Victoria bueno

"El intérprete de signos es imprescindible en mis clases. Mis alumnas hipoacúsicas no me pueden entender más allá de que hay examen, si no está el especialista de apoyo". Carmel Navarro, profesor de Historia del Arte en el Instituto Virgen del Remedio, no concibe la enseñanza para estas alumnas sin su correspondiente intérprete.

Ninguna de ellas oye y se comunican con la lengua de signos, pero este curso los recortes económicos de Educación les han dejado sin uno de los dos especialistas que tiene el centro desde hace ocho años para el mismo número de hipoacúsicos, diez alumnos.

Kevin y Daniel, de 15 y 16 años, dos de estos estudiantes, son los más perjudicados. Se han quedado sin intérprete las cuatro horas de clase del programa de capacitación profesional por la tarde. "Uno de ellos se fue ayer llorando a casa porque se sentía un mueble. No tienen quién les interprete lo que dice el profesor", señala una logopeda que trata de cubrir a base de voluntad el vacío académico originado por la especialista sin contratar.

En lenguaje de signos explican su situación: "Yo intérprete necesito para no perder información", lo que equivaldría a "Necesito intérprete para no dejar de aprender". Con un sólo intérprete no se cubren todas las horas de clase de los diez alumnos sordos integrados en su respectivo curso. "Se nos ha dicho que no hay más contratos este año".

El Virgen del Remedio es el único instituto en la provincia, junto al Carrús de Elche, que escolariza alumnos con serias dificultades auditivas. El centro ilicitano tiene un intérprete para cinco ó seis alumnos y este año ya son ocho. "Viven la enseñanza pendientes de un hilo, porque dependen del especialista y, como temen perderlo, tratan de acumular materias para acabar antes de tiempo, lo que tampoco les beneficia educativamente".

En la clase, mientras el profesor Navarro proyecta un esquema con la lección del día sobre la escultura, el intérprete traslada a las estudiantes hipoacúsicas la enseñanza que, de antemano, ha tenido que prepararse para adaptarla de forma sencilla. "Comunicar con un hipoacúsico es muy complejo. Han aprendido el lenguaje como nosotros el inglés, a base de gramática, por lo que con solo leer o traducirles los términos no les vale, se quedan con un gran vacío de entendimiento. Los intérpretes no son meras enciclopedias", explica la logopeda.

Alexandra y Laura comparten aula con sus compañeras hipoacúsicas en Historia del Arte: "Apenas podemos comentar con ellas una fecha de examen y poco más. De charlar como entre nosotras nada de nada, con signos es muy difícil", confiesan. Hay otros dos estudiantes sordos en primero de Secundaria y dos más en ciclos de FP: "La incomunicación es de las peores sensaciones para cualquier persona", afirman los especialistas. Son conscientes de que con los implantes médicos actuales, los niños de ahora llegan más preparados al aula, pero esta generación anterior no ha tenido esa suerte".