"Soy voluntario por puro egoísmo". Con esta rotunda paradoja resume su experiencia Fernando Martínez. Este arquitecto, de 65 años, afrontaba los últimos compases de su carrera cuando el desempleo se interpuso en su vida. Desde septiembre, es voluntario en Cáritas Alicante. Su función consiste en dar clases de lenguaje y matemáticas a un grupo de personas en riesgo de exclusión socio-laboral.

No se trata de un caso único, ya que las cifras del paro siguen en aumento. El pasado mes de marzo, la provincia sumó 1.407 desempleados más, hasta superar los 225.000 en total. Un goteo incesante que, más allá de los apuros económicos que conlleva, también tiene graves consecuencias en la parcela humana. La inactividad, la falta de perspectivas y el exceso de tiempo libre son una desalentadora mezcla para personas de todos los perfiles y segmentos de edad. Ante esta situación, no son pocos quienes han decidido dar un paso al frente y dedicar parte de su tiempo a tareas de voluntariado.

"Me he incorporado a esta actividad debido a que no hay trabajo en mi profesión. Hasta hace poco, también era docente en la Escuela de Arquitectura de Valencia, pero la crisis me echó de la Universidad", lamenta Fernando Martínez con una sonrisa. Preguntado sobre sus motivaciones, no tiene dudas. "El egoísmo es el motor de todas nuestras actividades y esto no es una excepción, ya que uno recibe mucho más que el tiempo y esfuerzo que pueda dedicar. Por tanto, el gran beneficiado soy yo", sentencia al respecto.

Las clases que imparte cada miércoles le han servido para "recordar nociones matemáticas que tenía casi olvidadas", así como "huir de la pereza mental, que lógicamente va invadiendo a uno cuando no tiene nada que hacer". Frente a él, un grupo de ocho alumnos, algunos de ellos inmigrantes, toma nota de cada explicación. Gracias a Cáritas, están poniendo en marcha un proyecto de cooperativa con el que ganarse la vida a través del reciclaje de componentes electrónicos.