prefiere no identificarse, sufrió hace años un accidente que le dejó inválido y tuvo que dejar su trabajo en la construcción. Desde entonces, a diario, en un pequeño párking público situado en el centro de Alicante, se dedica a indicar a los conductores los sitios libres y darles unas cuantas indicaciones con su gracejo particular. A cambio pide algún euro, pero dice que hay días que no junta ni 5 para llevarle a casa a su mujer. "Será la crisis", asegura este señor, que prefiere no salir en fotos porque le da cosa que sus hijos le vean ganándose la vida de esta manera.

Genaro ya es conocido en la zona. Dice que le aprecian y que la Policía no se mete con él. Deja claro que hace este trabajo para pagar sus recibos pero que el próximo día 15 tiene un tribunal médico para ver si le dan una ayuda por su discapacidad, y si lo consigue dejará esta práctica. Mientras tanto es uno de los tantos "gorrillas" que se busca la vida en la ciudad de Alicante.

Las principales zonas donde actúan se sitúan junto a centros sanitarios alicantinos, en la calle que hay justo detrás de la Diputación de Alicante, junto al Parque de Canalejas, en el aparcamiento del Auditorio Provincial de Alicante (ADDA), en el de la playa del Postiguet, etcétera.

En 2011, según datos de la Policía Local de Alicante, se levantaron 758 actas de denuncia contra estos aparcacoches ilegales, 65 atestados judiciales y 49 actas informativas. Cuando un agente pilla a un "gorrilla" le levanta un acta informativa. Si al poco tiempo de este aviso vuelve a las andadas o si se le abren tres actas informativas, el policía puede denunciarle, ya que "la desobediencia a las fuerzas de la autoridad puede ser considerada como delito", explica Vicente Magro, presidente de la Audiencia Provincial, que hace unos años, junto a la Junta de Jueces de Alicante, realizó una unificación de criterios con respecto a este tema.

Las multas pueden llegar hasta los 600 euros. El problema es que la mayoría de estas personas son insolventes, por lo que se les obliga a cumplir por impago 30 ó 40 días de prisión. Es el caso de dos hermanos que trabajan junto al aparcamiento del Hospital General de Alicante. Ambos han cumplido penas por desempeñar una labor que ellos consideran digna, "al menos no estamos por ahí robando", matiza uno de ellos. El que habla explica que vino a Alicante desde Lleida hace unos años, y una serie de problemas le llevaron a la separación "y a partir de ahí todo fue ruina en mi vida".

En ese mismo lugar, muy frecuentado por este gremio, acaba de empezar un chico mucho más joven que ellos, que asegura que la gente le trata "guay". Subraya que no le gusta demasiado esta práctica y que lo hace para "estar tranquilo y no por ahí ". Explica que para coger un sitio en ese lugar, y hacerlo tuyo, es un poco "la ley de la selva", aunque "la mayoría nos conocemos, ya que somos del mismo sitio", en referencia al barrio del Carmen. Los dos hermanos antes citados aseguran que si alguien se mete en esa zona y monta follón, "o se pone a meterse con las mujeres", son ellos mismos, con el resto de su compañeros habituales, los que van a hablar con esa persona para que se marche.

El concejal de Seguridad, Juan Seva, comenta que el perfil del "gorrilla" suele ser una persona con un entorno familiar y social desestructurado. Alguien muy cercano a este mundo, que prefiere no identificarse, explica que la gran mayoría tiene antecedentes policiales. Seva deja claro que lo que más intentan inculcar a los agentes es que se centren, sobre todo, en aquellos que pueden suponer un peligro para la gente, ejerciendo un tipo de mendicidad coactiva, que en ocasiones puede llegar a la amenaza.

Por ejemplo, Diego (también nombre ficticio), que trabaja en el aparcamiento situado en el ADDA, dice que él siempre respeta, "ya que no puedes exigirle a la gente y menos si es la de tu mismo barrio". Lleva en ese mismo lugar varios años y afirma que los vecinos confían en él. "Yo estoy de 9.30 a 14 y de 16 a 19.30, más o menos. Hay que echarle horas para que la gente que suele aparcar aquí te conozca y sepa que eres de fiar", señala. Incluso, cuando ha venido alguien de fuera a realizar su misma labor de una manera agresiva, "son los mismos vecinos o los agentes de seguridad del centro cultural los que los echan". Diego llegó a Alicante en 2009 desde Bilbao. Buscó ayuda a través de trabajadores sociales pero finalmente no le quedó otro remedio que comenzar su aventura como gorrilla. "No creo que la solución sea legalizar este trabajo. Pienso que lo importante es que los que nos dedicamos a esto lo hagamos con respeto, para que así se nos respete a nosotros también".

El edil de Seguridad asegura que el número de casos ha bajado bastante en los últimos años, "sobre todo cuando se empezó a aplicar la nueva normativa contra la mendicidad". Actualmente, la Policía Local está atenta a posibles brotes en determinadas zonas por si tiene que actuar.

Vendiendo tickets de "la hora"

"Hay quien nos dice que deberíamos estar también a partir de las 20 horas para no toparse con los 'gorrillas'", señala a informacion.es un agente de la O.R.A. que trabaja en un aparcamiento público alicantino. También explica que muchos de los aparcacoches que operan en lugares con zona azul le piden el ticket a la gente que deja un sitio libre para vendérselo a otro conductor.