Hace ocho años que publicó su exitoso libro "Duermete niño". ¿Cambiaría hoy en día algo de esta obra?

Sí, cambiaría muchas cosas. De hecho estamos haciendo versiones nuevas con los estudios que se han hecho recientemente. El sueño es un hábito y se puede enseñar, pero, al mismo tiempo, hemos avanzado en el conocimiento del sueño de los niños.

¿Cuáles son los últimos avances en este terreno?

Recientemente se ha comprobado que el estudio del sueño de los fetos puede ayudar a que los niños duerman desde el primer día de vida. A través de las ecografías se ha estudiado cómo duermen los fetos de 7 y 8 meses de gestación y se ha descubierto que éstos alternan periodos de sueño y de vigilia, sin que nada les influya, porque nadie les toca ni les mueve. El cerebro es quien decide. Extrapolando esto a un recién nacido, se trata de crear las condiciones más similares al útero materno. Hay que mantener despierto al bebé en periodos de 30 ó 40 minutos para cambiarle, darle de comer, acariciarle... pasado este tiempo, se le coloca en la cuna y él solo se duerme.

¿Por qué duerme mal un niño?

El sueño es una necesidad del cuerpo, pero dormir bien es algo que debe aprenderse. La mayoría de los pequeños, el 70%, aprenden sin problemas a dormir solos. Pero hay un 25% de niños que necesitan que los adultos les inculquen una serie de normas para aprender a dormir bien.

Dé un consejo "de urgencia" para unos padres que no consiguen que su hijo duerma.

Les diría que tienen que ser conscientes de que un hábito siempre va asociado a elementos externos. Por ejemplo, enseñamos a comer mostrando una cuchara. Hay que entender que todos esos elementos que enseñan a crear un hábito, después tienen que permanecer. Por lo tanto, si para dormir al niño lo cogemos en brazos, después siempre reclamará que lo cojan para dormirse. Ahí es donde se producen los malos hábitos.

Un niño que duerme mal, ¿será un adulto con insomnio?

Totalmente cierto. Muchos de los problemas de los adultos de malos hábitos con el sueño provienen de ese 25% de niños que no duermen.

Su nuevo libro se titula "Pediatría con sentido común para padres y madres con sentido común". ¿Les falta sentido común a los progenitores de hoy en día?

No, los papás de hoy en día son mejores que los papás de antaño porque se preocupan más de educar mejor a sus hijos, se informan y leen mucho, al contrario que nuestras abuelas, que tenían 5 ó 7 hijos y aprendían a la fuerza. El problema es que tienen poco tiempo, por eso hay una tendencia a sobreprotegerlos. Las mujeres se han incorporado al mundo laboral, pero no se han desvinculado de la casa y cuando vuelven de trabajar están cansadas y así es muy difícil poner unas normas. Antes, las mujeres con 5 hijos hacían una misma cena para todos y ahora al hijo único las madres le preguntan qué quiere cenar.

¿El juego se ha convertido en una asignatura pendiente para los niños?

Sí, los niños se están olvidando de jugar. Pasan demasiado tiempo con las nuevas tecnologías y no juegan en la calle, no se pelean con el vecino. Las nuevas tecnologías no son malas, pero hay que saber utilizarlas y ahí los padres sí que tienen la responsabilidad. En mi libro "A jugar" se enseña cómo inculcar normas a los niños a través de juego. Hay juegos para que duerman, para que coman, para que se comporten en la mesa. Es más fácil inculcar una norma a través del juego que decirles todos los días que saquen los codos de la mesa.