Atención a los pacientes, comidas, reuniones, viajes...Las veinticuatro horas del día se le quedan cortas a Emilio Bascuñana con su trabajo como médico de familia, su clínica privada y su gestión al frente de la asamblea provincial de Cruz Roja, que es de carácter voluntario.

Con tanto tiempo empantanado, "intento compartir y compaginarlo con la familia" pero reconoce que es difícil. Ahora dos de sus hijos son mayores y el tercero tiene 14 años pero cuando eran pequeños "teníamos una ventaja, que mi mujer trabaja en una escuela infantil, con lo que sus horarios eran compatibles con los de los niños".

También echaron mano de los abuelos pero el tiempo ha pasado y son ellos los que tienen una edad y necesitan cuidados. "Mi madre y mi suegra pasan grandes temporadas en casa y también nos conciliamos para atenderles. Los abuelos cuidaron en su día de los nietos y ahora es al revés, les cuidan mi hijo y mi hija mayores". En su caso, dice que ayuda en lo que puede, a hacer las camas, poner la mesa, ordenar, "planchar incluso, la compra en alguna ocasión...de todo menos hacer la comida, que no sé".

Consciente de que los papeles está aún muy definidos, apunta que "yo me encargo más del cuidado de los coches y del bricolaje, y ella de la ropa, pero está contenta con la ayuda, no se queja". Como hombre que defiende la igualdad de género, asegura estar concienciado con la conciliación familiar "pero, por horarios, el mío es mucho más amplio que el de mi mujer, por lo que ella lleva más peso que yo en casa, decir lo contrario sería mentir. Pero no es por falta de ganas o conciencia, sino por imposibilidad física".