Infatigable y con una vida entregada a los demás. Estas son las características que mejor definen a la hermana Juana María Martín Rubio, Juana María, como la conocía todo el mundo en Alicante y que ayer falleció "en la brecha, como ella quería y sin sufrir", según destacaron ayer fuentes de la comunidad de religiosas. Su funeral se celebrará hoy a las 18 horas en la capilla del tanatorio de la Santa Faz, en Sant Joan.

A pesar de su avanzada edad, la hermana Juan María estuvo activa y dedicada a su labor hasta ayer y su muerte, en Orgegia donde residía, impresionó al resto de religiosas, que no la esperaban.

La hermana Juana María ingresó muy joven en la orden y desarrolló el grueso de su labor dedicada a apoyar a las misiones a través de distintas iniciativas como Jóvenes Sin Fronteras o las campañas del Domund. Era, según recordaban ayer sus compañeras, "una misionera de retaguardia", empeño "al que dedicó alma, vida y corazón".

No era raro verla recorrer las calles de Alicante con su inconfundible apariencia y muchas veces con su cámara de fotos al cuello, convenciendo a cualquiera que se cruzara en su camino para que se involucrara y ayudara en alguna causa humanitaria o participara en el Belén viviente que organizaba cada Navidad.

Su facilidad para relacionarse con cualquier persona, aparecer en cualquier acto oficial para dar a conocer la situación en el tercer mundo y arrancar compromisos a las autoridades y su entusiasmo la convirtieron probablemente en la monja más conocida de la ciudad, mucho más allá del recinto del colegio de Jesús María. También su afición por hacer "autostop" y las explicaciones que daba cuando alguien le advertía de sus peligros para aclarar que no le daba ningún miedo porque "siempre doy con gente buena".

También desarrolló parte de su vocación religiosa en el colegio y por sus clases de Plástica han pasado varias generaciones de alumnos del centro. Descanse en paz.