Bailar, bailar, bailar. Es su pasión. Por primera vez en su historia, el Conservatorio Superior de Danza de Alicante ha llenado sus aulas de alumnos locos por bailar y por aprender a enseñar su pasión a otros seguidores. El grado de Danza ha convertido este centro en la universidad del baile que tantos esperaban, hasta el punto de haber duplicado la matrícula en un solo año y contar con el mayor índice de alumnos de su historia, más de 160.

"Al final, el tiempo pone a cada uno en su sitio. Hay un reconocimiento que comienza, yo creo, con la propia matriculación, desde el momento en el que hay más alumnos que empiezan, que los que acaban", reflexiona el director del centro Superior de Danza, Ángel Ramón Martínez, quien achaca el boom de matrícula en este curso en el Conservatorio a varios extremos: "Empieza a saberse que existe una enseñanza superior, como cualquier otra de la universidad, además de estar implicado todo el profesorado, porque tenemos un claustro en el que todos cuentan con tres o cuatro titulaciones, dos de danza y una o dos universitarias, y, por último, por el éxito del certamen que organizamos de danza social deportiva el curso pasado durante una semana, que ha acabado por dar al centro la proyección que le faltaba".

Mientras detalla sus razones, -francamente orgulloso por alcanzar este año cifras históricas de matrícula, ya que las 30 personas que accedían hasta ahora en primer curso han alcanzado las 60 y, por lo mismo, los 80 alumnos de media entre todos los cursos del centro ya han alcanzado la cifra de los 160, "algo muy digno para una facultad", subraya el responsable-nos acercamos a una de las aulas del grado superior.

El aula está abarrotada, pero no es una clase al uso. "Hemos cogido las más grandes para los de primero, pero no se puede decir que estemos masificados, nos apañamos. En cuanto el Ayuntamiento nos arregle otras dos aulas pendientes de reformar, donde estaba el Instituto 8 de Marzo, así como el salón de actos, podremos repartir el centro para que, por la mañana, vengamos nosotros y en el horario de tarde, los del Profesional. Es la previsión".

La profesora de primero se apoya ligeramente en su mesa, favoreciendo la comunicación con los alumnos de un modo muy distendido. Los estudiantes, sin apenas espacio entre unos y otros, generan, sin embargo, una sensación de una amplitud de espacio, que no existe realmente, con sus elocuentes gestos de bailarín. "¿Podríamos haceros algunas fotos para el reportaje?", pregunta mi compañera. El clamor que le responde es general y la iniciativa no se hace esperar: dos o tres se suben a las mesas, porque espacio no hay para más, y muestran algunos de los movimientos que están aprendiendo o practicando.

Espectáculo en el aula

La compenetración parece absoluta entre todos ellos y el ambiente que crean en un momento invita a sentarse y seguir la clase como si de un espectáculo se tratara. Fina Muñoz Rúa es la primera en arrancarse y le siguen otros compañeros, mientras el resto les jalea y practica pases desde sus sillas.

El Conservatorio Superior de Danza va a cumplir su primera década el año que viene. El cambio que ha experimentado en su alumnado lo explica la jefa de Estudios, Elvira Torregrosa. "Al principio, el 90% de los estudiantes cumplían el rol del que se matriculaba en otra carrera para cubrirse las espaldas y en Danza porque les gusta, aunque pesaba la falta de reconocimiento social". Ahora, sigue explicando Elvira, "es al contrario. Quieren estudiar esto y cuando pregunto por qué Alicante y no otro sitio, hablan del boca-oído y de los docentes, que están al día".

Incluso, llegan alumnos de centros profesionales del resto de España porque carecen del grado superior en su localidad. "Hay gente de otros centros que se han venido aquí, aunque pueda resultar anecdótico porque no son la mayoría. Es algo que me complace mucho. Les facilitamos una enseñanza semipresencial que esperamos convertir en otra de las opciones oficiales para quien se matricule", añade el director, rodeado de algunos de estos alumnos, quienes, sin necesidad de surgerirlo, se aprestan a formar figuras para practicar ante la cámara.

Lesiones

"Estudié en Murcia el grado medio, en Francia estuve dos años, pasé por el Reino Unido; y, luego, estuve bailando en España y en Alemania. Me he venido porque me apetecía un cambio y llevo mucho tiempo fuera de casa". Irene Campillo, de Murcia, ya es profesional de la danza a sus 22 años, pero no tiene el grado superior. Al lesionarse la espalda, la docencia es su mejor salida profesional. "Es la mejor manera de hacer lo que quiero, pero como profesora de baile, ya no bailarina al 100%".

Vanesa Alberola ya ha cumplido los treinta y es desde hace cinco presidenta de la Asociación de Bailarines en Elche e imparte clases extraescolares de baile en el colegio Jorge Guillén. Hasta ahora no había grado superior "y en cuanto lo pusieron me dije: esto es lo que hago yo", así que viene a por el título de lo que ya ejerce. Marina Mortaliaga, baila danza desde los dos años. Ha cursado en Alicante los grados elemental y profesional. Se fue a Madrid dos años para hacer danza clásica, y, al llegar el grado de pedagogía ha vuelto a Alicante: "Los niños y la danza son mi pasión, ¿por qué no juntarlos?".