La carrera política de Joaquín Ripoll, hasta ayer presidente provincial del PP, dio un giro de 180 grados con los calores del 6 de julio de 2010. A primera hora de la mañana, la Policía irrumpió en la Diputación en el marco de una operación contra la corrupción. Investigababan el presunto trato de favor al empresario Enrique Ortiz en la adjudicación del plan zonal de basuras de la Vega Baja, uno de los sumarios ligados a la operación Brugal. Ripoll fue detenido, su casa registrada y a los pocos días, tras su comparecencia ante el juez de Orihuela , imputado por cinco graves delitos, entre los que figuran, cohecho y tráfico de influencias.

Era el principio del fin de un largo periplo político que arrancó en 1979 cuando se enroló, junto a Eduardo Zaplana, en las juventudes de la UCD. Arquitecto de formación, Ripoll, nacido en Alicante hace 54 años, se sumó luego al proyecto del PP. Pasó, entre otros puestos, por el Ayuntamiento de Alicante como concejal hasta que en 1995, tras la victoria de Zaplana en las elecciones autonómicas, entró a formar parte del primer gobierno del PP en la Comunidad, donde ocupó la cartera de Administraciones Públicas. Fue también portavoz y vicepresidente. Pero en 2003, con la llegada de Camps y la marcha de su íntimo amigo a Madrid, Ripoll optó por refugiarse en la Diputación de Alicante, puesto de mando desde el que organizó su resistencia frente a los intentos de Francisco Camps de doblegarle.

Ganó el liderazgo provincial del PP en diciembre de 2004 y lo renovó a finales de 2008 durante el tumultuoso congreso de Orihuela, en el que ganó por apenas cinco papeletas a Manuel Pérez Fenoll. Ripoll se convirtió en el "azote" de Camps durante siete años de interminables disputas políticas. Fue especialmente duro con el expresidente de la Generalitat cuando estalló la operación Gürtel. Hostigado por los campistas con Sonia Castedo a la cabeza, de hecho, la única arma que Ripoll tenía de cara a la confección de las candidaturas municipales y autonómicas de 2011 era su "limpieza judicial" frente a un Francisco Camps cada vez más debilitado a raíz de su imputación de los trajes de Gürtel. Pero Brugal le dejó sin argumentos. Desde ese momento, todos en el PP sabían que la caída de Ripoll era cuestión de tiempo.

Envuelto en un sinfín de avatares judiciales y con las conversaciones y los vídeos grabados por la Policía en la plaza pública, Ripoll ganó el primer asalto frente a Castedo y logró que Génova, contra la opinión de la alcaldesa, le incluyera como número dos de la lista del PP en Alicante, el puesto que tradicionalmente los populares reservan al candidato a la presidencia de la Diputación. Pero la primera edil le estaba esperando para la segunda vuelta. Con los resultados electorales en la mano y justo el mismo día que el PP lograba su récord de alcaldías en la provincia, los notables del PP en l'Alacantí, con Castedo y Luisa Pastor a la cabeza, dieron la puntilla a Ripoll. Registraron una candidatura con la mayoría de avales de los concejales populares de la comarca y le dejaron fuera de la Diputación. Castedo, al tiempo, le negó el sueldo en el Ayuntamiento de Alicante. Las puertas se cerraban. Pero no todas. La dimisión de Camps y la llegada de Fabra le facilitó la salida: la presidencia del Puerto a cambio de dejar paso. La etapa de Ripoll en el PP ya es historia.