Tiene 30 años, pero aparenta menos, y un cierto aire de fragilidad que le hace a uno temer por ella al imaginarla sola en medio del mar con su velero artesano. Capucine, sin embargo, no tiene miedo. En su viaje desde Francia ha hecho una parada de 15 días en Alicante para reponer fuerzas y seguir su travesía hasta Miami.

Sola, en un barco de madera, de Francia a Miami. Supongo que estará harta de explicar para qué lo hace...

Bueno, el barco es un velero hecho con fibra natural de yute en Bangladesh y con la travesía, en colaboración con una ONG, pretendemos demostrar el aguante y la calidad de este tipo de materiales. Tras el tsunami en Bangladesh, se destruyeron la mayor parte de barcos de este tipo y ahora los fabrican con fibra de vidrio. Queremos reivindicar el uso del yute como salida económica allí, frente a los nuevos materiales. Por eso yo navego con herramientas y utensilios tradicionales y con cartas de navegación de papel.

¿No es difícil con un barco tan pequeño?

Yo llevo desde noviembre navegando y con el invierno, en el Mediterráneo, no es fácil. Voy costeando a 5 millas de la costa y así puedo entrar en un puerto si estoy cansada o hay un problema meteorológico. El problema costeando es que hay mucho ferry o pescadores y hay que ir con cuidado. Apenas duermo siestas de 10 minutos y, por la noche, no más de una hora seguida y a veces es duro porque, por ejemplo, desde Francia sólo he hecho paradas en Barcelona, unas horas en Vilanova, Valencia y Alicante donde he estado 15 días, pero en alguno de los tramos he estado navegando 5 días sin parar y durmiendo a ratos, y eso es duro.

¿No tiene miedo?

No hay miedo. No te puedes permitir tener miedo en el mar. El pánico no es bueno para nada.

¿Y cómo se lleva la soledad?

De momento muy bien, porque estoy muy atenta a lo que hay alrededor mío y hay momentos muy buenos navegando. Por ejemplo, en Navidad, surgió un barco de pesca muy cerca y sus tres ocupantes pararon para hablar conmigo, para que yo no estuviera sola ese día. Al separarnos, todos gritamos: Felices fiestas. Era mi cuento de Navidad. Se acercan muchos barcos porque el mío es un poco especial. Además cuando llego a un puerto la gente se interesa, me pregunta y me ayuda. Por ejemplo, aquí en Alicante ha sido fantástico. Los de la Volvo me han ayudado mucho y lo encuentro genial porque es lo opuesto a mi barco. Eso demuestra que todos los que navegamos compartimos algo similar. Me han ofrecido hasta comida liofilizada del barco de Telefónica. Me voy de Alicante muy contenta.

Y ahora, ¿qué?

Ahora voy navegando hasta Gibraltar, luego cruzo a Marruecos, Canarias, Cabo Verde y luego cruzaré el Atlántico hasta las Antillas y Miami donde vamos a dar conferencias para hablar del yute y su importancia para la economía de Bangladesh.

¿No le impone la perspectiva de cruzar el Atlántico usted sola en un barco como éste?

Cruzar el Atlántico no me impresiona. El Mediterráneo en invierno tampoco es fácil y sin embargo lo hago. No lo pienso demasiado.

Pero ¿tiene medidas de seguridad?

Bueno, tengo una baliza de emergencia, pero no, no tengo un barco como hay en algunas de las pruebas que me acompañe y me asista, no.

Tendrá al menos mucha experiencia navegando...

Mi familia era más de montaña, pero yo vivo en Bretaña y llevo unos años navegando, aunque en regatas. Esta es la primera vez que hago algo así, pero estoy muy contenta. Yo tuve problemas graves de salud, una cosa de los ligamentos y he tenido que estar ingresada con frecuencia en el hospital. Allí he hecho amigos, algunos ni siquiera pueden caminar. De hecho, cuando empecé a arreglar el barco no sabía si iba a poder hacer la travesía, pero, al arreglarlo, el barco me arregló también a mí. Ahora, desde el hospital, mis amigos tetrapléjicos viven mi aventura.