Entre el 5 y el 7% de los mayores de 65 años sufre alzhéimer. Hace más de un siglo que se diagnosticó por vez primera esta enfermedad que destruye los recuerdos y para la que todavía estamos lejos de conocer una cura. La doctora María José Sáenz expuso ayer cuáles son los últimos avances en investigación en el marco de las jornadas provinciales informativas sobre esta enfermedad que realiza la Asociación de Familiares y Amigos de Enfermos de Alzheimer Alicante.

¿Hacia dónde va la investigación en el terreno de la lucha contra el alzhéimer?

Hasta el momento todos los avances se han centrado en tratar los síntomas de la enfermedad, pero no en modificarla. En estos momentos se están estudiando una serie de fármacos que actúan en una fase incipiente de la misma. Y es que el diagnóstico temprano de la dolencia sigue siendo uno de los principales problemas. Cuando se detecta la enfermedad ésta puede haber empezado 15 años antes. Ahí está el problema. Es necesario un diagnóstico más precoz y lograr fármacos que modifiquen el curso de la enfermedad.

¿Qué tipo de fármacos son los que tienen más posibilidades de ver la luz a corto plazo?

Hay muchos tipos. Lo más novedoso son las vacunas contra la enfermedad, aunque la primera generación tuvo que ser retirada debido a los graves efectos secundarios que ocasionaban, entre ellos encefalitis. La segunda generación de estas vacunas, que está en fase de ensayo, actúan sobre el sistema inmunitario del enfermo. Una tercera línea de investigación son fármacos que actúan sobre unas encimas para impedir que se forme una proteína, el amiloide, y que se deposite, algo que ocurre a los enfermos de Alzheimer.

¿Cuánto tiempo podemos esperar para que estas investigaciones se conviertan en avances reales contra la enfermedad?

El avance en investigación es sorprendente, pero es muy aventurado poner una fecha exacta para que se produzca una modificación de la enfermedad. No parece que a corto plazo vaya a haber un avance significativo. De momento hay pocos avances, aunque en comparación con los que había hace 40 años, en cuanto a publicaciones y grupos de investigación, es increíble. La enfermedad se descubrió en 1906 y en los siguientes 80 años no se hizo nada. El impuso ha venido de las últimas décadas.

¿Cómo es posible que con tanta investigación no pueda haber esperanza a corto plazo?

Creo que a veces damos una visión demasiado optimista del alzhéimer. Es cierto que en los últimos 20 años hay un montón de grupos dedicados a poner en marcha nuevos fármacos y tratamientos. El problema es que, de todo lo que se investiga, una mínima parte llega a aplicarse. Por el camino se quedan muchas cosas porque poder llegar a aplicar un fármaco es realmente difícil y complejo.

¿Hacia dónde se tienen que dirigir los esfuerzos a corto plazo?

De momento hay que intentar diagnosticar la enfermedad lo antes posible, trabajar por garantizar la calidad de vida del enfermo y por apoyar al cuidador familiar, que es quien soporta la mayor carga. Se trata de aprovechar al máximo los recursos que ahora tenemos.