Usted fue el encargado de poner en marcha, hace más de veinte años, la Organización Nacional del Trasplante, ¿cómo fueron los primeros años de andadura?

Cuando me propusieron crear la ONT no había ningún plan preconcebido. Llegamos dos secretarias y yo y dos meses después se incorporaron seis enfermeras más. Eso era toda la ONT. Fueron comienzos muy duros, pero había muchas ganas en los hospitales de que esto saliera. Hubo un consenso generalizado de que había que arrimar el hombro. Todo se hizo en muy poco tiempo y se fue sumando un grupo de gente joven muy entusiasta y colaboradora de toda España. De hecho, a los dos años de empezar, España era ya una potencia y en tres años éramos los primeros del mundo.

¿Qué contestaban al principio las familias cuando se les planteaba la posibilidad de donar los órganos de un ser querido que acababan de perder?

Yo llevo pidiendo órganos desde los años 70 y no tiene nada que ver lo que nos encontrábamos entonces a lo de ahora. En aquellos años, la gente no había oído hablar de la donación. Lo más difícil es hacer ver a la familia que una persona a la que le late el corazón puede estar muerta. Ese es el punto fundamental en la donación y lo que hace que la gente diga que no. Pero actualmente casi todo el mundo ha oído hablar de donación de órganos.

Y con el paso de los años Alicante se ha convertido en referencia.

Alicante es referencia mundial. El grupo de gente de Alicante ha desarrollado toda una metodología que estamos exportando. De hecho, uno de nuestros proyectos estrella es una guía de buenas prácticas en la que hemos resumido todo lo mejor que se hace en España y Alicante está a la cabeza en la entrevista a familiares. El modelo Alicante es universal. Aquí hay gente muy buena, que además ha desarrollado una metodología de docencia excelente. Son capaces de enseñar y explicar lo que hacen a otros profesionales.

¿Cuál es el siguiente paso en el campo de los trasplantes?

Ahora se está trabajando, y Alicante también es referencia, en la donación a corazón parado. Durante muchos años ha habido programas en Madrid y Barcelona y siempre hemos pensado que hacían falta zonas de mucha población para llevarlos a cabo. Pero en los últimos años ha habido dos programas que nos han cambiado el chip y que han sido el de Granada y el de Alicante, en concreto el que se desarrolla en el Hospital de Sant Joan. El paso ahora es que estos programas se instauren en las grandes capitales de provincia porque ya representan el 8% de los donantes y se puede llegar a un 15 o a un 20%.

Respecto a los trasplantes de cara y extremidades, ¿veremos más avances?

Los pioneros de estas intervenciones ya advirtieron, y el tiempo les ha dado la razón, que no se iban a hacer muchas. Se seguirán haciendo, pero a un ritmo como el de EE UU. Hasta finales del año pasado se habían hecho 14, pero ya se vienen publicitando menos. En Francia ya no lo dicen cuando las hacen. Es una intervención muy experimental, en la que hay que dirimir muchas incógnitas que tenemos en estos momentos.

¿Llegaremos a ver un trasplante de cerebro?

No, en el cerebro es donde radica la vida. Primero no sabemos unir el cerebro al resto de los órganos, ese es el motivo de que haya personas parapléjicas y tetrapléjicas. Pero si algún día llegamos a unir esas fibras nerviosas, la médula con el cerebro, lo que estaríamos haciendo es el mito de Frankenstein, pero al revés. Si trasplantamos un cerebro a un cuerpo, en realidad estaríamos trasplantando un cuerpo a un cerebro, porque el individuo es el dueño del cerebro. Esto es más bien ciencia ficción.

A esto de los trasplantes, ¿les afecta la crisis?

La crisis cuando llega lo hace para todos. Aunque no afecta específicamente a los trasplantes, nos van a tocar a todos.