Alberto Fabra salió del congreso nacional del PP, clausurado ayer en Sevilla, con el visto bueno de Mariano Rajoy para acometer cambios profundos en la estructura de los populares valencianos frente a la presión del campismo y de importantes cargos del partido que intentan frenar su pérdida de influencia ante al avance del titular de la Generalitat. La resolución del cónclave, por contra, también revela que el jefe del Consell todavía arrastra una situación muy complicada: tiene vías de agua abiertas en las tres provincias y, encima, un sector del PP amaga con plantear a Francisco Camps que lidere una candidatura para volver a ocupar la presidencia regional, una operación que se convirtió en la "comidilla" de las últimas horas del cónclave. Así que Fabra necesita ahora empezar a limar asperezas con los notables del PP en la Comunidad para mantener la estabilidad en una situación crítica: con las arcas de la Generalitat vacías; con la calle rechazando, por vez primera, la gestión del Consell; y con varias investigaciones por corrupción azotando a destacados cargos del PP.

Rajoy pone en manos de Fabra el futuro de los populares valencianos y su renovación. Así lo interpretan fuentes próximas al jefe del Consell. El presidente del Gobierno, dicen, decide mantener la cuota del PP de la Comunidad en Génova con la inclusión, además, de José Císcar, número dos de Fabra en el Consell, en detrimento del campista Vicente Rambla, entonces vicepresidente de Francisco Camps, para apuntalar a Alberto Fabra. Y lo ha hecho, señalan, en un escenario diferente al de 2008: con los populares valencianos pasando por su peor momento desde 1995 y cuando otras organizaciones territoriales han cogido protagonismo gracias al avance electoral del PP. Es un claro gesto, interpretan, a favor del titular del Consell.

Es decir, que Fabra, apuntaron estas mismas fuentes, tiene un mensaje inequívoco de Rajoy -con un poder absoluto que le ha avalado durante estos días con votaciones por amplísimas mayorías- para remozar la estructura de los populares valencianos y promover un cambio: consolidar su liderazgo en el congreso regional del PP y empezar a diseñar un proyecto a su medida con una nueva generación. Lo cierto, sin embargo, es que el escenario no es tan sencillo. Es cada vez más complicado. Fabra tiene el respaldo de Rajoy pero necesita apagar los incendios que tiene ardiendo en casa -ahora más latentes, si cabe, después de la cita en Sevilla- y que amenazan con la estabilidad interna. Al cierre del congreso, el núcleo duro de Fabra, de hecho, se marchó con una sensación agridulce. Nadie quiere perder su capacidad de influencia en esta nueva etapa y el campismo se ha empezado a revolver frente a esa stiuación. Es un escenario muy parecido al de 2003, cuando Camps se hizo con el poder entre las resistencias de los restos del zaplanismo. La historia se vuelve a repetir pero ahora es buena parte de los que estuvieron con Camps los que ponen palos en las ruedas de Fabra.

Hay, de hecho, malestar y preocupación en la dirección regional del PP de la Comunidad por las abstenciones y las papeletas en blanco que aparecieron en la votación del nuevo comité ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy. Hubo 66 sufragios en blanco y unos 300 compromisarios que ni siquiera participaron. La ejecutiva regional del PP sospecha que una porción de esa disidencia -impensable en un congreso diseñado para aclamar al presidente del Gobierno después de su victoria en las elecciones generales del 20-N- tiene su origen en el lío interno del partido en la Comunidad.

El congreso, de hecho y pese a la evidencia de que Fabra está mejor situado ahora que hace unas semanas para afrontar el congreso regional y la renovación de las direcciones provinciales, ha servido para alimentar los movimientos de parte del campismo -muy bien instalado en la provincia de Alicante, como se demostró en la cena que Camps protagonizó hace diez días en Algorfa- para amenazar con una posible candidatura del que fuera presidente de la Generalitat como alternativa a Fabra en el congreso regional del PP. Y para que un "verso suelto" como el alcalde de Paterna, Lorenzo Agustí, sondeara sus opciones en esa misma dirección o para acabar forzando el nombramiento de un secretario general de la provincia de Valencia -puesto para el Agustí también se postula- y condicionar, de alguna manera, las opciones que pudiera tener José Císcar -hombre fuerte del presidente de la Generalitat en Alicante- para unir su puesto como número dos del Consell con la secretaría general del PP.

"Tensiones congresuales"

Más allá de esas aspiraciones que, fuentes próximas a Alberto Fabra, enmarcan dentro de las "tensiones congresuales" y del intento de negociar para sacar tajada en la próxima ejecutiva, el conclave de Sevilla también ha revelado que el jefe del Consell continúa teniendo vías de agua abiertas en las tres provincias. En Alicante, la elección del nuevo presidente provincial, desde luego, no está ni mucho menos despejada. Al contrario, el proceso puede desembocar en una larga negociación para encontrar un aspirante que genere el menor rechazo posible. José Císcar empieza a figurar en demasiadas ligas como para jugar en otra. La figura de Miguel Ortiz, de momento, no genera consenso mayoritario ni tampoco la de alcaldesas como Adela Pedrosa o Mercedes Alonso. Atentos a una tercera vía. Por otra parte, el limitado papel de Sonia Castedo en el congreso, absolutamente difuminada, evidencia sus dificultades para el futuro a expensas de las decisiones judiciales.

En Valencia, el malestar de Fabra con Alfonso Rus, presidente provincial del PP y alcalde de Xàtiva, es cada vez mayor. El papel de Rus en el congreso, haciendo novillos durante la intervención de Fabra y su "desaparición" a partir del sábado por la tarde han levantado ampollas. Tampoco han gustado las ausencias de Rita Barberá pero, en todo caso, el entorno de Fabra confía en limar asperezas con la alcaldesa de Valencia -una figura fundamental en el engranaje interno del PP en esa provincia- a la que se considera "una persona de partido". Y, finalmente, en Castellón, donde el jefe del Consell cuenta con sustituir a Carlos Fabra por el presidente de la Diputación, Javier Moliner, las criticas se han disparado por la ponencia defendida por el titular del Consell para ofrecer una respuesta ante los casos de corrupción. Los afines a Carlos Fabra rechazaron votar la propuesta en un plenario semivacío y entre la indiferencia de la delegación valenciana. Más de la mitad no acudió. Los próximos definirán si Alberto Fabra tiene fuerza para liderar el cambio o si, por contra, cede a las presiones en la lucha por el poder.

Los alicantinos, sin pena ni gloria

El papel de la delegación alicantina en el congreso del PP que finalizó ayer en Sevilla -formada por más de 300 personas ha decaído respecto a convocatorias anteriores, especialmente, la del congreso de Valencia, a pesar de que era mucho más amplia. La mitad de enmiendas, propuesta de alcance limitado, y casi inédita en asuntos de peso como el agua o el Corredor Mediterráneo. P. r. f.sevilla