La ayuda familiar que recibían María Torregrosa y Luis Carpena, una pareja de alicantinos de 53 y 42 años, se acabó el pasado 5 de julio y desde entonces no hacen más que padecer. Él trabajaba en la construcción, como gruísta y albañil, puesto que perdió hace tres años aunque después ha estado empleado como conserje del centro social comunitario de Cabo Huertas, adscrito al Ayuntamiento, un trabajo que estaba unido al cobro de la prestación y por el que conseguían una cantidad mensual que les permitía pagar la hipoteca y los recibos de luz y agua "hasta este mes pero ahora ya no tenemos ese dinero y no sabemos cuándo los podremos pagar".

La familia esperaba la prórroga del contrato pero, según explicaron, cuando fueron al Servef "nos dijeron que ya solo podíamos acogernos a un tipo de ayuda dentro del plan Prepara que es incompatible con la colaboración social, por lo que a Luis no le pudieron renovar el contrato", explicó María. Aunque el 6 de julio solicitaron esa prestación, "no es inmediata, y ni siquiera sabemos si nos la otorgarán o no al menos hasta noviembre". Es decir, que no tienen ingresos.

Por este motivo, María afirma desesperada que "lo único que veo cuando llego a casa es que no hay nada. No quiero perder a mi familia, y mi nieto solo nos tiene a nosotros. Me da miedo perder nuestro techo, ya que todavía nos quedan 25 años de pago de la hipoteca". Por ello, también han hablado con su banco por si fuera posible reducir las cuotas.

El matrimonio no tiene a ningún familiar que les pueda ayudar ya que uno de los hijos está en paro desde hace tres años y otra hija vive en Ucrania con otros tres niños. Ellos se quedaron al cuidado del nieto de 13 años, que tiene reconocida una discapacidad por minusvalía en una mano desde su nacimiento. También padece diabetes tipo uno, por la que recibe medicación gratuita. Éste no es el caso de Luis ni de María, también enfermos crónicos, él desde los 22 años y con recaídas por el estrés de estar en paro -tiene doce años cotizados- y ella con depresión y agorafobia, además de problemas de espalda. "La medicación de los enfermos crónicos de salud mental es imprescindible, no puedes dejar de tomar las pastillas pero ya no tenemos dinero para comprarlas". Por ello han solicitado ayuda en Cruz Roja, así como a Servicios Sociales, Cáritas y hasta al Teléfono de la Esperanza, "ya no sé dónde llamar", afirma María, que, si las cosas siguen yendo tan mal tendrá que esperar a enero para solicitar una ayuda de once meses como mujer mayor de 45 años en situación de desempleo.

En un intento de conseguir algunos recursos, la pareja compró hace unos meses, cuando aún les quedaba algo de dinero, una furgoneta vieja con la que recogen muebles, colchones y otros trastos, y los venden. María también busca por internet mientras pueda ya que se teme que se lo corten por falta de pago, y los objetos que le regalan también los intenta vender. En su situación lo que demandan es sobre todo un trabajo para Luis o para ella, y cualquier tipo de ayuda que puedan proporcionarles las personas que lo deseen.

Luis, que ha perdido 20 kilos en los últimos meses, dice que con un empleo por el que cobre 500 ó 600 euros, lo suficiente para pagar los recibos, se conforma.