En los siete años auditados por la Sindicatura que median entre 2003 -el año en que accedió a la Generalitat Francisco Camps- y 2009, la línea del gasto corriente y la de la inversión de las consellerias se separan cada vez más. La primera se dispara; la segunda apenas alza el vuelo. Entre 2003 y 2009, los fondos que el Consell destinó al capítulo II de compra de bienes corrientes y gastos de funcionamiento crecieron un 120%, al pasar de los 1.129 millones gastados el primer año a los 2.478 de 2009. En cambio, el primer año de Camps la inversión directa (capítulo VI) fue de 690 millones; en 2009, de 725 millones. Una variación del 5%.

La nómina del personal también registró un incremento espectacular, de 3.406 a 5.345 millones, un aumento del 57%. El pago de intereses por la deuda y la demora en pagar las facturas se ha doblado en estos siete años: de 243 a 511 millones. En cuanto a las subvenciones y transferencias corrientes para otros entes y organismos, se ha pasado de 3.055 a 4.884 millones.

Lo único positivo de estos datos son las transferencias de capital (subvenciones para que otros organismos propios y ajenos inviertan), que han subido un 62 por ciento, de 557 a 904 millones. La inyecciones de capital en las empresas públicas se han mantenido en magnitudes similares (de 244 a 252 millones anuales).

En conjunto, el gasto global del Consell se ha disparado un 63% en estos siete años, de 9.344 millones en 2003 a 15.234 en 2009. Si la fuente son las liquidaciones del presupuesto, se observa cómo los derechos reconocidos (sin contar emisiones de deuda) cayeron entre 2009 y 2010 de 13.136 a 11.742 millones.

Los gastos no han bajado tanto, de 15.234 a 14.736 (498 menos). El resultado es que la diferencia negativa se ha desbordado de los 1.966 millones de hace dos años a los 2.857 de 2010, un desfase que se cubrió con deuda.