"¿A quién no le ha olido un perro alguna vez?, ¿De qué nos extrañamos?". El oficial Sergio Melgares, responsable de la Unidad Canina de la Policía Local, no puede estar más sorprendido. El miércoles protagonizó la imagen más sonada de la ciudad, que tanto está dando que hablar: perros antidroga entre alumnos menores. Él defiende su proceder: "Actuar contra la droga con canes es la forma más inocua y sutil que existe". Y aclara: "No vamos a entrar con los perros a ningún aula si no nos lo permiten. No me canso de decir que se trata de un programa de prevención, que parte de entrar en las aulas de los centros que quieran, y que perseguimos construir, dentro de la personalidad del menor, el pensamiento de que rechace las drogas por sí mismo, cualquier droga".

Melgares tiene sus propias quejas ante el revuelo que se ha formado: "¿Cómo vamos a prevenir que entre la droga en los institutos sin molestar a nadie?, ¿O es que quieren que el instituto se llene de droga? Nunca hasta ahora se habían quejado", se lamenta. Y rechaza de plano que eso sea tratar a los alumnos como delincuentes: "A cualquiera le pueden parar en un control aleatorio de tráfico y no por eso se es delincuente".

Frente a las criticas, a este oficial le puede su pasión por explicar una y mil veces si hiciera falta, su actividad con los perros "como instrumento de trabajo. Para saber si los adolescentes tienen droga habría que registrarles, pero, en este caso, el perro se limita a olerles y, si llevan algo, lo marca sentándose al lado". Es la señal para que el agente se acerque al joven "y lo lleve a un sitio apartado, no hace falta ni tocarle. Se le dice que vacíe lo que lleva". De no ir el perro "tendríamos que registrar y cachear a los sospechosos".

Afirma que la petición de que entraran en las aulas partió de la dirección de los institutos: "Nos dijeron si podíamos pasar a los perros, que tenían sospechas". No lo ve ni exagerado ni una exhibición: "Lo hacemos por el bien de los menores, no sé cómo hay gente que lo critique". Los perros, explica, pasan por un periodo de sociabilidad y adiestramiento de al menos un año para ser seleccionados, y en las charlas en los centros "acaban jugando con los niños. Ese es el mejor momento para todos".