Una persona atraviesa su casa hasta la cocina y no recuerda qué la llevó hasta allí, o cree que ha perdido las llaves aunque las tenga en sus propias manos. Situaciones tan corrientes y frecuentes como éstas se confunden normalmente con enfermedades de pérdida de memoria o demencias, como por ejemplo el alzheimer, una patología que según los profesionales «tiene un nombre llamativo y se ha puesto de moda».

El los últimos años, las responsables de los servicios de Neurología y Psiquiatría del Hospital de San Juan de Alicante, María del Rosario Martín y María Angustias Olivares, respectivamente, han notado un aumento en la preocupación de los pacientes ante el temor de sufrir un transtorno mental. «Existe hoy mucha información disponible sobre enfermedades degenerativas cerebrales. Antes se aceptaba con mayor normalidad, se atribuía a una cuestión de la edad», explica la doctora Martín, quien además señala que el aumento en el nivel y expectativa de vida ha provocado también un mayor número de casos de estas patologías, en especial tras los 75 años.

La Encuesta de la Salud 2010, publicada por la Conselleria de Sanidad esta semana, refleja que hasta un 28% de la población valenciana podría sufrir algún transtorno mental, y que a partir de los 75 años se observa un mayor incremento del riesgo a padecer esta patología, que afecta casi a la mitad de la población de 85 años o más.

La mayoría de los pacientes que acuden a la consulta por temor a enfermedades mentales se encuentran entre los 40 y 50 años, casos que, generalmente, suelen ser descartados y que además se caracterizan por tener relación con algún enfermo de este tipo o antecedentes familiares con este problema. Si bien este tipo de patologías degenerativas no tienen cura y no se pueden detener, los especialistas recomiendan llevar una vida activa, realizar ejercicio físico –en la medida en que cada uno pueda– y actividades como la lectura para ejercitar la mente.

Verdaderos casos

«Los enfermos mentales no se preguntan si se están volviendo locos, no poseen esa capacidad autocrítica que se ve en los pacientes de mediana edad que nos consultan», puntualiza la doctora Olivares, quien además apunta que los enfermos de demencia, en su mayoría ancianos, suelen ocultar sus olvidos y despistes o también negarlos. «Se trata de las batallitas de los abuelos, que aseguran que no te las han contado y aunque les repitas que sí ellos creen que no, porque recuerdan más lo adquirido hace tiempo que lo más reciente».

Los síntomas más alarmantes son ejemplos como estos, así como cambios bruscos en la conducta normal de una persona –agresividad o incoherencias– y la repetición de olvidos o desorientación. Por otra parte, tanto la doctora Martín como la doctora Olivares aseguran que a la hora de diagnosticar una demencia y diferenciarla de problemas de ansiedad, estrés o depresión, la observación del caso es la clave. «Lo principal es escuchar al paciente, saber desde cuándo tiene esos olvidos, si éstos repercuten en su vida cotidiana», subraya la jeda del Servicio de Neurología.

Las pruebas de diagnóstico más frecuentes consisten en test como el del reloj, en el que se trata de dibujar esta figura en el horario 14.10, un ejercicio clave por la destreza que requiere dibujar el círculo y colocar los números en su correcta posición. «Muchas veces dibujan sólo la mitad del reloj o colocan todos los número juntos, eso resulta muy indicativo para realizar otro tipo de pruebas más determinantes», señala Martín.