¿Hacen falta cambios en la Ley del Menor en la línea de los anunciados por el ministro de Justicia o son puro populismo al hilo de casos como el de Marta del Castillo y a las puertas de las elecciones andaluzas?

El ministro anuncia estos cambios en un momento que le viene bien. Los políticos suelen estar a los vaivenes de lo que dice el pueblo y hay veces que el pueblo, por sentimientos y ante casos concretos, se exaspera. Pero estas cosas no hay que analizarlas en caliente sino sosegados. En Inglaterra se juzga a los menores como si fueran adultos, y tampoco es eso. Conviene serenarse antes de acometer ningún cambio porque el populismo, aunque esté respaldado por mucha gente, no resuelve nada: al que han condenado le han condenado porque lo tenían claro y le han metido la máxima pena. Y a los que no, es porque tenían dudas. ¿Qué deja más tranquilo a los padres que en vez de 20 años en la cárcel esté 40? No es eso. Un cambio legal no modificaría mucho. El Gobierno debe serenarse porque tampoco se puede pisotear al menor. Y en reformas de este tipo, que se consensúe con el PSOE y, como mucho, que se dé un pasito, pero no se pueden dejar llevar por lo que en un momento dado les pida el cuerpo.

¿Qué opina de la condena perpetua revisable? ¿El sistema penal español no es lo bastante punitivo?

Eso es una tontería, una transformación de lo que ya tenemos pero equiparándolo a lo europeo. Y lo que nosotros tenemos es igual o incluso más duro para el delincuente que lo que están planteando ahora. La cadena perpetua revisable es como aplicar una condena de 30 años con la doctrina Parot, que supone cumplirlos.

¿De nuevo el populismo?

El populismo y el arrastre de Europa. Es una forma de ponerse serios con delitos que la gente no soporta y por eso van a reorganizarlo de esa manera cuando la ley española es tan dura que no haría falta tocarla. Es el peligro de legislar desde el populismo porque en momentos de efervescencia parece que vale todo y luego comprobamos que nos hemos pasado.

Están quienes dicen que el delincuente entra por una puerta y sale por la otra.

La reincidencia sí que habría que revisarla, las pequeñas infracciones que fastidian... Sería conveniente aumentar las penas o, en casos de extranjeros, expulsarlos. Y que esto no se confunda con xenofobia porque no lo es.

¿Está a favor del copago?

En principio, no. Ahora bien, en momentos de crisis y aunque esto también encierre una cierta dosis de populismo, si se atemperan un poco los gastos, creo que podría dar resultado. Pero sin olvidar la justicia gratuita porque no se le puede pedir dinero a quien no lo tiene.

¿Servirá para algo el que agosto sea hábil en los juzgados?

Pues no para mucho. Si hubiera medios convendría que la máquina no parara, pero no los hay. Y si el resto de los meses del año se trabaja a tope, no creo que sea necesario cambiar nada.

Hablábamos antes de la politización del CGPJ. De la Sala Segunda del Supremo se dice lo mismo.

En la Sala Segunda lo que hay, dentro de los 15 magistrados que la formamos, son sensibilidades.

¿Cuál de esas sensibilidades prevalece?

Somos tres de la Asociación Profesional de la Magistratura, tres de la Francisco de Vitoria (ambas conservadoras) y 4 de Jueces por la Democracia (progresista) y el resto no están adscritos pero cada uno tiene su filosofía de vida. Lo que ocurre es que aquí caen asuntos que tienen mucha repercusión, como ahora los de Garzón.

¿Entiende que la gente tenga una opinión negativa de la sala a raíz de los tres procesos que están llevando contra este juez, que los vean como una persecución?

Nosotros no los hemos buscado. Han venido y los tenemos que resolver, pero no estamos persiguiendo a nadie.

Aún así, ¿qué imagen traslada España con Camps absuelto y Garzón en el banquillo?

Habrá gente, dentro y fuera de España, que no entienda lo que estamos haciendo y soy consciente de que por este tema (el de Garzón) tenemos mala prensa, pero estoy convencido de que nos entenderán todos los jueces y magistrados de España, los juristas y los abogados, aunque no salgan a manifestarlo a la calle.

¿Cómo se explica que tres pilares de nuestro organigrama judicial (Supremo, Constitucional y Audiencia Nacional) anden siempre a la greña en vez de buscar la sintonía?

Bueno, las disputas son más entre el Constitucional y el Supremo. La Audiencia Nacional está dentro del organigrama pero debajo de nosotros y se tragan lo que les llega del Supremo igual que nosotros nos tragamos las resoluciones del Constitucional. Nosotros con el Constitucional sí tenemos más conflicto porque invaden. Quieren hacer la justicia plena y aplican leyes ordinarias porque dicen que tienen repercusión en derechos fundamentales. Y algunas veces tienen razón pero otras se pasan. En Alemania tienen el mismo problema.

Vistos los cambios en materia de terrorismo, ¿tiene sentido que siga existiendo la Audiencia?

De momento debe existir y quizá también cuando esto del terrorismo se termine. Pero hacerlo con otro enfoque porque siempre habrá causas en penal que pertenezcan a varias audiencias, asuntos transfronterizos.

¿Los políticos inmersos en asuntos de corrupción deberían dimitir?

Es una responsabilidad de los partidos, pero cuando ocupan un puesto de responsabilidad sería conveniente que lo dejaran.

Tras la cesión de la moneda y la coordinación de Ejércitos, ahora se habla de política fiscal europea. ¿Es la Justicia el último baluarte que quedará del antiguo Estado Nación o frente a delincuencia internacional y leyes supra estatales también debe irse hacia un Supremo europeo?

Estamos verdes todavía para eso porque la legislación es muy dispersa y sería un barullo. Lo que ha generalizado Luxemburgo o los derechos humanos bien, pero en lo demás (penal, civil, laboral, contencioso...) no lo veo.

En su discurso de despedida como presidente de la Audiencia de Alicante para marcharse al Supremo usted agradeció el apoyo al entonces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. ¿Cómo debe ser la relación entre jueces y políticos?

Buena y respetuosa. Ellos son los que tienen que facilitar los medios para que la Justicia funcione. Y en el supuesto de que actúen mal, ya tendrán su castigo en las urnas o donde sea. Pero hay que intentar llevarse bien con todo el mundo. Yo me llevaba y me llevo bien con todos.