Soy María (nombre supuesto que utilizo para buscar trabajo). Tengo 47 años, vivo en Alicante y estoy en paro. Como yo, están más de 209.000 alicantinos y casi 5 millones de españoles. Lograr un contrato es la máxima aspiración de los desempleados y, aunque no es fácil para nadie, la cosa se pone especialmente fea para las personas sin estudios ni cualificación profesional; si eres muy joven o muy mayor lo tienes más crudo, y las mujeres con poca cualificación y estudios siguen teniendo menos probabilidades de encontrar trabajo que los hombres. Entonces, una mujer de cuarenta y pico, con poca formación y experiencia laboral ¿tiene alguna posibilidad de encontrar un empleo?

Estamos en noviembre de 2010 y me decido a echarme a la calle a buscar trabajo intentando acercarme a la situación que sufren miles de personas en la provincia, y especialmente en uno de los segmentos de población que peor lo tienen. En teoría, acabo de separarme y necesito urgentemente trabajar en lo que sea tras haber pasado los últimos 20 años encargándome de mi familia.

Intento ofrecer un aspecto pulcro y sencillo. Pelo recogido, medio tacón y poco maquillaje y el resultado es el de una mujer normal de cuarenta y tantos. Vale. ¿Por dónde empiezo? Uno de los grandes centros comerciales y la zona centro de la ciudad parecen buenos lugares para ver si hay perspectivas de trabajo.

La mayoría de tiendas del centro comercial son franquicias en las que reinan las mujeres jóvenes. Hay pocos hombres tras las cajas registradoras u organizando los productos, y aún es más difícil que te atienda una persona de más de 30. ¿Adónde voy yo con mi edad? En una de las tiendas más conocidas de ropa del centro comercial me dirijo a una chica que parece algo mayor que el resto y que tiene pinta de encargada. "Perdone, busco empleo, ¿hay alguna posibilidad de encontrar algo aunque sea temporal? No tengo problemas de horarios y estoy dispuesta a trabajar festivos y fines de semana", le suelto con la mayor resolución de la que soy capaz. Pero esto no funciona así. Después de decirme muy amablemente, eso sí, que las cosas están mal y de momento no se está contratando a nadie, me aconseja que rellene una tarjeta y deje un currículum a la chica de la caja por si en el futuro surge algo.

Dado que las empleadas son muy jóvenes le pregunto si hay una edad límite para trabajar allí. "No, no, la edad no es un problema", responde. De acuerdo. Recojo mi tarjeta y voy a la tienda de al lado, y a la otra, y a la otra... En todas hay chicas jóvenes que me aconsejan que deje el currículum o que rellene una ficha. En todas dicen que es un mal momento por la crisis, y en todas me aseguran que la edad no es un problema y que no se tiene en cuenta. De acuerdo, pero si la edad no importa, ¿por qué todas las empleadas son tan jóvenes? Sigo dando vueltas y en una perfumería me dicen que posiblemente se contrate gente para la campaña de Navidad. Qué bien, ¿qué hace falta? Por supuesto, dejar el currículum o rellenar la ficha.

Currículums

Cargada de fichas echo un vistazo para ver qué datos hay que dar. En la mayoría hay que adjuntar una foto. Llego a la formación académica, estudios y experiencia profesional. Me decido por estudios primarios, señalo con una cruz el nivel medio de inglés en el apartado de conocimiento de idiomas y aseguro tener experiencia como auxiliar administrativa. ¿Servirá todo esto para algo?

Después de un café en un bar en el que una vez más dicen que no tienen trabajo para nadie, voy a un restaurante de comida rápida. Cojo la ficha de petición de empleo y pregunto a un chico sudamericano de no más de 20 años si, con mi edad, tengo alguna posibilidad. Con una sonrisa y lleno de desparpajo dice que sí. "Aquí sólo pedimos que la gente tenga entusiasmo y ganas de trabajar, la edad da igual". Mira qué bien. No me lo acabo de creer pero me hace reír.

En un gran centro comercial dicen que es un buen momento para pedir trabajo porque de cara a Navidad refuerzan la plantilla. "En Navidad y en verano, con las vacaciones, a veces contratan a gente. Prueba", señala una de las trabajadoras. El proceso es el mismo, rellenas un folio, adjuntas el currículum, y a esperar a ver si hay suerte. Además, una empleada, tan perfectamente maquillada que me hace arrepentirme de no haberme echado rímel por la mañana, asegura que precisamente hace dos semanas contrataron a un hombre de 48 años, aunque, claro, él sabe manejar una máquina elevadora.

En la búsqueda pido empleo también en pequeños comercios y cafeterías donde la respuesta es siempre la misma. No hay nada. El dueño de un bar dice que tiene allí trabajando a su mujer y a su hijo y apenas da para los tres. "Imposible contratar a nadie más", comenta.

