Alberto Fabra Part (Castellón, 1964) será el relevo de Francisco Camps y se convertirá, de esta manera, en el primer presidente de la historia de la Generalitat procedente de Castellón. Hay que remontarse a la etapa preautonómica, cuando Enrique Monsonís -natural de Burriana- fue uno de los dos dirigentes que estuvo al frente del consejo que precedió a la creación de la Generalitat, para localizar el momento en el que la provincia situada al norte de la Comunidad había estado más cerca del máximo poder autonómico.

Llega ahora a la Generalitat Alberto Fabra, aparejador de profesión, en un momento especialmente complicado: tiene la misión de sacar a la Comunidad de la crisis económica, de relanzar la gestión de una administración endeudada hasta las cejas y de devolver el Consell a la normalidad tras la última etapa de mandato de Camps, en la que la agenda política estuvo mediatizada por los efectos del caso Gürtel.

De perfil moderado y de talante negociador, Alberto Fabra se inició en política en 1982 cuando, en plena hegemonía de los socicalistas, se afilió a la organización juvenil de Alianza Popular, la formación que lideraba Manuel Fabra. Su carrera política se ha desarrollado, casi en exclusiva, en el Ayuntamiento de Castellón, institución en la que, sucesivamente, ostentó la concejalía de Urbanismo, la primera tenencia de Alcaldía y, finalmente, la vara de mando municipal cuando, hace ahora seis años, el PP decidió relevar al polémico José Luis Gimeno. Desde entonces, su figura en las filas populares ha ido creciendo poco a poco pero con paso firme.

Desde 2007 ocupa escaño en las Cortes y, tras la remodelación de la ejecutiva regional del PP en 2009 con la marcha de Ricardo Costa como secretario general salpicado por la trama Gürtel, se convirtió en coordinador autonómico del partido, un puesto desde el que intentó reconducir la maltrecha relación de Camps con la cúpula del PP de Alicante liderada por Joaquín Ripoll. Son conocidas sus conversaciones con Ripoll en el Hotel Inglés de Valencia para intentar limar asperezas y rebajar la tensión con los populares alicantinos. Y, posteriormente, sus movimientos, también sin éxito, para intentar abortar la escisión del PP en Benidorm y la marcha de Gema Amor para liderar una candidatura independiente.

A medida que se fue instalando con mayor influencia en la sala de mandos del PP y con Camps cada vez más débil por el avance judicial de la investigación de los trajes de Gürtel, su nombre empezó a aparecer en todas las "quinielas" como posible sustituto del jefe del Consell frente a la pretensión del campismo más duro de situar a Paula Sánchez de León, vicepresidenta primera durante el mes escaso que ha durado este último gobierno de Camps. Su imagen conciliadora y el respaldo de Génova, apuntan desde el PP, han sido claves para auparse a la cúspide del Consell.