Durante varios días me dedico a entregar currículums en tiendas, bares y cafeterías. En algunos casos dicen que es posible que necesiten a alguien para la campaña de Navidad y las rebajas y me muestro dispuesta a trabajar en cualquier horario y en festivos.

A la espera de ver si sale algo concreto, reviso también diariamente las ofertas de empleo de los periódicos. Rechazo las de contactos, las de masaje y las que te remiten a academias para prepararte oposiciones. Hay un par en las que se busca comerciales y otras que te ofrecen ganar mil o dos mil euros desde casa en unas horas. Llamo. Un hombre promete que la información se nos enviará a casa, pero adelanta que se trata de construir manualidades en madera. Efectivamente, tres días después recibo una oferta para construir relojitos de madera y pegatinas a 1,50 euros la pieza, o mueblecitos para casas de muñecas que no parecen fáciles de montar por el que se ofrecen a pagar 2,50 euros cada uno. El problema es que hay que pedir un pack de prueba por el que cobran entre 48 y 120 euros más 9 euros en sellos de correos. No me veo capaz de ganarme la vida con esto ni en broma y sigo buscando.

Lo intento con otro anuncio en cuyo teléfono sale una información grabada que remite a otro número para quien le interese trabajar desde casa en faenas tan dispares como coger bajos de ropa, encuestas telefónicas, ensobrado de publicidad o, de nuevo, manualidades previo pago del kit de prueba.

También lo intento por internet en algunas de las muchas páginas que ofrecen trabajo, pero en la mayoría remiten a otros números o piden un montón de datos personales antes de informar siquiera de qué va la oferta.

Pegatinas

En la búsqueda de empleo recurro también a otros sistemas más directos. Así, pego en semáforos y fachadas notas ofreciéndome a cuidar niños y ancianos, y a realizar tareas del hogar. Destaco mi edad y disponibilidad de horarios y pego por el centro y cerca de varios colegios y centros comerciales medio centenar de papeles intentando separarlos de otros similares en los que se ofrecen desde pintores a fontaneros aunque las empleadas de hogar se llevan la palma.

¿Y a través del INEM? Una mujer de edad similar a la mía me cuenta que lleva allí desde las 9 y media, y son las doce. "Deben pensar que como estamos parados, no tenemos nada que hacer". Pero eso es lo de menos, Lo peor es que se le ha acabado el paro y no sabe qué hacer. Dice que lo ha intentado en un montón de sitios, "pero para las mujeres mayores no hay nada a no ser por mediación de alguien. No te llaman". Además, señala que en su caso, "como no tengo cargas familiares no me corresponde nada, así que a ver qué hago". Le queda pedir el subsidio de 400 euros, "pero con eso, ¿cómo se puede vivir?".

Termina el mes de julio. Pasó la Navidad, pasó la campaña de rebajas y ha llegado el verano. Hace ya tiempo que dejé de ver en la farola que hay frente al periódico uno de los folios en los que me ofrecía para realizar trabajos del hogar. Han pasado ocho meses y no he recibido noticias de ninguna de las tiendas donde dejé el currículum. Tampoco sé nada de la agencia de búsqueda de empleo con la que contacté, y ya hace tiempo que dejaron de mandarme propaganda para "ganar 2.000 euros al mes desde casa" montando casitas de madera. María, esa mujer imaginaria, de cuarenta y tantos, sin mucha formación ni experiencia laboral que acababa de divorciarse y necesitaba con urgencia encontrar algo, seguirá seguramente en el paro, como tantos otros.

El doble de contratos para los hombres

sin estudios que

para las mujeres

Aunque de los 209.600 parados que hay en la provincia 118.800 son hombres, la tasa de actividad sigue siendo mayor entre los hombres, con un 64.28%, frente al 49.79% de las mujeres según los datos de la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 2011 hecha pública por el INE el pasado viernes. Los contratos registrados en Alicante por nivel formativo y sexo, según el Servicio Público de Empleo Estatal, reflejan que las mujeres con alta o media formación, logran trabajo con más facilidad que los hombres. Así, por ejemplo, en 2010, 8.514 universitarias de ciclo medio lograron un contrato frente a 4.066 hombres. Sin embargo, las mujeres que carecen de estudios lo tienen bastante peor. Así, el año pasado en la provincia fueron contratados 25.183 hombres sin estudios frente a 16.020 mujeres. Por actividad, los hombres arrasan en la construcción, en la agricultura, en el transporte y en la agricultura, labores tradicionalmente masculinas. En cuanto a la edad, tanto los hombres como las mujeres tienen una mayor posibilidad de lograr un trabajo entre los 25 y los 34 años. A partir de ese momento, el número de contratos se reduce y cae a partir de los 55 años, sobre todo para las mujeres.